Primeramente debemos saber que la moneda de un país tiene tres funciones primordiales, que son: a) como medio de pago en las transacciones económicas nacionales, bien sea para el intercambio comercial de bienes y servicios, o en el pago de salarios y otras remuneraciones; b) como unidad de medida para las cuentas nacionales, mediante las que se registra o asienta la contabilidad económico-financiera del país; c) como expresión de la independencia y soberanía política de una Nación, razón por la cual en su acuñamiento e impresión se colocan representaciones de la nacionalidad, tales como héroes y heroínas de la Patria, los símbolos patrios, animales, plantas y flores autóctonas, entre otras.
Esta última función constituye, en nuestro entender, la condición más importante del signo monetario nacional, en tanto valor identitario estrechamente vinculado al gentilicio del país, sus valores y su confianza, cuya denominación en el caso venezolano homenajea el nombre de nuestro más grande e ilustre connacional: BOLÍVAR, con quien nos identificamos todas y todos y en quien confiamos quienes amamos a esta Patria y la sentimos como el más grande legado recibido de nuestros padres, con el gran encargo de legarla a nuestros hijos...
Es así que nuestro bolívar como signo monetario, además de servirnos para pagar nuestras compras, cobrar nuestro salario y presentar la contabilidad micro y macroeconómica nacional, nos sirve para identificarnos y reconocernos con nuestra nacionalidad, en nuestra cotidianidad y a lo largo de nuestras vidas, convirtiéndose en parte sustantiva de nuestra subjetividad valorativa, más allá de la objetividad económica del valor de cambio, pero estrechamente vinculada a ella en función a la sensación de bienestar o malestar que nos produce saber si tenemos o no los bolívares suficientes para cubrir nuestros gastos de vida presentes y futuros.
Y es precisamente en esta mezcla de lo subjetivo-objetivo que el signo monetario se convierte, por obra y gracia de los intereses político-económicos, en un centro de ataque y a la vez en poderosa arma de la guerra económica que, con fines políticos, se ha desatado contra la Revolución Bolivariana.
Necesario es recordar que la "devaluación subjetiva" que ya hemos referido en otras ocasiones, tiene su origen en el absurdo posicionamiento mediático logrado desde hace ya algunos años por el "dólar virtual", posicionamiento al que de alguna manera todas y todos hemos contribuido: desde el nivel más alto del gobierno hasta el más humilde trabajador, pues al conferirle tanta importancia lo hemos magnificado entre el imaginario colectivo.
Es obvio que una vez posicionado subjetivamente el dólar, es decir, logrado su reconocimiento, aceptación y confianza popular como "el billete fuerte que todo lo resuelve", nos encontremos ahora con que la gente común habla más de los dólares que ni siquiera ha visto, en lugar de los bolívares que le han acompañado toda su vida, llegando a renegar abiertamente del propio signo monetario que le identifica…
La anterior reflexión fue hecha por un hombre común del pueblo en una conversación casual, quien agregó además que "esa fue la estrategia profe: preparar el escenario para que los títeres salgan ahora a decir que dolarizarán a Venezuela, o sea, a quitarnos el bolívar de la boca y de los bolsillos…no se cansan de traicionar a la Patria y ahora quieren ir más allá: quieren quitarnos a BOLÍVAR…"
Seguramente algunos economistas sesudos y academicistas engolados no lograrán entender el mensaje anterior. Es muy seguro que en su empeño por "mover la colita" como aquél corrupto ex presidente peruano, le quitarán importancia a la reflexión popular y seguirán en su empeño mediático de que "hay un alto porcentaje de venezolanos que aprueban la dolarización", obviando seguramente por ignorancia inducida que, para el pueblo llano, el signo monetario va mas allá del valor fiduciario y que el venezolano nunca perdona a quienes van más allá de la Traición a la Patria…