Militábamos en la Juventud Comunista cuando por primera vez supimos de él. Fueron los tiempos en que desempeñó una respetable labor, primero como Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela y después como Rector. Fuenmayor tendió la mano solidaria que ayudó en sus proyectos de vida a valiosos y queridos camaradas. Y esas son cosas que no se olvidan.
No lo conozco personalmente. Comenzamos a contactarnos cada vez más frecuentemente a través del Internet, primero por su condición de camarada bolivariano y después con las confrontaciones luego de que brincara la talanquera. En mi opinión, dando siempre testimonio de un agudo espíritu crítico y de un alto nivel político e intelectual. Tal vez este sea también un medio para conocer a la gente.
Por supuesto que ese espíritu crítico y alto nivel político e intelectual no son garantía para nada de inocencia de las aberraciones de las que lo están acusando. Harto nos ha enseñado la vida que para ser un criminal depravado no es necesario para nada ser un absoluto ignorante. Pero yo creo que es inocente.
El profesor Fuenmayor está preso en estos momentos. Que es donde debe estar alguien que ha sido acusado de tan graves delitos. No es el primero ni será el último en sufrir semejante condición justa o injustamente, aguardando el desarrollo de un proceso que aclare la verdad.
Y aquí viene la pregunta de las mil lochas. ¿Existen en realidad las condiciones mínimas necesarias que garanticen ese esclarecimiento? Debemos esperar que sí, pero no podemos olvidar algunas azarosas condiciones como la venalidad de algunos funcionarios judiciales y la serie de triquiñuelas que suelen jugarse a través de los pasillos tribunalicios.
Si algo creo tener claro es la ausencia del factor político en esta situación. Hace unos cuatro años cuando comenzaron las acusaciones y procedimientos, las cuales el mismo Fuenmayor se encargó de divulgar por este mismo medio, el acusado estaba del lado de la revolución bolivariana y ahora su ubicación es contraria. Independientemente de que en ambos momentos las condiciones pudieran ser aprovechadas por cualquiera de los bandos, estoy convencido de que no hay motivaciones políticas.
En todo momento y desde entonces, una constante en su discurso era la angustia que le producía que mediante miles de argucias se le privara absolutamente del derecho de ver a su pequeño hijo. Las acusaciones que conocemos ahora al detalle, son más terribles que todos los años de cárcel del mundo, al implicársele en semejantes atrocidades contra su propio hijo.
Ante todo y en base a la presunción de inocencia a que tiene derecho todo procesado, y a lo que hemos compartido en estos últimos años, lo que nos mueve es un profundo sentimiento de solidaridad con este luchador social.
Esperemos que la justicia aunque ciega vea la luz.
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