“Un elefante se balanceaba sobre la tela de una araña. Como veía que resistía, fue a llamar a un camarada… Dos elefantes se balanceaban sobre la tela de una araña. Como veían que resistía, fueron a llamar a un camarada… Cien elefantes se balanceaban sobre la tela de una araña. Como veían que resistía, fueron a llamar a un camarada… Un millón de elefantes se balanceaban sobre la tela de una araña. Como veían que resistía, fueron a llamar a un camarada… Un millardo de elefantes se balanceaba sobre la tela de una araña. Como veían que resistía, fueron a llamar a un camarada… Un coñazal de elefantes se balanceaba sobre la tela de una araña. Como veían que resistía, fueron a llamar a un camarada… Un ad infinitum de elefantes se balanceaban sobre la tela de una araña. Como veían que resistía, fueron a llamar a un camarada…”
Agradezco muchísimo a todos aquellos que, detractores o consecuentes, han opinado en torno a La Hojilla… De verdad, no sabía que este programa pudiera arrojar tanto análisis, y variopinto además. Desde el más sesudo hasta el más virulento. Desde el más sustancioso hasta el más soso, pero análisis todos muy interesantes.
Como supongo que no van culminar de hacer estos análisis y la canción se va a estirar hasta un número que desconozco, quisiera hacer una reflexión (nunca intermedia porque la vaina se va a extender que jode o, como decía mi viejo: “Éramos pocos y parió la abuela”)
Primero que nada, admitamos de una vez por todas, que el programa de marras despierta pasiones de todo tipo… Unas más que otras (quizás merezca un referendo), estudios sociológicos o quien sabe que vaina psicológica se les ocurra. Pero, de que las despierta, las despierta. Si no lo creen, vean no más la cantidad de visitas que han obtenido todos los artículos que ha publicado Aporrea en torno a La Hojilla y comparen esas visitas con los artículos que les circundan… ¿Es malo? ¿Es bueno? ¡Quién sabe!
En segundo lugar, admitamos que nuestra revolución, y me incluyo a pesar de ser un desconocido que fue conocido apenas hace dos años, a pesar de tener familiares que allanaron y no tuvieron el placer de ser torturados ni tener pedigree revolucionario con cárcel incluida (aún cuando tengo a un primo que conocí hace poco que si le pasaron todas esas cosas que conforman un excelente prontuario), a pesar de ser un gordo temperamental e irreverente, a pesar de ser un intolerante pro-colonialista que no entiende por qué coño se tumba una estatua, a pesar de… en fin, admitamos que nuestra revolución ha parido miles de ideas preclaras, intelectuales, absurdas, ridículas, extraordinarias muchas, todas dirigidas a trabajar para alcanzar un sueño que, sin temor a equivocarme (y créanme he errado por acción u omisión muchas veces), es compartido por todos.
En tercer lugar, admitamos que no somos parcelas y que lo que tú, aquel y yo deseamos, no necesariamente será lo que obtendremos (así les suene a la metafísica de Conny Mendez, a la revolución permanente de Troski, al materialismo dialéctico de Marx o al comeflorcismo de A.C. Bhaktivendantha Swami Prabuhpada). Porque en este mar de conceptos, termino creyendo más en el hombre como máximo exponente de construcción y me ladillan "in extremis" los ideólogos que terminan pensando sin llevar a la práctica esos pensamientos.
En cuarto lugar, admitamos que el pasado, el presente y el futuro son circunstanciales y nadie puede decidir individualmente donde coño colocar los resultados de una idea (aquí si es verdad que alcancé los límites de la filosofía). Solo se van o, simplemente, se quedan, porque más que fenecer siempre se quiere trascender (¡Hostia!).
En quinto lugar, camaradas todos, admitamos que en mayor o menor intensidad, el ataque de las putas de los medios se acentúa y es casi imposible que deje de tecnificarse para exterminar, luego de tumbar al comandante, a cada uno de los que conforman este distinguido grupo de opinadores. Pues, si en algo debemos estar de acuerdo, es que hará falta pellejo para adornar las bayonetas de los golpistas, mientras estemos pensando quien vio la luz primero: si el huevo o la gallina.
En medio de tantos conceptos emitidos en torno a La Hojilla, hubo uno que me impactó (creo fue el artículo de Julio Mosquera) y no fue emitido por alguien que nos felicitara. Más o menos señalaba que los partidos de izquierda se atomizaban aún más que la burguesía y sus partidos, y que, suponía, esta sería la causa de mantener pequeñas organizaciones donde todos se conocieran para poder controlarse unos a otros. Es cierto. Y repetimos uno a uno todos los errores, sin entender que esta canción se hará eterna mientras juguemos a ser infalibles.
Por cierto... En una vaina estamos claros: ¡Todos ven La Hojilla!
“Un carajazo de elefantes se balanceaba sobre la tela de una araña. Como veían que resistía… decidieron montar una cooperativa”.
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