Echando a un lado las respuestas viscerales que son, a su vez, originadas por retaliaciones viscerales, se hace necesario extender una interpretación del comportamiento que han asumido los medios de comunicación privados desde la derrota que sufrió la oposición en las pasadas elecciones regionales.
Primero que nada, estamos obligados a analizar los resultados de esas elecciones y definir por encima de la victoria, si en verdad interpretaron las aspiraciones del pueblo venezolano o, al contrario, aceptar que hubo una disminución peligrosa de la participación popular en estos últimos eventos electorales.
En el pasado revocatorio, tal y como sucedió en el golpe del 11 de abril–2002 y en el sabotaje petrolero, el pueblo percibió que debía defender el proceso liderado por Hugo Chávez. Sin embargo, comparando la masiva concurrencia de los sectores populares con las elecciones del 31 de octubre, nos encontramos con una diferencia participativa evidentemente inferior y harto peligrosa que nos obliga a estudiarla y a concluir que algo motivó esa ausencia.
Odiosa o no, esta comparación es necesaria hacerla… ¿Qué pasó? ¿Por qué los sectores populares reaccionaron de esa manera?
Una de las causas que originaron esta reacción y que muchos tratamos de obviar, fue la designación de muchos candidatos que no contaban con el respaldo popular o que, repitiendo en la contienda electoral, eran cuestionados por su mala gestión en las alcaldías y gobernaciones bolivarianas. Divididos en algunas regiones, rechazados en otras, el pueblo pasó factura y prefirió protestar con su silencio e inactividad luego de haber batallado heroicamente en el referendo del 15 de agosto.
Por otro lado, bajo la premisa de una victoria aplastante, nuestros dirigentes dedicaron su esfuerzo a crear una imagen irreal de conciliación que, previa sedación de las masas, permitiría que la derecha cambiara su táctica de combate y jugara a “incluir” ciertos sectores camaleónicos en puestos claves del estado para vulnerar el proceso y facilitar la conspiración internacional. A esto no escapa PDVSA, en donde se han ejecutado recientemente razzias en contra del personal que ayudó a rescatar nuestra industria petrolera y tampoco escapan las misiones que fueron factor determinante para consolidar el alto porcentaje de aceptación popular del Comandante Hugo Chávez, hoy atacadas por el burocratismo y la corrupción de pequeños grupos que están apostando a consolidar una nueva burguesía que controle o saque del poder al comandante.
De igual manera, sin entender que el pueblo tiene derecho a expresarse, emergen los grupos radicales de este lado de la acera que no logran percibir la importancia de asumir posiciones cautelosas y hacen evaluaciones intelectuales suicidas cuasi-efectistas, puntuales muchas de ellas, que contribuyen a facilitarles el plan desestabilizador a los fascistas.
Esto lo saben los medios privados y nunca un silencio comunicacional fue tan peligroso. Se replegaron para analizar sus errores y concretar matrices más efectivas que hoy, a despecho del historiador Roberto López Sánchez, han logrado que se dude de nuestras verdades.
Un ejemplo de ello lo constituye el vil asesinato de Danilo Anderson… ¿Cuántos compatriotas no llegaron a dudar de la honorabilidad de Danilo? ¿Cuántos periodistas nuestros prefirieron silenciar sus opiniones en torno al caso Anderson por no perjudicar su “credibilidad” ante la opinión pública? ¿Cómo es posible que permitiéramos que se manchara impunemente la imagen de Danilo Anderson? ¿Cómo se puede hablar de derrota de los medios privados, cuando muchos compatriotas cayeron en ese juego macabro destinado a hundir la imagen del fiscal?
El historiador salta de su silla y decide que La Hojilla es un error porque señalamos que Genatios había elegido un momento de crisis para pronunciarse, cuando pudo hacerlo en otras circunstancias. Un solo programa bastó para descalificar el programa que dirigimos Nestor Francia, Eileen Padrón y quien escribe. Pero no analiza el resto de los programas, la defensa de Danilo, la defensa del proceso, el descifrado de los códigos lingüísticos y la posibilidad de apartarnos para que el pueblo se exprese. De antemano fuimos juzgados y condenados por no aceptar que una estatua se derribara como acto reivindicativo de nuestros pueblos indígenas.
Todavía retumba en mis oídos la conseja de Fidel en reunión que sostuvimos con él en el consejo de estado: “No hay nada más peligroso que los extremismos…”
Quien crea que los medios privados han aceptado de buena gana los avances del proceso, está equivocado y no ha entendido que el enemigo sigue vivito y coleando. Las jineteras no dejarán de hacer su labor de desinformación, porque su labor está directamente vinculada a los planes del imperio. Ignorar esto por capricho o por la rabia que se tenga contra La Hojilla, es ignorar la actual campaña de desinformación que se ejecuta desde Globovisión, Radio Caracas Televisión, Televen y Venevisión, por no mencionar a otros de menor relevancia pero de igual contenido fascista.
Tener pendientes el caso Granda y el caso Anderson para dedicar su esfuerzo desestabilizador utilizando la crisis de Vargas como efecto político, forma parte de esa campaña sucia que podría germinar en los habitantes de las áreas afectadas… ¿Disminuye en algo el riesgo de las campañas mediáticas?... No lo creo.
Por último, nada es eterno y La Hojilla no escapa a esa verdad. Pero, este programa seguirá saliendo a pesar de los ataques de origen personalista.
Cuando tenga que salir del aire, saldrá… y no tendrá que ver el verbo histérico de quienes se creen dueños de la verdad.
Mario Silva
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