Viendo a través de la pantalla de mi viejo televisor, las demostraciones de
afecto que el pueblo brasileño y los hijos de San Martín, le brindaron al
comandante Hugo Chávez, en su reciente visita a esas tierras, no pude
evitar recordar las de una anciana española que en su último viaje a ese
país, gritaba al Presidente: Chavés , Chavez gracias por existir.
Para un aprendiz de escribidor con la ingenuidad política de quien suscribe,
la realidad es fascinante, pero incomprensible a ratos. ¿Cómo puede un
simple mortal, trascender la inmensa campaña de descrédito y manipulación,
que los medios de comunicación de su país y los internacionales han desatado
en su contra, por más de siete años? ¿cómo puede andar por el mundo
abriendo caminos de esperanza y sembrando sueños; si entre sus enemigos se
cuenta el imperio más grande y poderosos que haya existido en el planeta y
el que al mismo tiempo ha asesinado a más adversarios políticos?
Uno que llegó a pensar que Teodoro era bueno porque luchó contra los adecos;
asoció a la Marta Colomina que escribió la Celestina Mecánica, con la bruja
que presentan en Televen y se imaginó que la relación de Baltazar Porras con
Jesucristo, iba más allá de tener el nombre de uno de los reyes magos; no
puede dejar de preguntarse: ¿por qué si Chávez es malo, como dicen en la TV,
los pueblos del mundo no saben sino expresarle cariño y admiración; mientras
que al buenecito de Bush hay que fabricarle barricadas a kilómetros de
cualquier lugar que visite, para evitar que los ciudadanos le expresen lo
que por él sienten? ¿será que a pesar de los rezos que a la virgen le
hicieron en Altamira y de la influencia que en el reino de Señor puedan
tener quienes administran la riqueza de la iglesia católica en Venezuela; la
batalla la está ganando el hijo de una pareja de humildes maestros
venezolanos?
La respuesta no la he conseguido en los sesudos análisis de los asiduos
visitadores de nuestra TV, ni en las columnas de los ilustrados que
semanalmente llenan las páginas de nuestros periódicos; y ni pensarlo que
pueda buscarla en el interior de quien como yo, no es más que un ingenuo que
una vez creyó que Pompeyo y Santos Yorme podían ser la misma persona.
Tampoco la consigo en la explicación de mi sabio padre quien argumenta: es
que ese no es un político, es un enviado del Señor… de ser así, ya Mikel de
Viana habría cobrado sus doce monedas de oro
Ando pues con mi ignorancia política en una nebulosa, buscando las
respuestas y en mi desespero me acerco al pueblo, por aquello de su
sabiduría infinita. Allí no hay muchas argumentaciones filosóficas, pero si
ríos de experiencia e instinto. La respuesta brota de lo más profundo de sus
almas: ese comandante es uno de los nuestros y el ataque de quienes por
siempre nos pisotearon, lo demuestra. Con él nos la jugamos hasta la muerte.
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