Hace unos meses, exactamente el 8 de octubre pasado, cuando se conmemoraba
un aniversario más de la muerte de Ernesto Guevara de la Serna, escribí un
artículo donde afirmaba que yo estaba muy lejos de ser un revolucionario.
¿Cómo serlo? si la concepción que de revolucionario tengo es la que nos legó
el guerrillero heroico.
Tenía el Che la humildad de quien actúa por amor a los desposeídos; su
renuncia a cargos dentro del gobierno cubano, para hacer suyas las luchas
independentistas de los pueblos africanos, fue evidencia clara de su
desamor por los privilegios. La valentía que lo convirtió casi en un mito,
fue otra de sus características revolucionarias, la cual acompañó con el
espíritu crítico que lo llevó a oponerse a las pretensiones imperialistas de
la Unión Soviética y el culto a la personalidad que envileció a tanto
militante.
Ese si era un revolucionario y debería servir de modelo a aquellos que con
camisas o boinas rojas se autodefinen como tales, pero viven a la caza de
privilegios.
Nunca será un revolucionario aquel que “factura en mano” pretenda que la
revolución le pague con un puesto o una mejor posición el haber “defendido
el proceso en los momentos difíciles” … mercenarios es la palabra que mejor
los define.
Un revolucionario es humilde y está siempre presto al sacrificio; no hace de
la calumnia su arma de lucha y no se presta para perjudicar a un camarada,
porque su caída lo favorece. La honestidad y la solidaridad son sus cartas
de presentación.
Se puede ser militante o simpatizante de esta revolución, bienvenidos todos,
pero definirse como revolucionario son palabras mayores. En lo personal, y
perdonen lo radical, no creo en aquellos que fueron siempre indiferentes a
las injusticias y ahora no pierden oportunidad de proclamar a los cuatro
vientos, sus cualidades revolucionarias. Un verdadero revolucionario es
modesto y se considera dentro del proceso “una brizna de paja impulsada por
el huracán que es el pueblo”.
Para aspirar a ser revolucionario debe tenerse sensibilidad; ser capaz de
sentir dolor por el infortunio de la patria y los humildes, y estar
dispuesto a sacrificar la vida por esos principios… un paso al frente, pues,
quienes reúnan los requisitos.
Por ello no me cansaré nunca de afirmar que estoy muy lejos de ser un
revolucionario. Me gustaría serlo, pero he de reconocer que es mucho lo que
tengo que aprender y más lo que tengo que crecer en espiritualidad para
merecer ese calificativo.
Ahora, si no somos revolucionarios ¿qué somos?
Sin que por mi mente llegue a pasar la peregrina idea de que puedo calificar
la actitud y la conciencia de quienes militan en este hermoso proceso que
vive nuestra patria, permítame que exprese mi humilde opinión al respecto.
En cuatro grupos dividiría la inmensa multitud que acompaña, empuja y se
esperanza en este proceso:
En primer lugar los revolucionarios, con el presidente Chávez a la cabeza.
Sus características ya las he descrito.
En segundo lugar los militantes que día a día elevan su nivel de conciencia
y recorren el camino sublime de la solidaridad y el amor. Ellos una vez
fueron simples simpatizantes, pero preñados de sueños y convencidos de que
este es el único camino a su realización, transitan la senda que los
convertirá en revolucionarios.
Los amigos de este proceso que prestos están a colaborar, porque comparten
los sueños de justicias, libertad, igualdad y soberanía; integran el tercer
grupo. Ellos a lo larga se convertirán en militantes.
Por último, el objeto de esta nota, los oportunistas. Estos podrán formar
parte del proceso y ocupar, incluso, cargos de dirección, pero nunca fueron
ni serán solidarios con nadie; actúan siempre a la sombra, tratando de
hacerle daño y descalificar a sus compañeros; pregonan ser los más
capacitados para ocupar posiciones de liderazgo; los envilece el poder,
tanto, que cuando obtienen una cuota, los amigos, la pareja y hasta de hijos
dejan de estar a su altura; son valientes con el indefenso y adulantes, cual
reptiles, con los fuertes o poderosos.
Un oportunista es un individuo que trata de hacerse de un entorno acobardado
o incondicional y para ello recurre a todo tipo maniobra. Es capaz de
aprovechar su poder para desplazar a hombres valiosos y honestos, si en esas
posiciones logra colocar a alguno de los que siempre le dice sí; es un
corrupto potencial porque carece de principios y un traidor a mediano plazo,
porque no cree en la lealtad.
En estos oportunistas tenemos no el principal enemigo de la revolución, pero
si uno de los más dañinos. Tarea de todos es desenmascararlos, empaquetarlos
y enviarlos como regalo a sus amigos de la Cuarta.
En resumen, dentro de nuestro proceso tenemos pocos revolucionarios, cientos
de miles de militantes, millones de amigos y algunos oportunistas… ¿cómo se
califica usted? ¿ya identificó algún oportunista?
Alexis Arellano