(El Banco Central de Venezuela vs. la regulación oficial de los precios)

Conozcamos Cómo se Estrangula una Economía (II)

Basta con acogernos a la “fórmula del cambio”[1], misma que rige en toda economía de mercado. El mercado es el escenario donde se cumple ineludiblemente la Ley de la oferta y la demanda cuyo principal exponente son los precios, puesto que toda la creación de la riqueza nacional pasa por su comportamiento, en razón de que hasta los inventarios de fábricas se rigen por esas leyes comerciales en sus dominios de los “mercados I y II”.[2] En las economías de mercado, este es el puente insalvable entre el consumidor y el productor, entre el explotador y el asalariado, entre el capitalista y el proletario. El mercado viabilizó la llegada del modo capitalista, e hipotéticamente será la comunidad donde por aquel doblarán las campanas[3].

Del mercado parten todos los datos que incidirán en la política económica de producción, de finanzas, y especialmente del volumen de circulante necesario para la mejor marcha de la economía, como un todo y bajo condiciones normales. El Banco Central está llamado  a cubrir y emitir las estadísticas mercantiles a disposición de todos los productores y consumidores, y a vigilar por el volumen de circulante que garantice la armonía funcional entre precios, oferta, demanda  y circulante, de tal manera que el banco Central es  el ente regulador de precios por excelencia, sin necesidad alguna  de intervenciones gubernamentales. Los controles de precios oficiales, el famoso Control de cambio y otros signos intervencionistas son una clara demostración de la inoperancia eficaz del tren burocrático encargado de las más acertadas funciones monetarias a cargo del banco emisor.

Fijémonos en esto: Los bodegueros saben que si empiezan a bajar las ventas es porque    su clientela confronta problemas de bolsillo, ante lo cual bajar los precios es un expedito mecanismo mercantil que permite vaciar los inventarios. Aparecen los remates, liquidaciones desesperadas, ofertas especiales, etc., y hasta cierres de algunos comercios cuya elasticidad operativa sea muy baja.

Desgraciadamente, esa solución arrastra bajones en todo el aparataje productivo y comercial por el encadenamiento de los medios de producción, los bienes intermedios o de órdenes superiores, a los de primera necesidad de consumo final. La economía suele deprimirse de cabo a rabo y estos efectos suelen ser de larga duración mientras las empresas van rítmicamente reprogramando sus pautas de trabajo.

Para un nivel de empleo más o menos estable, en el caso de las devaluaciones de la moneda nacional, resulta obvio que la demanda se constriña, ante lo cual de poco servirá que el gobierno implemente subsidios, subvenciones[4], ferias y hasta aumentos del salario mínimo. Todas estas medidas buscan suavizar las reacciones políticas adversas que el pueblo necesariamente tendrá ante una baja real de sus ingresos, puesto que son la traducción lógica de cualquiera devaluación por bienintencionada que ésta sea.

Puede ocurrir (caso venezolano de los últimos tres -3- quinquenios, aprox.) que en vez de bajar la demanda como consecuencia de una devaluación, esta permita subones de precios con cargo a los ahorros de la clientela, por lo menos mientras en gobierno improvisa las consuetudinarias medidas de subsidios, subvenciones, congelación de precios y otros indeseables controles intervencionistas. Además, si por alguna razón existe un volumen de circulante que ha sido el resultado de acuñaciones y emisiones distanciadas de las necesidades que la ecuación del cambio[5] aconseja, y dentro de una economía donde los inventarios suelen ser renovados con importaciones,  es natural que la industria y el comercio involucrados   opten por subas en los precios, como si se tratara de un aumento del circulante o de que la clientela mejorara de ingresos. Son subas de precios estrictamente monetaristas, tal como estacionalmente ocurre en Navidad, por ejemplo. En este caso, concomitan dos variables impulsoras de estas subas: La devaluación del bolívar frente al dólar,  y el excesivo circulante; digamos, el encarecimiento oficial e inducido del pecio de las importaciones por causa de cambios desfavorables de la paridad de la moneda nacional, y los dictámenes de la ecuación del cambio.

 Por supuesto, la depresión económica que se deriva de las devaluaciones, ante un aparato productor consumidor de importaciones encarecidas por la misma  devaluación, no sólo hace de esta política cambiaria una medida tomada a contrapelo de la economía nacional, sino que exhibe una palurda tolerancia de la deficiente  gestión de un Banco Central, como el de Venezuela, que, entre otros desaguisados, permite la circulación de tres tipos de moneda en la circulación , y que no ha sabido implementar las medidas de control de precios   para las que está plenamente autorizado, en lugar de dejar que el Ejecutivo Nacional tome medidas regulatorias y paliativas, generalmente aplicadas con fines más políticos y transitorios  que económicos y con mayor estabilidad funcional.

Efectivamente, hemos apuntado en esa dirección en la entrega anterior[6], y ahora enfatizamos que, ante subas de precios que   cuenten con financiamiento[7] en el público consumidor, tanto de dólares como de moneda nacional, la encomienda bancaria debería ser simplemente congelación inmediata absoluta de más emisiones de dinero nacional circulante, y hacerlo necesariamente acompañado de un aumento del volumen de divisas en el libre mercado. Con esas inyecciones de dólares, por ejemplo, aumentos de los cupos per cápita para compras importadas y viajes al exterior, bajaría la cotización de esa divisa, sus ventas aumentarían y menor sería el circulante de moneda nacional en manos del público consumidor final; las subas de precios de las mercancías nacionales se detendrían y hasta podrían revertirse.

El Ejecutivo Nacional no puede seguir convirtiendo dólares petroleros en bolívares, al  lado de sus importantes fuentes ordinarias de ingresos no petroleros. Esta falla Gobierno-Banco Central ha sido causa de nuestros déficit fiscales, procesos inflacionarios y estancamiento sostenido de una economía que no termina de despegar con motores más potentes y duraderos, a pesar de haber dispuesto de enromes recursos de capital.  

Es un lamentable hecho que el  Ejecutivo Nacional ha estado disponiendo de excesivos recursos petroleros comerciales ( no derivados del  trabajo) para  su conversión  en un  ingente y desmedido volumen de circulante criollo que es la principal causa de inflación permanentemente inducida ante la mirada complaciente del Banco Central, incapaz, como hasta ahora ha sido durante los últimos lustros, para regular los precios mediante medidas monetarias técnicas autónomas, y no por decretos presidenciales para regular el precio de la divisa, ni controlar la demanda por las citadas ayudas económicas de subsidios y subvenciones como: Mercal, préstamos blandos a empresarios de dudosa empresariabilidad, cesta tickets, etc.

Paradójicamente, en principio, causa inmediata de contracción en la demanda son las   devaluaciones, por un lado, y por otra la mantienen   por el excesivo circulante proveniente de una equivocada política financiera aplicada al Ingreso petrolero, asumida por el Ejecutivo nacional al margen de las sanos controles monetarios previstos en los estatutos de toda la banca central mundial.

De allí que la economía nacional no se anime a mejorar la oferta de bienes que debería estar y hallaras en armonía con esa ingente masa de circulante que, al parecer está viciosamente encerrado dentro del mercado monetario sin reflejarse en los centros fabriles, salvo para estimular alzas de precios derivadas del mencionado Control de Cambio y de las estranguladoras devaluaciones de la moneda nacional.

Ante bajones de precios_ caso atípico_, el banco puede inyectar circulante para dotar al consumidor de mayor poder de compra, si  estimula   bajas en la tasa de interés bancario, menor encaje, medidas que  podrían ser suplida por una simple revalorización de   moneda nacional, ya que de esta manera aumenta de inmediato en poder de compra que, sí a ver vamos,   podría incentivar la producción y reactivar el deprimido aparataje productivo. Así como la devaluación estrangula la economía, obviamente, la contradevaluación o revalorización de la moneda nacional  que, si bien incentivaría también las subas de precios,    termina conservando los ahorros familiares, y, con sus efectos en la cadena de medios de producción, la oferta empezaría a crecer por sí sola sin necesidades dádivas o otros mecanismos que intervencionistamente asume el Ejecutivo nacional, y que no son otra cosa que recursos económicos puestos más bien al servicio de la política personal de gobiernos  oportunistas.

Reafirmamos que una poderosa causa que constantemente incrementa el volumen de nuestro circulante monetario, al margen de las necesidades productivas, es el Ingreso petrolero proveniente de una valoración estrictamente comercial. Como sabemos, el petróleo carece de valor trabajo, puesto que en su elaboración no interviene trabajador alguno.

Efectivamente, el Estado venezolano es un permanente inyector de circulante monetario mediante su privilegiada disponibilidad comercial de ingentes cantidades de dólares que tentadoramente se prestan para su conversión en nuevas y anuales masas de dinero fácil, sin respeto alguno por la correlación que debe mantenerse entre oferta y demanda, entre producción y mercado. De allí que Control de Cambio, devaluaciones, el  Ingreso petrolero inadecuadamente convertido en bolívares, al lado de la evidente desidia e inoperancia del Banco Central de Venezuela, son un embriagador cóctel politicoeconómico  de nefastas consecuencia para una economía que a las claras vemos cómo está siendo estrangulada por las devaluaciones, por el Control de cambio y por la ausencia de un mayor intervencionismo  del Banco Central, para una mínima injerencia política por parte del gobierno nacional, y un disciplinado respeto por la “ecuación del cambio monetario”.





[1] Heinrich Freiherr. von Stackelberg, Principios de Teoría Económica, Parte I, Cap. II.

[3] Carlos Marx descubrió la “Ley de la tendencia hacia la baja de la tasa media de ganancia”, cuestión que haría irrentable cualquier inversión de capital con fines crematísticos.

[4]  Subvención es ayuda financiera estatal a los empresarios, a diferencia del subsidio que va a favor del consumidor.

[5] Hemos denunciado la aberración financiera que impera en Venezuela con un Banco Central permisivo de la circulación de tres (3) tipos de monedas que tienen un curso normal como si todas fueran de curso legal, siendo que dos (2) de ellas perdieron legalidad y fueron sucesivamente reemplazadas por   la que oficialmente existe al lado de las otras dos.

[7] No hay duda de que toda inflación presupone financiamiento al contado o a crédito.

marmac@cantv.net



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Manuel C. Martínez M.


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