Si de los casi seis años de gobierno, éste que terminó el viernes ha sido el mejor del llamado oficialismo, es lógico deducir que fue el peor de la oposición.
Vean si no.
En abril de 2001 dio un exitoso golpe de Estado, aunque efímero, y ninguno de los comprometidos fue castigado. Los directivos de Pdvsa, destituidos públicamente horas antes, fueron repuestos en sus cargos.
El TSJ absolvió a los oficiales acusados. A ninguna de las instituciones que apoyaron el golpe: Fedecámaras, partidos, CTV, Conferencia Episcopal, Ong´s les pasó nada.
El presidente Chávez movió piezas en la Fuerza Armada, desplazó a los progolpistas y consolidó sus posiciones.
Fue la única pérdida de la oposición, que no se resignó y siguió conspirando.
Los meses que siguieron fueron de preparativos del paro general y sabotaje petrolero que duró 62 días. Fallaron sus cálculos. No hubo saqueos ni caos, ni la situación se hizo ingobernable.
Nunca creyeron que la conducta del pueblo revelaría un elevado grado de conciencia, sabía lo que estaba en juego. Fue una nueva derrota.
Perdieron el dominio de Pdvsa.
El Gobierno controló la industria petrolera y la Fuerza Armada.
Después se movilizó por un referendo consultivo que pretendió ser revocatorio. No escucharon ni las voces de alerta de su propio interior. Otra derrota.
Su movimiento sindical demostró la debilidad en el desfile del 1° de mayo, contrastado con la movilización que hizo la UNT.
El 29 de mayo de 2003 debieron suscribir el acuerdo que encaminaba sus acciones dentro de los límites de la legalidad hacia los referendos revocatorios.
No fue nada fácil, pues eran evidentes las discrepancias en su interior, donde han pugnado dos líneas, una que busca salidas violentas, atajos, con la cual algunas veces coqueteaba la democrática.
Finalmente, después de un proceso largo de colecta de firmas, de verificaciones, de denuncias de irregularidades de ambos lados, proceso cargado de tensiones, y durante el cual nunca la oposición aceptó reconocer al CNE como árbitro, pese a las exhortaciones, admitió que reconocería los resultados que avalaran la OEA y Carter.
En nueva demostración de que no renunciaban a la violencia, entre febrero y marzo se produjo la más destructora acción de vandalismo vista en el Este de Caracas: la guarimba.
No hubo una sola voz opositora que la condenara, y sólo cuando se percataron que los grandes perjudicados eran los habitantes del Este caraqueño, cesó esa acción que costó millones de bolívares por la destrucción de instalaciones públicas y privadas.
Y así llegamos al 3 de junio, cuando elCNEanunció que habría referendo. Los resultados son conocidos. Como lo revelaban todas las últimas encuestas, ganó el NO, con casi seis millones de votos. La oposición obtuvo su mejor votación desde 1998: cuatro millones y el más alto porcentaje: 41% . Demostró que seguían teniendo una importante fuerza, que no había disminuido en cinco años. Pero ese capital lo echaron por la borda con su denuncia de fraude que nunca pudieron demostrar ni aquí ni en la OEA, hasta donde llevaron un papelero burdo.
Lo que vino después, era lógico.
En el seno de ellos hubo quienes lo habían previsto:
una derrota en el referendo sería una segura derrota en las regionales. Además de las razones lógicas para esa conclusión hay que añadir otro factor:
la campaña abstencionista.
En el camino dejaron siete de las ocho gobernaciones que tenían, y más de 100 alcaldías, entre ellas, la Mayor.
En 2004 perdieron dos batallas, una muy peleada, donde mostraron su fuerza, y otra como un ejército en desordenada retirada. Quedaron sin sus principales jefes, sin ninguna estructura organizativa, desaparecidos los restos de la CD, sin programas, sin aliento y con enormes dificultades para reconquistar ese 40% que les fue fiel hasta el 15 de agosto.
Desde 1999, no habían comenzado un año en peores condiciones. No es nada fácil la tarea que tienen por delante este año. La CTV deshecha, Fedecámaras negociando con el Gobierno, mutis en la Iglesia, cambios en los medios y sin embajadas adónde ir a recibir aliento. Con esas fuerzas maltrechas, el apoyo de dos gobernaciones y 40 alcaldías, podrán conservar una parte de los municipios, pero la batalla fundamental será a fines de este año, en las elecciones parlamentarias.
Unos, desmoralizados y desesperados, no parecen tener ánimos para revisarse y reemprender la lucha de una fuerza derrotada, que cometió tantos errores sin que se pararan a examinarlos, obnubilados por los generosos e interesados espacios mediáticos donde estaba su aparente fortaleza. En otros se observan síntomas de que eso que llaman reflexión se hizo presente en los escenarios partidistas.
Ojalá retomen el camino de la reconstrucción de sus partidos y se imbriquen en el tejido social donde tienen un gran espacio, vuelvan a conectarse directamente con la gente en los barrios y en la clase media, y no caigan en la tentación del diablo.
Periodista
edrangel@la-cadena.com