Recordando al Libertador

En enero de 1820 se lamentaba el Grande Hombre en dialogo con sus generales cabalgando de Angostura a Bogotá: “Por dondequiera que voy hay desunión y desorden, pronto vendrá la muerte.” ¡Qué pueblo infernal tenemos aquí! “Me he convencido más y más, que la libertad, ni las  leyes, ni la mejor instrucción, nos pueden hacer gente decente. En nuestras venas no corre sangre, sino maldad mezclada con terror y miedo”. “Todo lo que nos ha precedido está envuelto con el negro manto del crimen. Somos un compuesto abominable de esos tigres cazadores que vinieron a América a derramarle su sangre”. 

Un Gobernador de Maracaibo escribía así al Ministro del Interior: “El espíritu del mal, el causante de todas las desgracias, el opresor de la patria ha muerto”.

La estremecedora epístola se refería nada menos que al Libertador… Traía fecha del 21 de enero de 1831. Es decir, treinta y seis días después de haber muerto en Santa Marta el Padre de la Patria… Lo que en correo de postas, dada la importancia de la noticia, no tenía por qué tardar más de cinco días… Bolívar murió odiado por buena parte de los venezolanos.

Hasta 1842 sus familiares no se atrevieron a trasladar sus restos a Caracas, y hasta el advenimiento de Guzmán Blanco en 1871 el culto a Bolívar, aunque se practicaba oficialmente, estaba mediatizado por el resentimiento.

El corazón de Bolívar, que había sido enterrado en una pequeña urna en Santa Marta, había desaparecido cuando a principios de siglo pasado la buscaron los historiadores.

Hay algo mucho peor. La sepultura del Libertador en la Catedral de Caracas fue profanada: el doctor José Izquierdo presentó pruebas y evidencias de que muchas más cosas habían sucedido. La carta del gobernador de Maracaibo es una muestra del odio y desprecio que cayó sobre el Libertador en los últimos años de su vida.

Bolívar fue víctima de toda la demagogia viciosa que imperaba en Venezuela. La Asamblea Nacional intentó incluso despojarlo de sus bienes y en ella se le vituperó y calumnió abiertamente.

Desde que abandonó  Bogotá camino de su última morada fue víctima de toda clase de vejámenes, incluso por parte de hombres que hasta hacia poco le expresaban profundo respeto y admiración. Cuenta el historiador Gerhard Masur que ya en diciembre de 1830, cuando faltaban pocos días para su muerte se encontraba rodeado en su hamaca por un grupo de amigos. Uno de ellos, haciendo caso omiso de la repulsión que el Padre de la Patria sentía por el tabaco se atrevió a encender su pipa desquitándose quizá de oscuros resentimientos. El Libertador que ya se había envuelto por una compasiva resignación se atrevió con voz cansada: General, por favor, fume usted un poco más allá. EL general: Talante retador… Le molesta mi tabaco, pero nada le decía a Manuelita cuando fumaba en su presencia.

¿Qué sentiría el Libertador ante la desfachatez del hasta hacía poco postrado cortesano? ¿Pensaría en Manuelita Sáenz su adorable loca y en los años dichosos que compartieron, o le aplicaría al general fumón lo que una vez dijese refiriéndose a los venezolanos: “Se humillan ante las cadenas y son soberbios ante la Libertad.”? 

Estas recordatorio sobre el Libertador es muy oportunas en los momentos actuales que estamos viviendo en nuestra Patria, motivado a que algunos sujetos que dicen ser de “izquierda” y patriotas, y más revolucionarios que Chávez, anteponen los intereses de ajenos, ante los intereses de Venezuela.

Cambien, sí, de rumbo, porque siguiendo por el que van, en la conciencia del pueblo obtendrán la debida sanción. 

El comentario viene a cuenta ante los ataques lanzados contra el Comandante Presidente poniendo en peligro nuestra Revolución; estos sujetos de la izquierda trasnochada de siempre al servicio de no se sabe quién, los que nunca han hecho nada por Venezuela, los que critican por criticar, los que viven y vivieron de dadivas ajenas en contra de los intereses del pueblo.

Señores de esa izquierda: ¿Qué han hecho ustedes por el pueblo durante los cuarenta y más años de dictadura puntofijista? Los verdaderos revolucionarios se la jugaron por la Patria y entregaron sus vidas en los campos de batalla en diferentes partes del territorio nacional, la gran mayoría fueron torturados, masacrados y asesinados por los gorilas represivos de aquellos regímenes abominables, se pueden contar con los dedos de las manos quienes de ellos lograron salvar el pellejo; mientras tanto ustedes hacían la revolución hablando pistoladas en cualquier esquina de una calle o en tertulias de botiquín. Todos nos conocemos, y sabemos los pormenores y defectos de cada quién. 

En el fondo de todo esto sólo hay una cosa. Los señores de esa izquierda parten, dándose o no dándose cuenta de ello, no del pacto, sino del determinismo de la voluntad del pueblo que elegimos a Chávez para conducir el Estado y la política, tanto a lo interior como en lo internacional, y conociendo que todo acto libre procede necesariamente del carácter y los motivos, de modo que dados tales motivos obrando sobre tal carácter deriva el resultado por necesidad de ley, se aplican a concertar los motivos y obrar sobre los caracteres dejando libre al espíritu. Y creyendo o pareciendo creer en una libertad de indiferencia que necesita de la gracia para cumplir el bien y en la originaria malicia de la voluntad que no hace el bien que quiere, sino el mal que no quiere, y cuyos actos es imposible prever, coartan la libertad con ley externa, creen único guía al bien. 

Se han ido estos señores a digresionar por la historia con una tesis política, formada en su mollera por condensación de abstracciones y entidades de razón, y la historia les ha resultado rebelde. Estos señores  tienen la conciencia “científica recta” y no quieren desfigurar la historia, buena obra que les dará fruto. Es de alabar que no imiten a sus correligionarios, los Pekon y los Pompillo, que traicionaron al pueblo, y en conchupancia con los pulperos de Fedecamaras nos robaron las prestaciones sociales a los trabajadores.

Este lastimoso estado se debe a que ni la conciencia tiene importancia de la idea de lo que es Patria, ni la tienen muchos que se dicen patriotas, ni para qué  sirve la solidaridad. Es cosa que espanta, así como suena, la horrible idea que del socialismo se forman ciertos y que revolucionarios.

Trabajen por el triunfo de su idea, que no hay trabajo perdido aunque conduzca a lo contrario de lo que el trabajador se propone.

Entérense de lo de hoy sin abatirse por una derrota, y verán que nuestro desgraciado pueblo, sin salirse del carril, puede llegar a ser, y aún es hoy, algo más que una máquina electoral. 

¡Nunca llegarán!

Hasta la Victoria Siempre. Patria Socialista o Muerte. ¡Venceremos! 

manuel.taibo@interlink.net.ve



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Manuel Taibo


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