La falta de una política oficial resuelta, que apoyada en la movilización de los trabajadores y sectores populares utilice todos los recursos del poder para liquidar la contrarrevolución, ha permitido, la sobrevivencia de la conspiración, a pesar del espectacular triunfo revolucionario de las masas venezolanas el 13 de abril. De esta manera se ha prolongado, en el tiempo y el espacio, la aguda confrontación de las fuerzas de la revolución y la contrarrevolución. Durante estos ocho meses hemos transitado de una etapa de reorganización y ofensiva política de las fuerzas golpistas, pasando por otra de fuerte contraofensiva del movimiento de masas que empezó a desbordar a Chávez, para adentrarnos en una nueva, mucho más peligrosa, que empieza a prefigurarse alrededor de los procesos de negociación recomendados por la OEA, el PNUD y la Fundación Carter.
Recuperados de la contundente derrota que le propinara el pueblo el 13 de abril y amparados en la política de negociación y concesiones ofrecida por el gobierno de Chávez, la conspiración inició desde el mismo 14 de abril un proceso de recomposición y ofensiva política. En junio, conformaron la Coordinadora Democrática (CD) integrada por los partidos de la oposición: AD, COPEI, Causa R, Unión, Proyecto Venezuela, Primero Justicia, Convergencia, Solidaridad, Bandera Roja, MAS-MAS, Organizaciones de la Sociedad Civil, los dueños de los medios de comunicación y la Iglesia. La CD junto al nuevo presidente de FEDECAMARAS (organismo patronal) y la junta directiva ilegítima de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) se reordenaron, convirtiéndose en la punta de lanza de la conspiración.
En el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) ganaron a 11 magistrados, que hicieron la mayoría en la decisión que absuelve a los oficiales golpistas de toda responsabilidad, anotándose un importante triunfo político. En manos de este mismo Tribunal están todas las acusaciones que van desde crímenes de lesa humanidad hasta corrupción, hechas por los conspiradores contra el presidente Chávez, dejando abierta la posibilidad de un enjuiciamiento.
En la Asamblea Nacional, como dicen algunos políticos, lograron un empate técnico. Con una correlación de fuerzas de 86 a 79 a favor del gobierno, esta mayoría no es decisiva en temas políticos de envergadura. Por ejemplo, no se puede destituir a ningún magistrado traidor del TSJ ya que se necesita dos tercios (110) de los votos; caso similar, ocurre con la elección del nuevo Consejo Nacional Electoral, que obligaría al gobierno a negociar su conformación. La Fiscalía General de la Nación y la defensoría de Pueblo, están de capa caída frente a una campaña mediática de la oposición, sobre su legitimidad.
Estos avances políticos, fueron acompañados de una campaña nacional de movilización y reorganización en todos los estados, con publicidad garantizada durante horario completo por todas las televisoras, radios privadas y prensa escrita. Se mostraron como los más fervientes luchadores contra el desempleo, los despidos, la inseguridad, la merma en el consumo por la aplicación de impuestos. Esa política les permitió generar un clima de confusión y descontento, recapturando la simpatía y apoyo la mayoría de la clase media y algunos sectores populares minoritarios, con los cuales realizaron las concentraciones regionales.
Los trabajadores contraatacan y marcan pauta al margen de la negociación
Sin decaer en la lucha y la movilización, los trabajadores y el pueblo empezaron a superar la falsa expectativa creada por el gobierno de que con el diálogo y las mesas de negociación, se podrían superar los problemas persistentes en el país. La jornada del 1º de mayo, la gran movilización del 24 de agosto para protestar por la decisión del TSJ y las concentraciones de Aragua, Zulia, y Carabobo para hacer frente a las movilizaciones regionales convocadas por los conspiradores, evidenciaron de manera contundente el rechazo a los golpistas.
No nos equivocamos al afirmar, que a partir de la gran concentración del 24 de agosto se inicia una nueva coyuntura, signada por la ofensiva de los trabajadores y el pueblo. La presión popular empezó a superar al gobierno. Con sus acciones la gente demostraba que no quería negociación.
En este marco se desarrolló a principios de septiembre la Asamblea Nacional de Trabajadores por la Refundación Sindical que aprueba un plan de propuestas para luchar contra la conspiración, donde se destaca la exigencia de prolongación del decreto de inamovilidad, reapertura bajo control de los trabajadores de las empresas o fábricas cuyos patronos las cierren por conspiración o boicot económico, pago de la deuda social y no al pago de la deuda externa y rechazo al ALCA. Finalizando ese mismo mes se realiza el Encuentro Nacional de Organizaciones Populares, otro evento de importancia en el cual se le planteó al presidente la pertinencia de decretar un estado de emergencia económico y social que garantice la participación y representación de los sectores laborales y populares a través de un Consejo Nacional con un mandato democrático: el pueblo, que es la mayoría, no debe seguir pagando la crisis económica, que la paguen los de arriba. También se desarrollaron importantes eventos como fueron los de la juventud, las mujeres, los reservistas del ejército, entre otros.
La huelga de la Policía Metropolitana se adiciona a la disposición general de lucha por parte de los trabajadores y sectores populares, donde cualquier lucha reivindicativa toma ribetes de carácter político. Esta huelga fue de gran sorpresa para la conspiración porque de hecho produjo una crisis del aparato armado a su servicio. Para contenerla, el alcalde golpista Alfredo Peña hace los primeros pagos, logrando que se incorporen un grupo de policías a sus funciones, pero entre cuatrocientos y quinientos se mantienen en conflicto, recibiendo apoyo de los barrios y sectores populares quienes le llevan alimentos y bebidas.
Parejo con lo anterior se desarrollan y multiplican los procesos de autoconvocatoria y autoorganización popular. Se editan cientos de periódicos, proliferan las asambleas y los círculos bolivarianos, se fortalecen las posiciones clasistas al interior del movimiento sindical, la juventud de nuevo empieza a jugar un papel protagónico, mientras que en el campo de los activistas políticos y revolucionarios surgen interesantes iniciativas de unidad política, generando excepcionales condiciones para la construcción de la organización revolucionaria que tanto se requiere en Venezuela.
Octubre: una nueva confrontación a favor de la revolución
La CTV llamó a la toma de Caracas para el 10 de Octubre. La marcha fue colocada bajo la admonición de ¡elecciones ya!. Pero, en la misma se evidenció, la existencia de dos tendencias dentro de la oposición: un primer grupo que quiere salir de Chávez por la vía electoral, ya sea por referéndum revocatorio o consultivo, o por enmienda constitucional, aquí se destacan AD, COPEI y Primero Justicia; un segundo grupo que intenta apelar a la desobediencia civil, esto implicaría la intervención militar como una vía contemplada en la Carta Magna en su Art. 350, dentro de esta segunda tendencia se encuentra un sector "minoritario" que plantea que no se puede esperar a elecciones populares y justifica la intervención militar con la instalación de un gobierno de facto.
Para el día 10 de Octubre, los sectores populares estaban a la expectativa del desarrollo de la marcha convocada por la oligarquía. En los distintos barrios, avenidas y sitios aledaños a los cuarteles (convertidos en tradición después del 13 de Abril), se hicieron reuniones bajo la consigna de salir "igual que el 13" si se asomaba un intento golpista. Los trabajadores, discutían la contingencia de tomar las empresas y fábricas que fueran cerradas por los patronos conspiradores, se organizaron piquetes populares para cerrar avenidas y autopistas, en fin, se había conformado todo un plan preventivo.
Bajo la constatación de que el pueblo saldría no igual, sino más fuerte que el 13 y que en el ejército no existía línea de mando que garantizara un golpe o una decisión castrense, los conspiradores modificaron su pretensión inmediatista de sacar a Chávez. Una vez más, la contrarrevolución golpista y las tendencias mas radicales de la derecha, salieron derrotadas. Al final de la marcha, reinaba la división entre la "Coordinadora Democrática" que sólo atinó a ponerle fecha al paro patronal nacional para el día 21. En medio de esta situación, nace un paro que desde la misma convocatoria, había perdido su intención política inicial, y que en palabras de los mismos conspiradores ahora "sólo serviría como un paso mas en la lucha por sacar a Chávez". Así, se llegó a un paro que se convirtió en un día de asueto que sólo logró paralizar, esencialmente, la actividad comercial en un 30%.
La multitudinaria marcha de los trabajadores y sectores populares el día 13 de Octubre, triplicó a la marcha organizada por los conspiradores y le puso sello a la realidad: el imperialismo y la oligarquía nacional, hasta ahora, no tienen la fuerza para aplastar a las masas y comienzan a cuidarse de no provocar un enfrentamiento de consecuencias impredecibles. Tienen miedo de la acción revolucionaria de los trabajadores, de los sectores populares, de los desempleados, de los excluidos de la sociedad por el puntofijismo, de los campesinos. Por otro lado, tienen miedo a una división del ejercito donde la mayoría de las tropas, con armas en las manos, se pongan al lado de estos sectores.
Ahora los Conspiradores quieren negociar... y la revolución no se negocia
La derrota sufrida por los golpista y las tendencias inmediatistas, mas, el ascenso generalizado de las luchas en América Latina y el conflicto en Medio Oriente, obligaron al imperialismo a modificar su política hacia Venezuela. Ahora buscan la negociación política, pero con el mismo objetivo: liquidar el ascenso del pueblo venezolano. Esto está expresado en la base de principios del Grupo de Trabajo Tripartito (OEA, PNUD, Carter) llamando a la instalación de una mesa de diálogo.
Los eventos de los trabajadores y los distintos sectores populares, que se han efectuado, han manifestado su rechazo a la negociación, por el contrario han planteado la necesidad de profundizar la revolución, es así, como se ha venido conformando un programa para la lucha, junto a la disposición de movilizarse permanentemente por los siguientes objetivos: Mano dura, cárcel a los golpistas civiles y militares. Baja inmediata para los generales y oficiales conspiradores. Estatización bajo control de sus trabajadores de toda empresa o fábrica que cierre por fraude o por paro patronal. Sanción y control social de los medios de comunicación. Intervención de las policías al servicio de los golpistas. Decretar la Emergencia Económica y Social al servicio de los trabajadores y el pueblo: no al pago de la deuda externa y si al pago de la deuda social, cambiar el IVA y el IDB por impuestos a las ganancias de los banqueros y para los dólares que fugan al extranjero. Estas propuestas niegan toda disposición de diálogo y negociación con los conspiradores, son las exigencias que en los eventos se le han hecho al Presidente Chávez para tomar la ofensiva contra los mismos, hasta aniquilarlos.
Chávez ha mostrado nuevamente toda su disposición al diálogo y apoya la iniciativa imperialista de la OEA, el PNUD y la Fundación Carter. Nuevamente con su política pone en peligro los avances de la revolución y abre la posibilidad para una derrota del movimiento de masas. Las experiencias de Chile y Nicaragua, deben servir para oponerse categóricamente a esta política de concertación, que es una trampa contra los trabajadores y el pueblo. Como bien denuncian los compañeros del Círculo Bolivariano Ezequiel Zamora de Maracaibo, el Secretario General de la OEA, César Gaviria, ha terminado imponiendo la agenda golpista a través de las negociaciones y las elecciones.
Hay que construir una dirección revolucionaria
Si algo se ha demostrado en Venezuela es la disposición de lucha de los trabajadores y sectores populares, a tal punto, que en dos oportunidades ha derrotado a los golpistas. Se triunfa, pero nuevamente por la política del gobierno se retrocede, entregando en la mesa de diálogo y las negociaciones lo que los conspiradores no lograron en las calles. No existe continuidad por falta de una dirección revolucionaria que conduzca la ofensiva contra la conspiración hasta su aniquilación, superando las limitaciones del gobierno nacionalista burgués que encabeza Chávez. La característica fundamental de las acciones es que ellas se desarrollan en el marco de la espontaneidad que sobrepasa organizativa y políticamente la dirección de los partidos oficialista MVR, PPT, PC, pero no logra superar definitivamente al gobierno y su política de concertación.
Los trabajadores y sectores populares demostramos, día a día, ser los mas abnegados defensores de las conquistas democráticas establecidas en la Constitución Nacional. Segundo, somos los únicos capaces de formular programas y tomar acciones de fondo en la lucha contra la oligarquía nacional y sus socios imperialistas, como canta Ali Primera "contra el causante de los males que está sufriendo mi pueblo: el capitalismo". Por último, al ir proponiendo respeto hacia los dirigentes naturales del proceso y no a los impuestos a dedo, nos hacemos concientes de tener que asumir la conformación de una dirección revolucionaria que luche por un gobierno encabezado por los trabajadores y demás sectores populares con participación de todas sus expresiones organizativas: Sindicatos Clasistas, Círculos Bolivarianos, Asambleas Populares y todas las expresiones organizativas que se identifican con la lucha del pueblo.
Hay que avanzar en la revolución, para evitar la maniobra política de la conspiración, que quiere elecciones.
(*) Escribe para Correspondencia Internacional por Voz de los Trabajadores y Opción de Izquierda Revolucionaria (OIR) desde Venezuela.