María Magdalena: Rectificar una historia distorsionada (I)

"Las prácticas de memoria de las mujeres son un ejercicio de resistencia y reivindicación de sus experiencias y logros, a pesar de la imposición de silencio y olvido de su pasado."

La interpretación feminista de la historia de Miriam de Magdala ilustra otra práctica de memoria que permite orientar la búsqueda en la misma dirección. Las contribuciones de esta mujer al ministerio de Jesús, que están recogidas en los cuatro evangelios canónicos y en textos extra bíblicos posteriores, como por ejemplo "El Evangelio de María"; su fidelidad en el momento de la crucifixión, y su liderazgo como primer testigo apostólico de la resurrección la sitúan en un puesto de privilegio en el proceso de fundación de la ekklesia. Sin embargo, siglos de construcciones patriarcales en la literatura, en el arte y en la predicación, han pintado a Magdalena, sobre todo, como una pecadora arrepentida, seguramente una prostituta, que es perdonada por Jesús por pecados de naturaleza sexual. Nos enfrentamos a una cuestión de carácter ético, porque la distorsión que supone convertir la historia de una mujer con liderazgo apostólico en la de una mujer a la que se recuerda, sobre todo, como una transgresora sexual, es profundamente incierto. A una poderosa dirigente religiosa se la transforma en una hermosa y complaciente pecadora, símbolo de la sexualidad femenina redimida. Como lo hacen todas las mentiras, esta le priva de la integridad de su propia vida. Estafa a las mujeres la peligrosa memoria de su discipulado, dejándolas sin una pieza clave de historia con la que construir la resistencia al dominio eclesiástico masculino. Además, priva a toda la Iglesia del poder profético de la memoria del liderazgo de las mujeres. Al releer los textos, las estudiosas feministas ponen de relieve un escenario diferente, en el que se inscribe su historia. Esta María pertenece al grupo de mujeres galileas que dejan sus hogares para seguir a Jesús en su ministerio itinerante. El Evangelio de Lucas describe la situación:

"Él prosiguió después su camino por ciudades y aldeas, predicando y anunciando en ellas el evangelio del reino de Dios. Con él iban los Doce y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y de enfermedades: María, llamada Magdalena, de la cual habían salido siete demonios; Juana, la mujer de Cusa, administrador de Herodes; Susana y otras muchas, que les ayudaban con sus propios bienes.(Lc 8,1-3)"

En el lenguaje bíblico, la presencia de espíritus malignos indica casi siempre que una persona está enferma, posiblemente de epilepsia y, más verosímilmente todavía, de una enfermedad mental. María Magdalena es evidentemente una mujer enfermiza, cuya relación con Jesús desemboca en una nueva vitalidad; es entonces cuando se une a su ministerio como amiga fiel e influyente, como discípula diligente. La posición en la que aparece su nombre, situado siempre en primer lugar entre las mujeres que acompañan a Jesús, sugiere su liderazgo.

Todo esto llega claramente a su punto culminante cuando, en el momento en que los discípulos varones marchan a esconderse, las discípulas galileas constituyen el punto de continuidad en la narración de la muerte, sepultura y resurrección de Jesús. La narración de Mateo las presenta juntas y en vela al pie de la cruz: "Había también allí muchas mujeres que miraban desde lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle. Entre ellas estaba María Magdalena, María la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo". (Mt 27 55-56) Todas ellas asisten al entierro de Jesús: "José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo puso en un sepulcro nuevo, de su propiedad, que había excavado en la roca. Hizo rodar después una gran piedra hasta la puerta del sepulcro y se fue. Pero María Magdalena y la otra María estaban allí sentadas frente al sepulcro". (Mt 27 59-61) Y juntas descubren la tumba vacía: "Pasado ya el sábado, cuando despuntaba el alba del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. De pronto se produjo un gran terremoto". (Mt 28,1-26) El Cristo resucitado les confía la experiencia de su nueva vida: "Ellas se alejaron a toda prisa con miedo, pero con gran alegría, del sepulcro, y fueron corriendo a llevar la noticia a sus discípulos. Y de pronto, Jesús les salió al encuentro y las saludó: "¡Salve!"". (Mt 28,8-9) Cristo les encarga la misión apostólica de dar testimonio de la buena noticia a los once y al resto: "No tengáis ya miedo. Id a llevar la noticia a mis hermanos". (Mt 28,10) Lucas afirma: «Contaban estas cosas a los apóstoles María Magdalena, Juana, María la de Santiago y las demás que las acompañaban». Juan destaca a Magdalena y describe el encuentro entre el Cristo resucitado y esta amada discípula con gran detalle: «El primer día de la semana, muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena va al sepulcro y ve quitada de él la losa»; después de la experiencia de profundo reconocimiento entre la mujer sollozante y el hortelano –"¡María!" "¡Rabbuní!"- ella llega al más alto grado apostólico: "María Magdalena va entonces a anunciar a los discípulos: "¡He visto al Señor!", y que le había dicho estas cosas"". Marcos sintetiza el acontecimiento: "Habiendo resucitado al amanecer, en el primer día de la semana, se apareció primeramente a María Magdalena, de la que había arrojado siete demonios. Ella fue a anunciarlo a los que habían estado con él, que estaban sumidos en la tristeza y en el llanto. Ellos, cuando oyeron decir que vivía y que ella lo había visto, se resistieron a creer".

Si se suprime el testimonio de las mujeres de la narración de la muerte y resurrección de Jesús, el relato se desbarata. Guiadas por María Magdalena, son ellas las discípulas que actúan públicamente para mantener las conexiones entre todos los sectores implicados en este acontecimiento decisivo y también entre Jesús y los discípulos varones, presos del miedo y la vergüenza. Guiados por María Magdalena descubren, más allá de la tragedia, una nueva venida del Espíritu y comprometen sus energías la visión resultante de un mundo nuevo.

Los escritos extra bíblicos, como el "!iálogo del Salvador", el "Evangelio de Felipe", el "Evangelio de Tomás», y el "Evangelio de María", prosiguen esta tradición y dan cuenta de una rivalidad entre los discípulos Magdalena a propósito del derecho que ella pueda varones y tener a ocupar una posición tal de liderazgo. El estudio de Elaine Pagels sobre la consideración de María Magdalena por parte de los gnósticos, por ejemplo, investiga el episodio que aparece en el "Evangelio de María", cuando los discípulos, aterrorizados por la muerte de Jesús, animan a María Magdalena a que les ayude, contándoles las cosas que el Señor le había enseñado. Ella les instruye con asiduidad hasta que Pedro le interrumpe con acritud preguntando: "¿Ha hablado con una mujer sin que lo sepamos, y no manifiestamente, de modo que todos debamos volvernos y escucharla? ¿Es que la ha preferido a nosotros?"Confundida por el menosprecio de su testimonio y de su relación con Cristo, María responde: "Pedro, hermano mío, ¿qué piensas? ¿Supones acaso que yo he reflexionado estas cosas por mí misma o que miento respecto al Salvador?".En este momento, Leví interrumpe la conversación para mediar en la disputa, confinando a Pedro al ámbito de los poderes malignos y defendiendo a María: "Pedro, siempre fuiste impulsivo. Ahora te veo ejercitándote contra una mujer como si fuera un adversario. Sin embargo, si el Salvador la hizo digna, ¿quién eres tú para rechazarla? Bien cierto es que el Salvador la conoce perfectamente; por esto la amó más que a nosotros". El resultado de esta intervención es que los demás también acuerdan aceptar la enseñanza de María Magdalena y, animados por sus palabras, marchan ellos mismos a predicar. En una interpretación ampliamente aceptada, Pagels sugiere que estos escritos de los siglos II y III utilizan la figura de María Magdalena como un símbolo de la actividad de las mujeres en el ministerio, que estaba desafiando los esfuerzos de los varones, simbolizados por Pedro, para suprimir a los visionarios y a los líderes femeninos con el fin de desarrollar una comunidad eclesial ortodoxa.

Tomados todos juntos, los textos bíblicos, así como su posterior trayectoria en la literatura gnóstica, presentan la memoria de María Magdalena como una discípula de Jesús de fe poderosa y valiente testigo de su vida y destino, una madre fundadora de la Iglesia, una mujer sabia, reveladora y maestra, intérprete del mensaje de Jesús en la Iglesia temprana, una mujer amiga de Dios. Pronto fue honrada con el apelativo de "apóstol de los apóstoles" por la fortaleza de su palabra testimonial; los textos gnósticos la describen como la compañera más íntima de Jesús, un símbolo de la Sabiduría divina, digna de alabanza porque "habló como la mujer que conocía el Todo". ¿Cómo fue posible, entonces, citando el planteamiento de la cuestión que hace Jane Schaberg, que el primer testigo apostólico se convirtiera en una prostituta?

Técnicamente, esto sucedió cuando los predicadores varones y los intérpretes de la Biblia mezclaron los relatos sobre diversas mujeres que aparecen en el Nuevo Testamento. Existe el relato de Lucas sobre una anónima "una mujer pecadora que había en la ciudad" que se atreve a entrar en una cena privada para ungir los pies de Jesús con sus lágrimas y su aceite perfumado; en contra de las objeciones del anfitrión Jesús perdona sus pecados por haber mostrado tantísimo amor. Además del relato de la mujer sorprendida en adulterio a la que Jesús libra de la lapidación, Juan cuenta la historia de otra unción de los pies de Jesús realizada con un costoso y fragante perfume, siendo protagonista, esta vez, María de Betania, herma na de Marta y de Lázaro, al que Jesús había resucitado. Está también el relato de Marcos sobre una discípula anónima que unge a Jesús, no en los pies, sino en la cabeza, con ungüento de nardo muy costoso, señalando de esta forma proféticamente su destino mesiánico en la cruz; es aquella sobre la que Jesús declara que dondequiera que sea predicado el Evangelio se tendrá que hablar de su acción "para recuerdo suyo". Todas estas son mujeres diferentes y ninguna es María Magdalena. En verdad no existe un relato bíblico que presente a María Magdalena como una prostituta o como una pecadora de cualquier otro tipo, y ninguno que la presente ungiendo a Jesús y recibiendo el perdón de sus pecados. Sin embargo, estas historias diferentes se han mezclado bajo su nombre y el resultado ha sido que, desde la época medieval, ha devenido en una pecadora arrepentida de su conducta sexual.

El análisis feminista se niega a atribuir todo esto a una equivocación inocente; por el contrario, lo considera un ejemplo llamativo de lo que sucede cuando los símbolos teológicos y religiosos son gestionados, casi exclusivamente, por los varones en un marco patriarcal. Entonces, el poder de la mirada de los varones, que confina a las mujeres a la categoría de seres que satisfacen las necesidades de la psicología masculina, en vez de considerar- las en su total integridad, alcanza la máxima influencia. Conscientemente o no, generaciones de intérpretes varones han construido el retrato de Magdalena de acuerdo con su propio sueño de amor y de culpa sexual, con elementos de eros y agape entrelazados. La fantasía de una relación con una mujer hermosa y soltera ha conducido a descripciones artísticas de ella que han desembocado en innumerables pinturas, donde se la representa con pechos voluptuosos, pelo largo y rizado, y desarreglada, mientras que la necesidad de justificar esta fantasía la sitúa con la mirada fija en una calavera o en una cruz. Lo que destaca por encima de todo es "la mujer" como objeto de deseo atractivo e inalcanzable o como símbolo de arrepentimiento por el pecado. ¿Y la mujer como líder creador, elegida por Cristo? Presumiblemente no.

Las estrategias feministas de interpretación corrigen esta distorsión ofreciendo una crónica diferente, más clara y más auténtica. En su esencia, Miriam de Magdala es una mujer judía del siglo i que habla y actúa por el poder del Espíritu-Sophia. Fiel discípula de Jesús durante su ministerio, primer testigo del Cristo resucitado, avivada por el fuego del Espíritu en Pentecostés es una dirigente apostólica que ayuda a desarrollar el mensaje evangélico y que sigue predicando a Jesús una vez que éste se ha ido. En todos los textos en los que aparece actúa como una figura de sabiduría con la autonomía personal nacida de su propia postura ante Dios, una libertad relacionada siempre con el círculo de mujeres y de discípulos varones, en cuyas historias queda insertada luminosamente la suya propia.

En un midrash feminista sobre los evangelios, Rosemary Radford Ruether presenta a María Magdalena -después de que Pedro y los demás hubieran rechazado su testimonio sobre el Cristo resucitado y siguieran discutiendo sobre quién debía ser el primero en el reino- marchándose a un lugar tranquilo fuera de la ciudad, sentada bajo la sombra de un árbol. "Era consciente de que había vislumbrado una novedad trascendental, la llave para penetrar en el misterio total del mundo futuro al que no habían accedido durante la vida de Jesús." Él había tratado de enseñar la inutilidad de las fantasías de poder y de venganza, y la maldad de las relaciones de dominación-sometimiento aunque se hicieran en nombre de Dios. Su muerte había mostrado que Dios no era el gobernante celestial en cuyo nombre los hombres podían enseñorearse de sus semejantes en la tierra, sino un Dios cuya sangre se había derramado sobre la tierra para crear un nuevo corazón en nosotros. Pero ahora Pedro y los que pensaban como él estaban muy ocupados en alcanzar el trono de nuevo, convirtiendo, incluso, a Jesús en un nuevo Señor y Maestro en cuyo nombre podían gobernar, en cualquier caso, humildemente . "María se estremeció. "¿Existe alguna forma de romper este velo, de dejar que brille la luz de ese otro mundo? Quizá se pueda rescatar todavía de la distorsión algo de esta visión. Otras personas, incluso mujeres como yo misma, contemplarán algo de la verdadera visión y me reconocerán como su hermana".

Al corregir la distorsión de la memoria histórica de María Magdalena, esa "querida amiga de Dios", las mujeres encuentran a una compañera, cuya memoria les brinda un fogonazo dinámico de fiel amistad, iluminación espiritual y liderazgo confiado, desafiándolas con un relato que advierte sobre cómo hasta el mejor de los testimonios puede desvirtuarse por la presión del dominio patriarcal.

BIBLIGRAFIA BREVE

  • Elina Voula, Teología de la liberación y teología feminista. Los límites de la liberación, IEPALA, Madrid, 2000.

  • Lavinia Byrne, Mujeres en el altar. La rebelión de las mujeres para ejercer el sacerdocio, Ediciones B, Barcelona, 2001.

  • Karen King, María de Magdala. Jesús y la primera apóstol, Poliedro,Barcelona, 2005.

  • Jane Schaberg, La resurrección de María Magdalena. Leyendas,apócrifos y Testamento cristiano, Verbo Divino, Estella, 2008.

  • Lluís Busquets, La historia oculta. María, madre de Jesús, y María Magdalena, Destino, Barcelona, 2009.



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Luis Antonio Azócar Bates

Matemático y filósofo

 medida713@gmail.com

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