Historia Naval de la República Bolivariana de Venezuela

Fundación de Santo Tomás de Guayana

En el año de 1588 emprendió el conquistador Antonio Berrío su navegación por el río Casanare, bajó por el Meta al Orinoco y pasó a la Isla de Trinidad, donde fundó la ciudad de San José de Oruña. De regreso al Orinoco estableció la ciudad de Santo Tomás de Guayana, doce leguas al este de la embocadura del Caroní. Segunda población del mismo nombre que se asentaba a la margen del Orinoco. La primera fundada por Diego de Ordaz en 1540, orillas del Orinoco, junto a la confluencia del Caroní y frente a la Isla de Fajardo; fue destruida por los holandeses al mando de Adriano Sansón. En 1756 llegó a Venezuela una comisión científica encargada de fijar los límites de las posesiones españolas de Guayana, y realizó una navegación fluvial adelantándose hasta la embocadura del Guaviare. En 1764 fue fundada la tercera ciudad de Santo Tomás de Guayana por el Gobernador Joaquín Moreno de Mendoza, a 15 leguas al oeste de la desembocadura del Caroní, en la parte más angosta del Orinoco por lo que se llamó luego Angostura. (Actual Ciudad Bolívar)  

 En 1531 el Rey de España emitió una real prohibición de capturar naturales, pese a la cual, tanto los mercaderes de esclavos como los conquistadores, acostumbrados a burlar las órdenes de la Corona, continuaron apresando indígenas del mismo modo que antes o con muy poca diferencia. Por aquellos días, el Gobernador de la Isla de Trinidad había hecho levantar un fuerte indebidamente en la costa de Paria, y como se hallaba comprendido en la Gobernación de Diego de Ordaz, fue sorprendido y tomado por éste en ocasión de hallarse ausente el usurpador, después de lo cual dejó en él suficiente guarnición para su custodia. 

Para mayor seguridad de los suyos, dispuso Ordaz que Juan González fuese a reconocer las gentes que habitaban en el delta del Orinoco, mientras él se ocupaba en construir embarcaciones propias para navegarlo. Concluidas éstas, entró por la Boca Barima o de Navíos, y remontó treinta y cinco leguas con grave peligro y pérdida de hombres. 

En 1535 llegó  el Maestre de Campo Alonso Herrera en sustitución de Ordaz, quien se había retirado a España. Trece meses después empleó Herrera entre Punta Barima, que cae a la embocadura del río Orinoco, sobre su margen derecha, y el Caroní, ocupándose en construir barcos chatos y otros preparativos indispensables para una larga jornada. Halló algunas poblaciones indígenas abandonadas, pues sus moradores habían huido a lo más intrincado de la selva; más no hicieron lo mismo los Caribes, quienes en todo momento le salieron al paso en son de guerra, causándole numerosas fatigas aunque sin lograr equilibrar sus flechas con las armas de fuego de los conquistadores. Herrera logró remontar los raudales de Camiseta y Carichama, y una vez llegado al río Meta, también lo remontó mientras halló fondo para hacer flotar sus Bergantines; más una flecha envenenada puso fin a su vida y a su empresa, pues, su segundo Álvaro de Ordaz, quien le sucedió en el mando, dio por más prudente retirarse al Fuerte de Paria, conduciendo muy poco provecho de aquella expedición de diez y ocho meses, en que sin fruto alguno se habían perdido muchos hombres. 

En el año de 1568 fue constituida con Gobierno propio la Provincia de Nueva Andalucía. Se extendía ésta en toda la Jurisdicción de los hoy Estados Nueva Esparta, Sucre, Anzoátegui, Monagas, Bolívar, Amazonas y Delta Amacuro, dependiendo en lo político-administrativo directamente de la Real Audiencia de Santo Domingo y en lo espiritual del Obispado de Puerto Rico. En el año siguiente, Diego Fernández de Cerpa, con despachos del Gobierno peninsular para conquistar la Guayana, las riberas del Caura y otras tierras de la citada provincia, reclutó soldados y aparejó navíos, con los cuales se presentó en Cumaná. La Nueva Córdoba, edificada entre pantanos, a la falda oriental del Cerro Colorado. La cual, aunque cercana al mar, frontera a Margarita y con grandes ventajas de todo género para la agricultura y el comercio, había hecho tan pocos progresos, que Fernández no encontró en su recinto más que diez y siete familias desgraciadas, viviendo en humildes chozas. Era su intento, luego que hubiese sometido a los indígenas, atravesar la tierra siempre al sur, hasta descubrir por aquel rumbo el Orinoco, pero para dejar asegurada en la costa una puerta a los socorros y desembarazarse de un número crecido de mujeres y niños que traía, resolvió fundar en el sitio de El Salado, cercano al río Neverí, una ciudad que intituló Santiago de los Caballeros, dejando en ella prevenciones suficientes de manutención y resguardo.  

Con las numerosas versiones del fabuloso Dorado, cuyo nombre existe aún en una población de Guayana, (Estado Bolívar) fueron atraídos numerosos aventureros, entre ellos el célebre y famoso marino británico Sir Walter Raleigh, hombre ambicioso e intrépido, poco escrupuloso en sus medios de hacer fortuna, y cuya codicia, violenta como todas sus pasiones, había de causar infinitos males en aquella región. Su genio emprendedor y amigo de novedades le hizo formar el proyecto de conducir una expedición al descubrimiento y conquista de los tesoros que la fama colocaba en ella, considerados muy superiores a los que hallaron los conquistadores en México y el Perú. A cuyo fin, Raleigh salió de Plymouth 6 de febrero de 1595 con cinco buques y algunos botes armados; el 22 de marzo llegó a Trinidad, dando anclas en Punta Curiarán, (la que los españoles llamaban Punta de Gallo) llegando a Puerto España y envió al capitán Caulfield con 60 soldados seguidos por el mismo a tomar la ciudad de San José de Oruña, capital de la isla, apresando al Gobernador Berrío y quemando la población. No habiendo encontrado en aquel paraje las riquezas que se prometía, hizo explorar por sus tenientes las Bocas del Orinoco; y porque hacían mucha agua sus navíos, construyó embarcaciones chatas, en las cuales navegó sesenta leguas río arriba. 

Raleigh pasó  más allá del río Europa, se detuvo en Morequito (actual San Miguel) y sólo puso fin a su expedición cuando se vio detenido por los raudales del Caroní. Nada encontró que correspondiese a las ideas que se había formado acerca de las riquezas del Orinoco; y sin embargo, a su regreso a Inglaterra, publicó una relación de su viaje contentiva de unas extravagantes fábulas tendientes a despertar las más dormidas ambiciones de sus compatriotas; y bien, porque sinceramente creyera en la existencia de aquellos nunca vistos tesoros, buscó medios para organizar y disponer dos viajes más a la Guayana en los ocho años subsiguientes, sin más fruto que los de recoger nociones inexactas sobre la situación de El Dorado, las cuales se divulgaron luego en Europa con mucha exageración. Walter Raleigh fue preso luego por habérsele complicado en una conspiración y hallándole culpable le condenaron a muerte, más el Rey acordó suspender la ejecución de la sentencia y le mandó encerrar en la Torre de Londres, donde permaneció por espacio de trece años. 

Walter Raleigh organizó  una nueva expedición a fines de 1616, saliendo de Plymouth el 12 de junio de 1617 con 14 buques con 1000 hombres; al llegar a la desembocadura del Orinoco cayó gravemente enfermo y se detuvo con parte de las naves, enviando el resto a Santo Tomás de Guayana, al mando de su hijo y del capitán Keymes. Los españoles habían recibido aviso de su arribo y lo esperaban prevenidos para la defensa, la cual fue esforzada y brillante, pero con la muerte del Gobernador Diego Palomeque de Acuña en el combate, ocuparon la ciudad el 12 de enero de 1618, aunque con la pérdida del hijo de Raleigh. Los ingleses sondearon luego el río y recorrieron sus riberas hasta las bocas del Guárico, buscando inútilmente minas y riquezas que nunca encontraron. El 29 del mismo mes evacuaron la ciudad, no sin antes saquearla y poner fuego a los pocos edificios. Irritada la gente de Raleigh por el engaño de que fueron víctimas, le obligaron a volver a Inglaterra, donde revivía su anterior sentencia; el Rey le mandó cortar la cabeza para satisfacer así a la Corte española, que había reclamado sus ultrajes.

manueltaibo@cantv.net

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Hasta la Victoria Siempre.

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Manuel Taibo


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