I
“La cultura del espíritu acrecienta
los sentimientos de dignidad e independencia”
Spencer
La situación del mundo contemporáneo, más delicada que nunca en la historia del planeta, amerita de los hombre que el destino coloca al frente de los pueblos, naciones civilizadas donde ya no existen rincones o espacios desconocidos, aunque sí, todos diferentes por la calidad de vida i sus intereses particulares, que esos personajes hayan llegado a sus grandes cargos i responsabilidades, no solamente por méritos (no todas las veces auténticos) sino por sus cualidades o calidades personales, entre las cuales, la palabra cultura, en el sentido amplio de término griego de paideia, surja en sentimientos i acciones, como dignidad, responsabilidad e independencia. Por eso en epígrafe, el pensamiento de Hebert Spencer, uno de los más curiosos casos de cultura i formación filosófica, pues casi hasta los 20 años era casi un analfabeta. Pudo tomar conciencia de quien ha vivido apartado del sendero de la cultura inmaterial, i quien luego transitó por los senderos luminosos de la filosofía, consolidando i embelleciendo de valores la experiencia. La experiencia no es suma de años vividos, si no la vida que se reflexiona, de lo contrario tendríamos que admitir, como dice un viejo i equivocado adagio, que todos los viejos son sabios.
No pretendo aquí, escribir sobre lo que es la cultura, bien sea en su forma individual o general, aunque siempre anoto que sociológicamente cultura es todo lo hecho por el hombre, con sus distinciones entre cultura material e inmaterial; al tratarla o analizarla en la política o entre los políticos, obviamente nos estamos centrando fundamentalmente en la cultura inmaterial o la del intelecto.
En sentido restringido, individual, puede ser el ejercicio para el desarrollo de una facultad física o del espíritu, un tanto limitada como sería, por ejemplo, una cultura exclusivamente matemática, artística o musical. En la vida cotidiana, desarrollar una cultura política es algo complejo, porque implicaría el desarrollo de muchas facultades, especialmente del juicio i el sentimiento. Lo primero, arrancando desde Platón, sería parecido a aquella expresión de, “filósofo es el hombre que ejecuta debidamente la razón” para las decisiones en la vida i en las profesiones; i político no es solamente quien se dedica a la política, sino todo ciudadano de la polis (ciudad) que se preocupa i razona, respecto a los problemas i el porvenir de la patria que, no es solamente el suelo donde nace, sino al cual lo ligan sus ancestros, su historia, su geografía i sus tradiciones culturales que le ligan a ella con raíces invisibles que, le nutren con savia de tierra i de valores. Se ama a la patria como se ama a la madre o a los padres; pero si no se les conoce o se les ignora a propósito, por otros intereses bastardos, jamás se sentirá a la patria. I ello forma parte de la instrucción i la cultura. I la cultura no se improvisa; se talla i se pule como una piedra preciosa durante toda la vida o hasta donde alcance la vida
Mas, al lado de esta generalidad en la cultura, que no es lo que se llama “cultura general” pues quien pretenda saber de todo no profundizará en nada –como desde el mundo romano lo afirmaba Cicerón− o el otro común adagio dice que “el que mucho abarca poco aprieta”, incursionar en política no es integrarse a un partido político, pregonar ideales que no se tienen i aspirar al poder por el poder. Esa es la más nefasta, peligrosa i anti ética posición de los que ignoran a la Ciencia Política i cultivan la politiquería barata i destructora de valores i cosas. Sin embargo la Ciencia Política o la Política como Ciencia tiene un gran problema o dificultad para muchos; hai que estudiar i como en todas las profesiones, estudiar todos los días. Ya para los tiempos de Goethe, este decía que pretender creer que saber es recordar todo lo que se aprendió en la juventud, es una grave equivocación o error, porque todo evoluciona i pasa, exigiéndonos mantenernos al día con el estudio permanente, lo cual permite –agrego yo− progresar i perfeccionar nuestros conocimientos. I desde ya puedo casi afirmar una cosa que me parece cierta: nuestros políticos poco estudian i con sus intervenciones públicas i razonamientos, demuestran cuán poco llevan por dentro o cómo los ha dejado atrás el progreso científico particularmente.
Estudiando, entonces, este aspecto de la cultura que obtenemos por los estudios en la juventud i, especialmente, los que han pasado por una universidad i adquirido una profesión, es fácil percatarse hasta que punto ha llegado ese cuido del acervo cultural, observando el progreso o no, del instrumento básico fundamental de todo aprendizaje como lo es el idioma materno (para identificarlo de algún modo), en nuestro caso el idioma español i no el castellano como un constituyente manipulador, hizo incluir en la Constitución Bolivariana. Cuando hablando i escribiendo, un profesional abogado, médico, ingeniero, odontólogo, farmacéutico, etc., vemos que comete garrafales errores de ortografía, que su sintaxis es deplorable, que el léxico es mui pobre i que, de paso, ni toma en cuenta esos errores ni se avergüenza de ellos; que aunque lee libros profesionales, novelas, periódicos, etc., (aunque muchos le huyen a lo literario, especialmente la poesía) si la herramienta es defectuosa i sencillamente mala, ¿Se puede pensar que hayan aprendido sus profesiones o hayan asimilado conocimientos firmes carentes del medio primario para adquirirlos? Yo conservo notas, pequeños mensajes, cartas llenos de disparates i faltas ortográficas, escritos por universitarios, i tengo que arrancarle a uno de mis cuentos premiados, la página de presentación, porque un presidente de una Asamblea Legislativa se le ocurrió hacerlo, con una hoja en la cual en tres cortos párrafos, habían muchos errores u horrores o confundir un “halla” del verbo haber, con ese del verbo hallar. En una ocasión, en la cual dicté Ética en la Escuela de Educación en L.U.Z. (en suplencia de un profesor en año sabático) tuve que aplazar a un alumno, no solamente por lo pobre de su examen, sino por las docenas de errores de ortografía; cuando reclamó la nota, me dijo ser el Jefe de Supervisión de las escuelas del Estado. En fin, sería largo seguir dando ejemplos, más cuando muchos alegan que eso no tiene importancia. En verdad de eso no se enferma ni se muere nadie, pero pinta en detalle la personalidad intelectual.
Recientemente, en una conferencia, o mejor, en una amena conversación con un colectivo, del escritor i humorista Roberto Hernández Montoya en Maracaibo, ésta se refería a lo que sucede con muchos políticos de la irracional oposición venezolana, quienes con algún título universitario, principalmente abogados, economistas o médicos, al sacarlos de los predios de su profesión, son realmente analfabetos culturales, empezando precisamente por el idioma. Recuerden el disparate o confusión de abogado Blyde, lo que originó la denominación de escuálidos para todos los integrantes de la oposición o tener suficiente entereza para soportar los disparates, los insultos, los graves errores entre el lenguaje objeto i los rasgos lógicos de ese mismo lenguaje, cuando escuchamos a algunos que se estiman “picos de oro”, como Ledezma, Velásquez o Borjes, o igualmente, el mostrenco “verbo” de Carlos Ortega, Carlos Fernández, Cova o Ramos Allup, con sus cambios de voz chillona a lo Betancourt i los gestos de tara loca, con sus brazos i manos. Esto sin contar los peones de informadores de radio i televisión, que también con limitada cultura, son los títeres encargados de desinformar, insultar i mentir. En un artículo como este, en el cual hablo del concepto de cultura inmaterial, cuesta introducir estas líneas para citar ejemplos, pero se hace necesario para orientarnos o saber a quienes me refiero en su evidente demostración de tener un área de conocimientos mui limitada o que se han quedado atrás en el tiempo. Eso le lleva, de manera inconcebible, a hacer una oposición carente de objetividad histórica, de razonamiento filosófico i de sindéresis, lo cual los convierte hasta en traidores a la patria, mientras maquiavélicamente puedan hacer válidos todos los medios posibles, por intentar salir del presidente más legítimo de nuestra vida republicana.
(continuará)