Sindicalismo y "sindicalerismo": caras de diferentes monedas

Tres grandes movimientos o tendencias organizativas de la clase trabajadora marcaron el desarrollo de la sociedad durante los siglos XVIII y XIX, que hoy por hoy se mantienen vigentes a nivel mundial, con énfasis en América Latina dada la innegable influencia europea y las particularidades socio-culturales de la región. Nos referimos a la triada Sindicalismo-Socialismo-Cooperativismo, cuyas referencias históricas y validez contemporánea constituyen la esencia de la presente reflexión, muy especialmente la primera de ellas:

El movimiento sindical de los trabajadores tiene su génesis a comienzos del siglo XIX, como efecto de la Revolución Industrial en la Europa de 1775 y la  consecuente sustitución de mano de obra por máquinas generando sobrexplotación a los trabajadores, que debían aceptar condiciones laborales paupérrimas para encontrar y mantener un empleo, surgiendo así las primeras organizaciones sindicales formales entre 1824 y 1829.

Casi paralela a la Industrial se produce, también en Europa, la Revolución Francesa (1789), proceso que profundizó la lucha por reivindicar los derechos sociales ante la masiva proletarización emanada del capitalismo industrial, que ascendía vertiginosamente apoyado por el naciente Estado burgués sustituto de la monarquía, surgiendo la idea del sistema social, económico y político basado en la producción planificada para el bienestar general: el movimiento socialista (1845).

Igualmente en el marco de aquéllas revoluciones surgió el movimiento cooperativista como alternativa para la clase trabajadora que, mediante la unión de esfuerzos y el trabajo colaborativo, podrían operar conjuntamente (co-operar) empresas de propiedad colectiva que garantizaran la estabilidad laboral y mejores condiciones de vida, iniciándose este con la fundación de la “Sociedad de los Pioneros de Rochdale”, Inglaterra, en 1844.

Apartándonos del enfoque eurocentrista, podemos afirmar sin ambages que las fortalezas socioculturales de Latinoamérica han jugado y juegan un papel preponderante en el desarrollo y consolidación de estas tendencias organizativas de los trabajadores en nuestros países, pues la capacidad gregaria, la disposición al trabajo, el espíritu de lucha y las ansias de libertad, han estado presentes en estas tierras desde mucho antes que llegara el colonizador europeo, las que se mantienen en el combate contra cualquier forma de dominación imperial y en procura de construir un futuro propio y mejor.

De lo anterior se desprende la importancia que la Revolución Bolivariana ha otorgado a la referida triada, dado su carácter eminentemente humanista, y por ende laborista, colocándose a los trabajadores y trabajadoras como epicentro del desarrollo nacional, en tanto fin último de la acción política fundamentada en los principios ancestrales del “buen vivir”.

No obstante, es necesario reseñar las patéticas desviaciones sufridas por el sindicalismo en la historia reciente venezolana, producto del abandono a los principios originarios y su coalición con el sistema que produjo su surgimiento: el capitalismo, lo cual degeneró en el denominado “sindicalerismo”, práctica cuarto-republicana basada en la cuadratura por los cargos, el tráfico de influencias, cobro de comisiones, negociación de contratos y, fundamentalmente, la consideración de los aumentos salariales como única meta-objetivo de las reivindicaciones gremiales.

De tan lamentable descarrío, aún enquistado en algunas organizaciones sindicales, recordamos el papel jugado por la CTV en el Golpe de Estado del 11 de abril de 2002, así como el extraño “hermanamiento” con FEDECAMARAS y la meritocracia patronal de la antigua PDVSA durante el paro petrolero de 2002-2003, que pervive en los frecuentes intentos desestabilizadores actuales al descartar las necesidades que se están satisfaciendo a la clase trabajadora venezolana en aras del buen vivir, más allá de lo meramente salarial, encontrándonos con sindicaleros de la enfermería que se cosen los labios a la usanza de los estudiantes “cachiteros”, así como sindicaleros universitarios exigiendo un inalcanzable 125% de incremento salarial.

Tan obcecado es el sindicalerismo venezolano, que no sólo desconocen los beneficios integrales del bono alimenticio, política de vivienda, créditos para vehículos, entre otros, sino que además lo que es su meta-objetivo: el aumento de salario, siempre les parecerá insuficiente, pese a que Venezuela es el único país del mundo que mantiene los aumentos salariales en medio de la crisis financiera del capitalismo internacional. Parece que obvian exprofeso, muy especialmente los universitarios, que en USA y Europa están reduciendo el sueldo y los puestos de empleo a los profesores universitarios, para financiar los gastos de guerra contra Libia, práctica que históricamente ha sido la vía expedita por la que el capitalismo reactiva su devastada economía.

Ahora bien si el Gobierno Bolivariano mejora los salarios y otros beneficios sociales como política, es vital entonces que nuestros sindicalistas serios, que los hay y siguen surgiendo, asuman otras banderas en procura de mejores condiciones laborales en tributo al Buen Vivir, las que evidentemente implican otras cuestiones como la formación laboral-profesional, el ambiente integral de trabajo, la recreación, entre otros, que permitirían la contextualización del sindicalismo original a las condiciones de la sociedad naciente.

Como lo hemos expresado en otras ocasiones: resulta innegable la existencia de dos modelos socioeconómico-políticos diametralmente opuestos, que tienen por supuesto monedas distintas, con caras que necesariamente han de ser diferentes. En ese mismo contexto afirmamos que los y las sindicalistas de nuevo tipo y propósito deben distanciarse de los sindicaleros de vieja estirpe y, a conciencia, asumir que son caras de diferentes monedas.  

albanozam@yahoo.com


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Albano Zambrano

Economista Agrícola. Profesor de la UPT ?Argelia Laya?

 albanozam@hotmail.com

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