Señores burgueses oposicionistas: La nueva mentalidad política está llamada a poner la comunicación con las masas a un nivel cualitativamente nuevo. Aunque no sea más que por eso, no podemos catalogarla como una circunstancial corrección de posiciones, sino como metodología para la conducción de las relaciones con el pueblo. De las transformaciones que tienen lugar en Venezuela, una de las consecuencias de mayor peso para los revolucionarios, es el fortalecimiento, en todas partes y por todos los medios, de la confianza en nuestro Líder Comandante de la Revolución Bolivariana. A la vez, esto robustece nuestra convicción de que sí es posible estructurar las relaciones pueblo-gobierno en base a la confianza mutua.
Para humanizar las relaciones conflictivas entre las dos clases sociales hay que emprender las correspondientes acciones en el dominio humanitario, particularmente, en lo relativo a la información, a los contactos entre la gente. Ello podrá ayudar a crear garantías morales de paz, contribuyendo a la elaboración de garantías materiales. La agresión informativa que ciertos medios o grupos opositores practican no sólo conduce a la degradación espiritual, también estorba el trato normal entre las distintas clases sociales y entorpece el mutuo enriquecimiento de la cultura, originando animadversión y enajenación en las relaciones con el pueblo. El mundo de la oposición es un mundo de lucha entre la razón y la demencia, la moral y el salvajismo, la vida y la muerte. Los socialistas hemos determinado clara y definitivamente nuestro lugar en esta lucha. Defendemos la razón, la moral y la vida. Por ello, abogamos por la paz. Es el único camino posible, y, siguiéndolo, recobraremos la eternidad. Mientras tanto, es obvio que un pueblo que desea la paz no puede sentir animosidad contra esta. La política de fuerza debe sustituirse por los valores humanitarios y las relaciones equitativas, inconcebibles sin respetar los intereses de cada individuo, su derecho a elegir el camino que le plazca, a conservar su idiosincrasia.
Veamos la política desde el ángulo de la oposición. Se trata de una política de amenazas. Cada modelo de conducta tiene su lógica interna. Cuando se emplea la amenaza como medio político, es natural desear que todos la conciban con desconfianza, en cada caso concreto. Más, para eso sería necesario reforzar periódicamente las amenazas con acciones. En el caso que nos interesa, se trataría de utilizar la fuerza del pueblo. Sólo cabe una deducción: concebida en perspectiva histórica, la política de disuasión oposicionista, lejos de reducir refuerza la posibilidad de conflictos. A pesar de ello, aún hay quienes siguen aferrados a esa doctrina. Y les ocurre, por lo general, a aquellos que habitualmente suelen remitirse a la moral en las confrontaciones con los socialistas. Pero, ¿qué aspecto tienen esos mismos sujetos desde el punto de vista de la más normal ética de hoy? Están convencidos, y no lo ocultan, de que sólo en base a las amenazas, a la fuerza y a la constante posibilidad de usar esa fuerza se puede mantener el diálogo y las relaciones con los demás. ¿Qué actitud creen que adoptaremos ante este grupo de individuos, al confrontarlos en la calle? ¡¿Por qué, entonces, las normas que desde siempre se han reconocido como un salvajismo, cuando se trata de relaciones entre personas, siguen siendo catalogadas —por individuos, al parecer, muy ilustrados— como canon casi natural al tratarse de relaciones entre grupos políticos?!
Imposible comulgar con tales criterios. Nos recuerdan los tiempos en que los conquistadores los utilizaban para conquistar a otros pueblos y obligarlos a trabajar para el conquistador, o simplemente para saquear a esos pueblos. Ese pasado no es un argumento, ni mucho menos un esquema a imitar en el futuro. Es muchísimo lo que sabe y puede hacer el pueblo con nuestra Revolución. Tenemos fe en que un país en paz e igualdad es posible, y haremos cuanto de nosotros dependa para asegurar el éxito de esa obra en que está empeñado nuestro Comandante, probablemente la mayor de todas después de la epopeya independentista. El caso es que el desarrollo de este Proceso político-social, ha dejado atrás la capacidad de ciertos “políticos oposicionistas” para comprender y asumir los cambios irreversibles que están en marcha en Venezuela, ellos manejan términos anticuados. La solución está en reducir y suprimir el desfase entre la adelantada marcha del acontecer y la toma de conciencia de las realidades, la comprensión de lo que está ocurriendo y lo de que de ello se puede derivar. Y eso tienen que hacerlo antes de que les sea demasiado tarde.
Todavía hay quienes conciben a Venezuela como su coto privado y extienden arbitrariamente sus “intereses vitales” a otras distintas zonas. Ello alimenta el enfrentamiento de clases, porque esa actitud emana de la opción por la fuerza, sin la cual les es imposible imponerse en lo político, en lo social y en lo económico. Son estereotipos de la vieja mentalidad, propia de cuando aún se consideraba “legitimo” explotar al pueblo, acaparar sus riquezas y decidir arbitrariamente sus destinos. ¿A dónde conduce conservar tales visiones? Pues, al incremento de la conflictividad entre las clases. La hostilidad provoca incendios cuyas llamas se propagan peligrosamente y afectan, directa o indirectamente, los intereses de esos grupos de la burguesía. ¿Se puede vivir tranquilamente en un país donde las tres cuartas partes de sus individuos están sometidos a la explotación, mientras que un puñado de sujetos ejerce de usureros todopoderosos? De continuar esa situación, se puede llegar a un estallido social capaz de destruir la clase dominante actual. La justa solución política de los conflictos sociales también deriva de la lógica de un mundo integro y lleno de solidaridad, lógica que, por otra parte, exige dar solución a los demás problemas globales: alimentación, ecología, salud, educación, vivienda digna y trabajo bien remunerado.
Proponemos a los escuálidos oposicionistas examinar asimismo este problema a la luz de la nueva mentalidad, manifestar la capacidad de tomar en consideración la realidad de las situaciones concretas, la capacidad de ver las verdaderas causas de cada conflicto, y no buscar en todas partes la mano de Chávez. Primero, recurren a la hipocresía; luego al derramamiento de sangre del pueblo. Pero a ese respecto lo curioso es que cuando se ofrece abordar seriamente los derechos del pueblo, comparar abiertamente cómo de hecho vive la gente, se ponen nerviosos, eludiendo debatir la cuestión humanitaria.
¡El 26-S votemos socialismo!
Gringos ¡Ho Home!
¡Libertad para Gerardo!
¡Libertad para los cinco héroes de la Humanidad!
Hasta la Victoria Siempre.
Patria Socialista o Muerte.
¡Venceremos!
manueltaibo@cantv.net