El título de este artículo es muy importante. En él está implícita una diferenciación que deja a salvo de cualquier malhumorada que pueda cometer en el desarrollo del escrito al grupo de obispos de la iglesia romana que se han apegado a su misión social a favor de los pobres —esos que siguen el ejemplo de Monseñor Romero, mártir Latinoamericano—, y por supuesto deja fuera a esa comunidad cristiana apegada a su fe, a sus santos, a su virgen mil manifiesta, a sus Ángeles y animas benditas.
Esta distinción es fundamental para referirnos a un grupo de jerarcas eclesiásticos designados a dedos que desde que ingresaron al seminario ya anhelaban el beso en el anillo de una feligresía respetuosa, ya competían por sobresalir y por la venia de sus superiores. Porque, hay que decirlo, el voto de obediencia en los religiosos y diocesanos crea un orden vertical —allí no cabe democracia alguna— que degenera en privilegios que pulverizan otros de los votos fundamentales, el de la pobreza. En este escrito, evitaremos comentar el tercero de los votos, el de castidad, aquí preferimos remitirlos a la tragedia de la iglesia católica estadounidense, donde los curas pederastas tienen de cabeza hasta al propio Karol Woltila, preocupado por la convicción de que esta aberración trasciende las fronteras yanquis. En Estados Unidos pasa de todo…Ya es hora d que se ocupen de sí mismo.
Tal vez, el voto de obediencia, por la historia y el contenido religioso sea el menos criticable, porque se supone que el que tenga vocación para cura está dispuesto a obedecer cual militar —en su accesión sería y apegada a las leyes, nada de gorilas— a sus superiores. El grave problema de los obispos y unos cuantos párrocos es la violación al voto de pobreza el cual implica humildad.
Esa imagen admirable de los misioneros, o de los religiosos en los barrios y campos está muy alejada de la opulencia de los llamados “eminencias”, rodeados de lujos, servidumbre, y de aduladores. Incomprensible cuando el ciudadano común se entera que el presidente de los obispos en Venezuela elude denuncias por corrupción realizadas por humildes religiosas y que sus iguales lo reeligen en la presidencia. Chocante, cuando el arzobispo y cardenal de la Capital en abierto proselitismo político firma un decreto déspota y fascista y no tiene la suficiente mansedumbre para hacer un acto de constricción ante su “rebaño”, dejándose aleccionar por un ex militar (el Presidente de la República) que de manera pública pide perdón por los errores cometidos.
Por supuesto que ante tales jefes, la base cural, sin ejemplo que seguir se lanza por el camino de la politiquería —por eso le quitaron los hábitos a Arístides en Haití— con el perjuicio de la feligresía que antes iba a los templos y parroquias a compartir su fe cristiana, a organizarse para su labor social y a escuchar la sabia guía del sacerdote apegada a las sagradas escrituras, ahora se encuentra con un señor de ropas largas arengándola contra el gobierno legítimamente constituido, que recoge firmas no para reparar un hospital sino para llamar a un referendo inédito; que ese mismo “padre fulano” aparece en la prensa en mangas de camisas con un lenguaje de odio y segregación socio-racial que ni en las cruzadas. No entiende que religiosos y religiosas que dirigen legendarios colegios y liceos ordenen su cierre para sumarse a un paro, sin considerar los derechos de los niños, niñas y adolescentes, olvidando que cada día sin clases es un día que se le roba al futuro. O de ver monjas que profieren gritos de muerte desde opulentas camionetas como si se trataran de las sectas cristianas enguerrilladas con los musulmanes en Medio Oriente. De enterarse que hay sacerdotes que no ofician misa en Puente Llaguno para no juntarse con el pueblo pero que “religiosamente” celebran en plena plaza Altamira, bendiciendo la desobediencia “, las malas palabras y por salpique las armas ocultas en los sótanos de la plaza. Tanto rencor de quienes están obligados a predicar el amor al prójimo, no hace más que evocar los crueles métodos de la inquisición de la edad media o la venta de dispensas para alcanzar la salvación.
Pero nada que los llamados Pastores cambian su conducta de políticos de callejón (los que atacan pero que no les gusta que los ataque). Atrás quedaron las reuniones para producir excelsos documentos como los de Santo Domingo y Puebla, con su inolvidable “Pobres cada vez más pobres a costa de ricos cada vez más ricos” y su llamados a la distribución de la riqueza, a un papel más educativo y menos violentos de los medios de comunicación y a un rechazo a la dominación extranjera. Ahora, acomodados obispos y autoridades católicas fungen de analistas políticos para aupar abiertamente a la una oposición virulenta dispuesta a salir de un gobierno por cualquier vía.
En su afán, dicen mentiras como por ejemplo condenar en cambote al intervención de la Policía Metropolitana porque la ciudadanía ha quedado desamparada y ha aumentado los índices de criminalidad, pero se olvidan que esa policía tenía dos meses paradas y su confrontación interna produjo 4 víctimas y 18 heridos del oeste de Caracas cuya desgracia no fue reseñada por los medios privados que se dedicaron a escandalizar con las declaraciones del Alcalde Peña. Para los pobres hasta los sagrados oleos se están alejando, Pero Dios siempre está con los más necesitados recuerden “Bienaventurados los pobres porque ellos verán a Dios”. Sus argumentos son falsos, pero no los corrigen ni siquiera antes las cifras científicas de la Policía Judicial que demuestra que las cifras no han variado. Son infalibles. Los obispos condenan, haciéndose eco de sus hermanos que se oponen al gobierno. Los hombres de negro y rojo, comandados por Porras y Velasco (no el general desertor, sino el Cardenal ¿desertor?), pensando que los venezolanos somos pánfilos (por decir la palabra Uslar Pietri) cual Ortega, en un mensaje entrelíneas llaman a los militares a abandonar al gobierno, usando la oración “llamamos a la Fuerza Armada a no ser instrumento de represión” que realmente significa: “Llamamos a la Guardia Nacional, al Ejercito a retirarse de las comisarías de la PM y sumarse a la desobediencia “pacífica y legítima” que encabezan los militares desertores de la Plaza Altamira”; y que es como decir, “si la oposición hace otra marcha golpista como la del 11 de abril, enmarcada en un paro, “ustedes no se metan”; en suma, y cómo diría el Carlos de Fedecamaras, “no repriman a nuestra partidarios, su papel es exterminar a los bolivarianos después que tomemos el poder”.
Cuánto nos recuerda esta jerarquía católica a la que ayudó a fundar el falangismo en España. Pero lo que más duele de todo ésto, es no poder aplicar una de las siete palabras de Jesús “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”, porque estos cardenales y torditos están bien claros: No quieren quedar fuera de la distribución de la riqueza entre ricos. Razón tenía Ali Primera cuando aconsejaba “Busca al Cura de Parroquia, no busques al Cardenal”, aunque carísimo Alí, ahora hay que elegir cual parroquia, no seas que llegues a una y consigas un cura dando su mitin-sermón y recogiendo firmas para sacar a Chávez. Pero los hay buenos, claro que sí…
Pero a la iglesia venezolana le sale su constituyente religiosa, y mientras tanto los seguidores de Velasco y Porras, es bueno que se vayan a la ídem.
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