La verdad en la Asamblea Nacional

Todo un poema los rostros de los Diputados de la oposición en la Sesión Ordinaria de la Asamblea Nacional del pasado martes 8 de febrero. Sus expresiones pasaron del entusiasmo a la sorpresa, de allí al desconcierto, para terminar profundamente preocupados. Ante la alegría desbordante de un pueblo en revolución.

Habían llegado felices con bultos y loncheras como carajitos ricos a un primer día de clases, dispuestos a comérsela, a aplastar a la partida de “pata en el suelo” y “desdentados” que han osado quitarles una Venezuela que ha sido  su propiedad a través de generaciones. Ahora si iban a saber los tierruos lo que es el verbo celestial.

Allí estaban ellos. Presentes ahora tratando de recuperar un quinquenio de precioso tiempo perdido en el marco de una democracia que ellos mismos se negaron. Entre tanto le dieron tiempo suficiente a la organización revolucionaria de establecer, tranquilamente y sin molestias, las nuevas reglas del juego democrático. En tiempo de revolución.

La interpelación o recibimiento de memoria y cuenta de los Ministros del Poder Popular del Gabinete político; Interiores y Justicia, Relaciones Exteriores, Comunicación e Información y Defensa encabezados por el propio Vicepresidente quienes junto a la bancada bolivariana se presentaron a mostrarle una vez más a Venezuela y el mundo el ejercicio de la democracia parlamentaria al más alto nivel. Allí se dijo todo, se cuestionó todo, se confrontó todo. Y de paso se les convocó reiteradamente a aunar esfuerzos para enfrentar los más urgentes problemas.

Clara y frontalmente autocríticos y contundentes en sus comentarios y respuestas, nuestros representantes en el alto gobierno dieron ante las cámaras de televisión inequívocas muestras de coordinación, de cohesión, de trabajo en equipo. Unidad que se vio sólida e inteligentemente reforzada por los camaradas que intervinieron en nuestro parlamento popular

Fue necesaria una década larga para que esos dirigentes opositores, a buen seguro de  los más prominentes o por lo menos los más poderosos dado su ubicación como parlamentarios, se dieran cuenta de que en Venezuela se vive un nuevo orden, un orden revolucionario. De que el venezolano ahora habla otro lenguaje. La histórica sesión del lunes fue testimonio de ello.

Una bancada opositora dispersa. Dividida seguramente entre “lechuguinos” y “petimetres” según el brillante estadista que les diera esas definiciones, dio testimonio de los profundos problemas que ese sector político confronta. Dispersos e incoherentes, con las evidentes necesidades de “comérsela” de algunos de ellos, dieron el deplorable espectáculo de unos políticos que pareciera que hubieran llegado tarde a la historia.

El gobierno bolivariano asumió sus logros que son muchos y sus fallas que son bastantes, los dos componente básicos de toda obra humana con la franqueza y humildad de los revolucionarios.

Ciertamente a la par de indiscutibles avances en las áreas de la salud, la educación, alimentación y dignificación del venezolano, de la clara y frontal solidaridad internacional hacia la integración antiimperialista de los pueblos latinoamericanos. Y la importante herramienta que ha significado para todo ello la recuperación de nuestro recurso natural fundamental como lo es el petróleo.

Existen problemas que constituyen una deuda de la República Bolivariana con su pueblo como lo son entre otros la vivienda, el cual ya de por sí bastante serio, se agrava notablemente con los desastres de las lluvias de finales del año pasado. Y el de la seguridad personal. Problema que se reconoce ante el mundo que no está ni remotamente resuelto, pero se dieron inequívocos y abundantes testimonios de la voluntad que ha llevado a tomar importantes medidas para disminuirlo a mediano y corto plazo.

La consigna es “Humanizar el sistema penitenciario de Venezuela” no hacer efectivo un aparato de castigo. Es convertir nuestros centros de reclusión en espacios para la recuperación de nuestros compatriotas y si bien todavía no se puede hablar de estar resuelto el problema a niveles masivos, la presencia de las primeras expresiones del sistema de orquestas penitenciario en el Hemiciclo fue una hermosa muestra de ello.

No me canso de recordar aquel pensamiento del Comandante Fidel Castro:”Cuando lo extraordinario se hace cotidiano….hay la revolución” Y  fue un hecho extraordinario más, ver y oír a nuestros hermanos y hermanas privados de la libertad, con lágrimas en los ojos dar testimonio ante el mundo de la dignificación, de la regeneración del ser humano en la revolución bolivariana. Ciertamente  una pequeña muestra de calidad ante un inmenso problema, pero si así es la semilla cómo será de  hermoso  y frondoso el árbol.

Alguien dijo en alguna oportunidad que la televisión es una ventana de la verdad, en la cual es muy difícil para los rostros, los ojos, las palabras y las expresiones engañar a la gente. El lunes constatamos millones de venezolanos la gran verdad de una revolución franca y cargada de futuro y una contrarrevolución dispersa, amargada y confundida.  
 
 mundoiribarren@gmail.com 


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Edmundo Iribarren


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