Analicemos: El estancamiento,
tanto en la economía como en otras esferas iba madurando la necesidad
de efectuar cambios, pero no le dieron respuesta en la labor política
y práctica de la dirigencia y del Estado. Se produjeron alteraciones
en la aplicación del importantísimo principio de la salud, vivienda,
alimentación y educación. Pero, en cambio, sin justificación alguna
daban créditos en dólares a la burguesía, pagaban grandes cantidades
por concepto de primas y gratificaciones complementarias a funcionarios
partidistas y allegados, falsificaban los datos para lucrarse. Se avivaron
los ánimos parasitarios, en la conciencia de los gobernantes comenzó
a arraigarse la psicología del “parejerismo”, facilitando la vida
a quienes se habituaron a no trabajar; lo que iba en detrimento del
país y del pueblo que podían y querían trabajar mejor.
Al trazar la política,
y en la actividad práctica, predominaron los ánimos conservadores,
la corrupción, la inercia, la aspiración a eludir todo lo que no encajaba
en sus esquemas habituales; predominó la falta de deseo de solucionar
los problemas sociales y económicos del país. El grado de comprensión
de los problemas y de las contradicciones vitales, así como las tendencias
sociales, dependía en gran parte del estado y desarrollo de la teoría,
del ambiente que existía en el frente teórico. La mayoría de las
veces hacían caso omiso de las exigencias del pueblo respecto a que
el valor de la teoría radica en que represente exactamente “todas
las contradicciones que existían en la realidad”. Las nociones teóricas
sobre desarrollo, permanecieron en muchos sentidos al nivel de los años
30 y 40, cuando el pueblo cumplía tareas muy diferentes. Las exigencias
de desarrollo, la dialéctica de sus fuerzas motrices y sus contradicciones,
así como el estado realista del pueblo, no fueron objeto de profundas
investigaciones.
Las causas de tal fenómeno
eran antiguas y tenían sus raíces en aquella situación concreta,
cuando, por motivos conocidos, el debate vivo y el pensamiento teórico
abandonaron la teoría y las ciencias sociales, mientras que las evaluaciones
autoritarias llegaron a ser sentencias indiscutibles que sólo podían
ser comentadas. Se produjo algo así como una absolutización de las
formas establecidas de organización. Es más, tales ideas se identificaban
plenamente con las características esenciales del capitalismo-consumista,
se las enfocaba y representaba como dogmas, sin dejar lugar a un análisis
científico objetivo. Las relaciones de producción se volvieron estáticas,
menospreciándose su vinculación dialéctica con las fuerzas productivas.
La estructura de la comunidad se representaba de forma esquemática,
exenta de contradicciones y de dinamismo y sin tener en cuenta los muy
variados intereses de los sectores y grupos sociales.
La alteración de la
relación orgánica entre la medida del trabajo y la del consumo no
sólo deformó la actitud ante el trabajo frenando el incremento
de su productividad, sino que también desprestigió el principio
de la justicia social. Y ese problema revestía enorme importancia política.
Los elementos de corrupción y corrosión social que surgieron esos
últimos años han afectado el clima moral de la sociedad, empezaron
a derrumbarse subrepticiamente los altos valores morales que siempre
han sido inherentes al pueblo venezolano.
Como consecuencia inevitable
de ello, decayó el interés hacia los asuntos sociales; surgieron
la falta de espiritualidad y el escepticismo; disminuyó el prestigio
de los estímulos morales del trabajo; aumentó el número de personas,
incluidos jóvenes, para quienes el único objetivo de la vida era alcanzar
el bienestar material por cualesquiera medios. Su posición clínica
había adquirido formas cada vez más abiertas, emponzoñando la conciencia
de quienes los rodeaban y provocando ánimos de consumismo. El aumento
del alcoholismo, la drogadicción y la delincuencia constituían una
manifestación del decaimiento de la moral social.
El menosprecio a la
ley, el engaño, la corrupción, el estimulo del servilismo y la adulación
tuvieron un efecto funesto en el clima moral del pueblo. Con frecuencia
la verdadera preocupación por la gente, por sus condiciones de vida
y trabajo y por el bienestar social se suplantaba con flirteos políticos:
se conferían a manos llenas premios, condecoraciones y títulos a afectos
al régimen de turno. Se creaba el ambiente de impunidad y se disminuían
las exigencias, la disciplina y la responsabilidad. Con el fin de velar
los graves defectos en la educación ideológico-política, en muchos
casos se organizaban actos pomposos y campañas, se celebraban numerosos
aniversarios, tanto en la capital, en el centro como en el interior
del país. Aumentaba el abismo entre el mundo de la realidad cotidiana
y el del pomposo bienestar.
La ideología y la
psicología del estancamiento dejaron su impronta en la esfera de la
cultura, las letras y las artes. Se desvirtuaron los criterios mediante
los cuales se enjuiciaban las obras de arte. Como resultado, a la par
con las obras sobre importantes problemas sociales y morales y que reflejaban
colisiones reales de vida, aparecieron muchos productores mediocres,
sin originalidad, carentes de mensaje intelectual y moral. Se acentuó
la penetración en el pueblo de estereotipos burgueses de masas, que
imponía vulgaridad, gustos primitivos y esterilidad espiritual.
Se violaba con frecuencia
el principio de igualdad entre los venezolanos. Muchos miembros del
Gobierno que ocupaban cargos dirigentes se colocaron fuera del control
y la crítica, lo cual daba lugar a fallos en el colectivo, a serias
infracciones de la ética ciudadana. Tampoco pudieron silenciar la justa
indignación de los trabajadores ante la conducta de aquellos dirigentes
sindicales —investidos de poderes y confianza llamados a defender
sus intereses— que abusaban de sus poderes, ahogaban la crítica y
obtenían beneficios ilícitos. Es más, muchos de ellos se convirtieron
en cómplices de los patronos, e incluso en organizadores de crímenes.
Mejor harían, no lucrar con el hambre del pueblo y con el abandono
de los niños sin hogar y con la angustia de las mujeres abandonadas,
los puntofijistas amasaron fortunas que les permite holgar en medio
del hambre y la escasez que amenazaba a nuestra Patria.
Las exigencias del pueblo a la renovación, suponía utilizar indeclinablemente los factores intensivos del desarrollo económico en Venezuela, restablecer y desarrollar los principios socialistas democráticos en la dirección de la economía nacional, aplicar métodos económicos de la administración, renunciar a los de imposición y mando, garantizar el paso de todos los eslabones de la economía a la autofinanciación completa y a nuevas formas de organización del trabajo y la producción, estimular el espíritu innovador y la iniciativa socialista.
No volverán.
¡Gringos Go Home!
¡Libertad para Gerardo! ¡Libertad para los cinco héroes de la Humanidad
Hasta la Victoria siempre.
Patria Socialista o muerte ¡Venceremos!