El escenario evaluado por Heinz Dieterich en su artículo “Uribe va por la guerra”, luce macabra coincidencia con ciertos hechos puntuales que han estado ocurriendo en los últimos días. Solo en algo se equivoca: Chávez sabe muy bien cual es el juego de Uribe y, por razones de seguridad, a las fieras hay que dejarles un espacio de movimiento para que recuperen la cordura y reculen honorablemente.
Pero, como bien lo describe Dieterich: “A Uribe no le importa, que el plan que ejecuta cueste sangre o atente contra la democracia latinoamericana y su Estado de Derecho, porque es un sujeto sin ética rodeado de altos funcionarios de dudosa probidad ética”. Luego de aparecer en la lista de la CIA en tiempos de Bush Padre, como amigo personal de Pablo Escobar, vinculado al Cartel de Medellín, y ser uno de los artífices en la creación de los paramilitares colombianos, el Departamento de Estado ha decidido utilizar a quien consideraba un delincuente como punta de lanza y poner en práctica la Fase III del Plan Colombia. Una vez más, el imperio cría a otro más de sus pequeños monstruos para aplastar cualquier intento de liberación en el continente. Se le perdona su borrascoso pasado con el narcotráfico a cambio de contribuir con los planes de expansión del imperio.
La contrarrevolución en Venezuela, sobre todo en estados que están fuertemente vinculados a la ultra derecha (caso Carabobo), ha empezado a manipular a sectores populares para que se provoquen invasiones y propiciar enfrentamientos que den pie a desestabilizaciones puntuales, ideales para explotarlas mediáticamente.
De igual manera, se van movilizando sectores del comercio informal en reclamo a sus derechos y que, en honor a la verdad, no han sido asistidos por los gobernantes locales muchas veces por protagonismos absurdos, burocracia, corrupción y falso apoyo a la revolución bolivariana. El fascismo radical, unido a factores infectos dentro del proceso bolivariano que no han entendido el alcance de la revolución, trabajan para sacar a Hugo Chávez del escenario político, incluso disfrazando de chavismo sus intenciones, y proceder a la venta de nuestros recursos energéticos.
En cuanto a la desestabilización mediática que muchos presumían derrotada, pasó por un período de calma, a manera de repliegue, originada por los resultados del revocatorio y las elecciones regionales, que, a su vez, decepcionaron a esa clase media a la que le prometieron soluciones inmediatas minimizando las movilizaciones. Sin embargo, lejos estaban las Putas de los Medios de cesar en su empeño por derrocar a Hugo Chávez y, unidos a lo peor de la oligarquía colombiana, encontraron un filón en el caso Granda.
Ciertamente, las Putas de los Medios han bajado el tono de sus contenidos. No obstante, han cambiado la estrategia y han asumido una posición de ataque en forma de diamante colocando a Globovisión como mercenario de punta bajo la responsabilidad del lacayo asalariado de la CIA, Leopoldo Castillo, acompañado de pequeños bocones que le sirven de soporte a las mentiras elaboradas en el norte y respaldadas por la oligarquía mediática colombiana.
RCTV y Televén, siguen manteniendo en sus parrillas de programación a quienes se han inclinado abiertamente por la desestabilización golpista y de inmediato obedecieron a las matrices que atentaban contra la soberanía venezolana, justificando la agresión y siguiendo el juego de la CIA con la esperanza de provocar una intervención del Plan Colombia en Venezuela.
Gustavo Cisneros es él más peligroso. Se mantiene de bajo perfil esperando la oportunidad de reeditar aquel golpe del 11 de abril de 2002, o, quizás una pequeña ayuda de su compañero de pesca, el padre del presidente Bush, o una aplicación de la Carta Democrática de la OEA, por cierto, recientemente enarbolada en “La Cátedra de las Américas” por su amigo Jimmy Carter el pasado martes – según sus palabras textuales – “No solo para sancionar las interrupciones institucionales, sino también para prevenir erosiones democráticas en sus primeros momentos”.
El encuentro de una célula paramilitar en el corazón de Venezuela, no es más que una pequeña muestra de la vanguardia terrorista que ha enquistado el gobierno de Uribe por órdenes de la CIA para ejecutar escaramuzas desestabilizadoras en nuestro país. Incluso, me temo que había muchos más y eran evacuados hacia otras conchas. Extrañamente, este hecho coincide con la “desmovilización” reciente de los grupos paramilitares en Colombia. Uribe tiene el control del estado colombiano y ahora los protege con el manto del Plan Colombia.
Este cuadro aterrador de coincidencias con el artículo de Dieterich y apostando por un posible apoyo de Argentina, Uruguay y Brasil, nos obliga a acelerar el proceso de movilización de masas que permitan establecer un plan de defensa de nuestra soberanía. Una movilización que permita pronunciamientos contundentes ante el plan mediático de las Putas de los Medios, vinculados todos al Departamento de Estado. El rescate de quienes participan en las misiones y se han topado con burócratas y oportunistas. Ocupar espacios vitales en los próximos eventos electorales, permitiendo que las bases se expresen y elijan a sus representantes naturales o emergentes. Y, sobre todo, hacer una revisión profunda de los liderazgos actuales y de aquellos que tienen la responsabilidad de dirigir cargos de responsabilidad dentro del estado.
PDVSA, esa compleja industria que creemos libre de peligro, es hoy uno de los frentes más vulnerados por la contrarrevolución. Bajo la premisa de no poder subsistir técnicamente sin la participación de algunos golpistas que fueron separados en tiempos del paro petrolero, hoy son reinsertados en cargos sensibles que pudieran favorecer al golpismo en tiempos difíciles. Como sanguijuelas, se van reacomodando y van separando de sus cargos a quienes enfrentaron el paro petrolero. Ocupan espacios estratégicos para lanzar, cuando se les ordene, el zarpazo que entierre definitivamente a la revolución bolivariana.
Dieterich habla de los factores externos y de la posibilidad de ganarle la batalla al imperio si los pueblos latinoamericanos asumen su rol histórico en defensa de sus raíces culturales y su independencia económica. Sin embargo, más allá de la unidad latinoamericana, está la convicción de los pueblos en el proceso real de cambios que le favorece y en el poder que se le da para dirigir su destino. Nada más y nada menos que un cambio cultural en su base ideológica.
La tarea que tenemos por delante no es fácil, pero contamos con el despertar de los pueblos latinoamericanos.
msilvaga@yahoo.com
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