Danilo Anderson o lo que le resta al oposicionismo venezolano


Lo ocurrido contra el fiscal Danilo Anderson, la noche del 18 de noviembre de 2004, (comprobado que volaron su vehículo con C-4) además de significar una de las acciones criminales más aberradas y cobardes de nuestra historia, devela cuál es el último bastión del oposicionismo criollo con el cual intentan frenar el indetenible avance de la revolución bolivariana.

La “monumental” (como diría Chávez), victoria en las elecciones regionales del 31 de octubre pasado, terminó por reducir hasta niveles de extinción a la vieja y caduca dirigencia derechista, heredera de los rescoldos del Pacto de Punto Fijo. Por otra parte, limitó los espacios de poder que los otrora “dueños de valle del Ávila” venían ostentando por más de 50 años.

En su alocada e irracional carrera por deshacerse de Chávez, a expensas de la legalidad establecida, la oligarquía venezolana se anotó en la realización de un Golpe de Estado (abril 2002) que con el resultado tan asombrosamente adverso –para ellos- los hizo perder su primer bastión, la ascendencia en las Fuerzas Armadas. Al final de este trance, el Poder Judicial en una acrobática sentencia produjo una nueva definición para el golpismo que seguramente entrará en las novedades de la real academia de la lengua española: “vacío de poder”: dícese de un golpe de estado ejecutado por las oligarquías nacionales y que no puede ser castigado por la justicia cómplice de sus intereses trasnacionales.

Luego, diciembre de 2002 y enero de 2003, sabotearon la industria petrolera y realizaron una ilegal huelga, que lo único que consiguió fue someternos a dos meses sin gasolina, que despidieran a un montón de engañados (otros no) que los siguieron y que la revolución rompiera el control que, una élite de tecnócratas mantenía sobre Petróleos de Venezuela (Pdvsa). Después de 60 días de cadenas de Carlos Ortega diciendo “habemos”, perdieron así su segundo bastión: la estatal petrolera como fuente de financiamiento.

Un tercer bastión: el piso político que algunas gobernaciones importantes les brindaban (Miranda, Carabobo, Yaracuy, Anzoátegui, Bolívar), quedó reducido a sólo a dos de 23 existentes en el país. Apenas si logran mantener un discurso “separatista” alimentado por el desgastado argumento que Manuel Rosales (Zulia) enarbolaba los días finales de la campaña: que si nos quitan todo y no nos dan nada, que si las morocotas de canto o sus disparatadas “relaciones bilaterales Zulia-EEUU” que podrían traerle la superación de la pobreza a un
utópico país zuliano.

Finalmente, el único bastión institucional sobre el cual aún mantienen su hegemonía es el Poder Judicial. El mismo de las llamadas tribus judiciales, el mismo que dijo no hubo golpe de estado sino vacío de poder, el mismo que liberó a Capriles Radosnky en medio de un fastuoso show televisivo y que jamás ha encarcelado a Peña Esclusa, Ramírez López, Carmona Estanga, López Sisco, Leopoldo López, Molina Tamayo, Carlos Ortega, Alfredo Peña, Henry Vivas, González González y otros.

Danilo Anderson, traduce la impotencia del oposicionismo más radical ante la forma en la que ven escaparse sus privilegios, su condición e “intocables”, de seres más allá de la ley. Por esa razón, Chávez, al dirigirse a la nación la noche del viernes 19 de noviembre, dijo a los terroristas, “Hienas Asesinas” que cegaron la vida del fiscal, haber recibido el mensaje pero que el mismo fue decodificado en términos concretos, de allí que en nombre de los venezolanos pidiera a la Asamblea Nacional “acelerar la limpieza del poder judicial”, es decir: último bastión dominado por los “amos del valle”. Después que la nueva ley aumente el número de magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, a los opositores sólo les queda el terrorismo.

(*) Periodista Venezolano
ernestojnavarro@hotmail.com



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Ernesto J. Navarro (*)


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