La muerte de un fiscal valiente

“La muerte no es un evento de la vida:
no se vive la muerte”.

L. Wittgenstein

Un acontecimiento terrible i criminal, ha estremecido a Caracas i a todo el país: el asesinato de un venezolano valiente que, en la euforia del proceso revolucionario bolivariano, i en el cumplimiento de su deber como fiscal del Ministerio Público, olvidó en vida que, su muerte i la de otros hombres comprometidos con el cambio de la estructura política del país, era anunciada, tal como la narrada, en una de las más extraordinarias obras de García Márquez: CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA. Quienes hayan leído esta relativamente breve, pero genial novela corta del Premio Nóbel de Literatura colombiano, podrán observar coincidencias, los errores cometidos por el predestinado a morir i las circunstancias que anunciaban la fatalidad; otros aspectos pueden variar, o no parecerse en nada, pero el mensaje de alerta, no de la novela sino de la realidad venezolana, era evidente i continúa igual. I esa realidad descansa en una falla fundamental, respecto a la cual insistí desde los tiempos de la Asamblea Nacional Constituyente, como era cambiar radicalmente el Poder Judicial viciado i corrupto (i naturalmente mi voz no tuvo un sólo eco) i que, ahora si empiezan a decir, se necesita una limpieza como la de PDVSA: la limpieza o radical transformación del Poder Judicial i el Ministerio Público, Talón de Aquiles de esta revolución, prácticamente el principal i más peligroso reducto de la IV República, porque el Estado de Derecho descansa sobre la estructura jurídica que proporcionan las leyes i la aplicación i defensa de la Constitución; pero el garante de eso es sencillamente el Poder Judicial que, repitiendo la frase que le dije en una oportunidad a Manuel Quijada, Iván Rincón i Blancanieves Portocarrero en el TSJ, refiriéndome al Estado Zulia, les advertí: ese Poder Judicial es un monstruo al cual ustedes (especialmente la Junta de Reestructuración, presidida por Quijada) “solamente le han mordido una oreja i le han pisado el rabo”.
No solamente hemos visto cómo el Documento Infame i Disparatado del dictador Carmona, tuvo “la pluma genial” de abogados como Brewer Carías i otros “genios” constitucionalistas, (porque el disparate lo borrarían luego de consumado el golpe, por el gran respaldo extranjero) sino que hemos visto cuantas “defensas” absurdas se han hecho, luego de la absolución del TSJ a los cabecillas del golpe, i a todos los acontecimientos que le han seguido, como la absurda interpretación del Art. 350, las “pruebas” estúpidas del fraude i hechos como la prisión injusta de los “asesinos del Puente Llaguno”, los responsables de el saboteo a PDVSA, los paros i guarimbas, i la impunidad de los militares alzados en Altamira, o el sainete presentado con la detención de un delincuente como el Alcalde de Baruta quien, no solamente ha salido libre, sino que ha sido reelegido para el cargo en el cual cometió delitos (en plural). I no serían menos los delitos, los crímenes i la corrupción administrativa, como lo realizado por el Alcalde Mayor Alfredo Peña, quien de paso se ha marchado tranquilamente, mientras “se piensa prohibirle” la salida del país. Serían numerosos los casos a citar; otro delincuente que, con antecedentes i encontrándosele en un auto posiblemente robado, armas de guerras en su maleta, quedó libre en cuestión de días; los forajidos o salvajes personeros que protagonizaron el asalto a la Embajada de Cuba (todos intocados hasta el presente), o los atropellos que no se notan, pero reciben recompensa, como el que he denunciado recientemente (llevé denuncias a la Fiscalía i al TSJ) de una juez que se parcializa evidentemente con una secta religiosa en Maracaibo, a la cual pertenece, acusa a los afectados por la situación ilegal de una iglesia, i se marcha hacia la capital, ascendida de rango. ¿Cómo, entonces, no podrían darse muchos atentados más, semejantes al que quitó la vida a un fiscal extraordinario como Danilo Anderson? ¿Es que no nos hemos percatado de la EPIDEMIA de impunidad que vivimos? Ratifico lo que dije hace años cuando fui a la cárcel por la mala interpretación DE UNA PALABRA en el prólogo de uno de mis libros sobre historia de la medicina nacional: LA CÁRCEL ES SOLAMENTE PARA LOS POBRES. Ningún rico delincuente ha pisado el umbral de un penal, a no ser que fuera allí para algún negocio, casi siempre ilícito.

Confieso que el bello i sentido discurso del Fiscal General Isaías Rodríguez, no solamente tuvo sentimiento, firmeza i belleza literaria que nos hizo llorar a muchos, sino que dejó a la vista las grandes fallas del Ministerio Público, donde parece que no cumplen con su deber, una mayoría de sus funcionarios. Fue tan literario i sentido que, mi amigo poeta Martínez Acuña, que escuchábamos juntos el discurso, me dijo: eso es verdaderamente, más que un discurso, una oración fúnebre, por cierto merecida. Sin embargo, denotaba el coraje por las limitaciones i problemas de ese cargo. A mí, como a muchísimos amigos universitarios, intelectuales i escritores, nos llamaba la atención que, para tantos casos graves i difíciles, como lo referente a los protagonistas del golpe de Estado, donde había citar e interrogar a más de 400 personas, i todos los demás problemas derivados, tuviese un solo Fiscal del Ministerio Público para investigar i acusar. Para todos los casos que llevaba el Fiscal Anderson, supongo que se necesitaría un mínimo de 20 o más Fiscales i que, a la vez, todos tuviesen un cuerpo especial de seguridad, a su lado i, personalmente, el mismo compromiso ético i moral, de hacer Justicia.

Sin embargo no comparto el decir que, esos asesinos, terroristas i los venezolanos traidores i vende patrias (como también lo repite el Defensor del Pueblo) sean un grupo minúsculo; un grupo mui pequeño, con mucho poder, pero realmente pequeño. Creo que eso no es cierto. Son muchos; son muchos los que están infiltrados i disfrazados de revolucionarios i que, si el golpe de estado dura quizá una semana, se hubiesen saltado más talanqueras o vallas que en una olimpiada mundial. Esos señores, además, tienen multitud de dinosaurios políticos en Colombia, en los Estados Unidos i otros países de América i el mundo. Se dice que los venezolanos tienen en el exterior más de 111.000 millones de bolívares (cuidado no sean dólares) o sea cinco veces las reservas internacionales del país, ahora, cuando son las más altas de toda nuestra historia. I preguntémonos ¿Quiénes son esos venezolanos? ¿Acaso el pueblo o la clase media? Los profesores universitarios, por ejemplo, hemos vivido toda la vida soñando con lo que llaman “la isla de la fantasía”, o sea, que nos paguen realmente todo cuanto nos deben. ¿Podemos acaso, guardar 10 bolívares en el exterior? No. Sencillamente esas inmensas cantidades son de los que han saqueado al erario, han acogotado al país con sus monopolios, son los presidentes i ministros que han robado libremente i con impunidad, como Carlos Andrés o Lusinchi. Pérez Jiménez, apenas fue, en comparación, un ratero del erario, i vimos como vivió en Madrid hasta su muerte, en bonanza económica en un palacete. I gran parte de ese dinero en el exterior, es de lo que todavía inconformes con lo que tienen (caso Luis Giusti o dueños de los medios de Comunicación, Cisneros, Granier, Zuloaga, Ravel, etc.) pretendían ser presidentes de la gran hacienda petrolera.

El asesinato del Fiscal Danilo Anderson, ojalá sea lo que dijo Isaías Rodríguez: una siembra, una semilla, un impulso que se nos ha metido por dentro, para continuar luchando contra el viento de los molinos de viento, porque, así lo creo, no es otra cosa que el comienzo de una escalada de terror dirigida por el Sr. Bush i su comparsa de agresores contra Latinoamérica i especialmente Venezuela. Lo ha ratificado el editorial del Washington Post que leyó nuestro presidente, en la Universidad de Madrid. Lo han dicho, intelectuales de la talla de Noam Chomsky i ex agentes de la CIA, o esa valiente i linda abogada norteamericana Eva Golinger, que la CIA está cada día más infiltrada en Venezuela i la ayuda económica en dólares continúa, para instituciones conspirativas i desestabilizadoras como SÚMATE, que en los Estados Unidos, defienden con singular desfachatez; no solamente se permite que un pelele, payaso i traidor como Orlando Urdaneta diga por televisión que hai que asesinar al presidente Chávez, sino que posiblemente sean otros destacados políticos bolivarianos i de la oposición los que protagonizarán los futuros atentados. Inclusive entrenan sicarios o asesinos, sin cuidarse que se sepa. Para ellos, los del norte, este no es un país ni somos seres humanos. Es sencillamente un charco de petróleo que se deben chupar íntegramente. Estamos ante el más cruel e inhumano imperio mundial, i de la Historia Universal, i con un émulo de Nerón o de Calígula. No son pocos, Dr. Rodríguez, son muchos. El Poder Judicial i el Ministerio Público, deben cambiar radicalmente o, para salvar esta revolución, necesitaremos muchas muertes, muchos dolores i mucha sangre. Este proceso ha marchado con éxito en todos los aspectos económico sociales, pero el estado de derecho ha demostrado una debilidad terrible, pese a la estupenda Constitución que tenemos; nos ha costado demasiado aprobar leyes i más todavía aplicarlas. La célebre sentencia del TSJ, marcó el inicio de esa epidemia de impunidad. La huida de Carmona i la irregular concesión de Asilo por el gobierno de Colombia, fue otro gran fracaso. Lo mismo con los casos de Carlos Fernández i de Carlos Ortega, siguieron la ruta; i finalmente la facilidad con la que huyeron delincuentes como De Lima, Peña, Alonso i otros, ha decepcionado no solamente a gente pensante, escritores, profesionales, etc., sino al mismo pueblo que siguió el cortejo fúnebre de Danilo Andersen con un solo grito de protesta: QUEREMOS JUSTICIA. El Fiscal General dijo una frase mui bella i sólida: los que acosaron a este valiente e inolvidable fiscal, no pudieron comprarlo, no pudieron intimidarlo, no pudieron quebrantar sus principios éticos, sencillamente chocaron con UN MURO DE DIGNIDAD. La revolución tiene hombres con ese mismo muro de dignidad, es verdad, pero sin embargo hai muchos infiltrados i jueces i fiscales venales. Recuerde que, mientras gran parte de Venezuela lloró i se conmovió por este vil asesinato, hubo también celebraciones i festejos, i hasta se trataron de dar pésames hipócritas, como la de ese Alcalde que debería estar preso, pero tuvo la ironía de irse a burlar del dolor ajeno. I, donde no hai Justicia, todos los males son posibles. Entonces, no me cansaré nunca de repetir la frase del Libertador, que deberíamos jurar –como juró el Fiscal General− hacer realidad: LA JUSTICIA ES LA REINA DE LAS VIRTUDES REPUBLICANAS.





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Roberto Jiménez Maggiolo


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