Estados Unidos, o la maldición de Frankestein

En cualquier juego los éxitos y fracasos dependen en alguna medida de los errores del adversario. Si algún error es fatal por antonomasia este es el de la arrogancia. La soberbia ciega y no permite conceder una sola virtud al contrincante. La arrogancia conduce a una sobreestimación de las propias fuerzas y la consecuente subestimación, hasta el paroxismo de la negación absoluta del otro.

En general de ese mal han adolecido todos los imperios. Pareciera una enfermedad propia de la potencia desmedida, no obstante, de los conocidos imperios mundiales que han existido a lo largo de la historia ninguno ha sido tan definitivamente más torpe, más lerdo y ciego que el imperio estadounidense. Una paradoja amarga, porque su torpeza pareciera ser inversamente proporcional a su poderío. Han llevado a la perfección la maldición de Frankestein.

Sus ideólogos y estrategas no aciertan aún cuando tengan todos los cupones de la lotería. Es sorprendente el grado de estulticia de la política imperial estadounidense. Estimulan el advenimiento del nazismo en Alemania para oponerlo como perro de presa propiciatorio a la amenaza de la revolución soviética, -su verdadero enemigo- y no bien el can se siente fuerte firma un pacto de no agresión con la Unión Soviética y voltea sus colmillos hacia occidente y el sionismo.

Más recientemente el rosario de despropósitos es espléndido. Temerosos de la herencia nacionalista de Torrijos en Panamá crean un monstruo con sable en Noriega para terminar destruyéndolo poco después dada la inmanejabilidad del títere. Fortalecen y arman, -con las mismas armas químicas que después andaban buscando- a Saddam Hussein para enfrentarlo al "demonio" del fundamentalismo chiíta establecido en Irán y representado por el Ayatolá Jomeini. Propician el exterminio de miles de personas en el brutal enfrentamiento de Iraq e Irán, para terminar atacando a su antiguo socio en la guerra del golfo de 1991 y la actual invasión y ocupación de Iraq.

En momentos en que Rusia mantenía invadido Afganistán apoyan a los Talibanes y crean el actual "monstruo del terrorismo" llamado Bin Laden para oponerlos a los rusos y poco después sufren la cruel mordida del perro insumiso en las Torres Gemelas. Salir a castigar, a como diera lugar, al Movimiento Talibán y Bin Laden empeñó al imperio en una nueva guerra de carácter global contra el terrorismo de la cual difícilmente saldrán bien librados ni ellos ni el mundo.

Toda una cadena de idioteces. No son capaces de anticipar más allá de una jugada en este complejo tablero de ajedrez al cual los obliga su condición de superpotencia económica y militar. En estos momentos el mundo asiste a un nuevo despropósito. Las "elecciones libres" en Iraq han sido vendidas como la quinta esencia de la habilidad imperial y como un rotundo éxito. La realidad es otra y comenzará a mostrar su verdadero rostro en muy poco tiempo.

En las elecciones "libres" iraquíes la Alianza Unida Iraquí ha barrido con sus más cercanos rivales. Esta Alianza, cuyos dirigentes mantienen estrechos lazos con la dirigencia religiosa iraní, está formada por una coalición chiíta unida en torno al Gran Ayatolá Alí al-Sastani. Dentro de la coalición, los dos partidos más poderosos son el Consejo Supremo de la Revolución Islámica y Dawa, ambos partidos religiosos apoyados, -casi dirigidos- por Irán.

La coalición movilizó su gente para llevarlos a las urnas y alcanzar el poder. Sin duda los grandes perdedores han sido los monigotes respaldados por EE.UU. Los chiítas no han llegado al poder para tolerar la presencia de un ejército invasor en su patria. El futuro inmediato se le pone color de hormiga al imperialismo gigante y torpe. Las amenazas de EE.UU., contra Irán, incluso el permiso que Bush ha dado a Israel para que bombardee las instalaciones nucleares iraníes auguran futuros enfrentamientos entre el gobierno chiíta y el imperio. En particular el Consejo de la Revolución Islámica responde a los dictados de Teherán.

Si Irán, como todo parece indicar, sufre de ataques directos o indirectos de EE.UU., es claro que contará con un apoyo incondicional del nuevo gobierno iraquí. El primer campo de batalla, en esa eventualidad, no será Teherán sino, de nuevo, Bagdad. El Ayatolá Sistani, el líder de mayor influencia en la comunidad shiíta y, sin duda, el hombre más influyente en el nuevo gobierno, no sólo es un fiel seguidor de la dirigencia religiosa iraní sino que nació en Irán.

Una vez más, para bien del mundo a la larga, aunque en el corto plazo deba sufrir los embates de este gigante torpe, EE.UU., estará cavando su propia fosa. Realmente es difícil encontrar a todo lo largo de la historia humana un catálogo más completo de brutalidad y estulticia.





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Martín Guédez


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