Las asociaciones de pulperos perdón “dignos empresarios” de nuestro país son uno de los más refinados productos del proceso burgués, son un criadero de pobres, una estufa para cultivar el ejército de reserva laboral y un medio de acallar los gritos más desesperados, manteniendo la explotación. Son una verdadera plaga.
Ahí tienen ustedes a los “dignos empresarios” de Fedecamaras, Conindustria, Consecomercio y Cavidea, sus dueños explotan una mina y para explotarla mejor no se cuidan nada de la seguridad de sus trabajadores, fácilmente reemplazables. Pues emplean su actividad en “Fundaciones, y qué, de interés social” y en ellas se gasta gran parte del dinero que sus obreros les proporcionan, sin que se les haya ocurrido en su puta vida que sería más cristiano y más solidario influir con sus asociados para no explotar tan brutalmente al pueblo.
Es valor mal entendido o poco menos; ni estos “dignos empresarios” ni sus asociados, más o menos espirituales, dirigen sus esfuerzos a combatir la mega especulación existente y la rapiña en sus raíces; no hacen nada para que sus mentes se cristianicen un poco.
Y así resulta que no son ellos los que socorren al pueblo, sino que el tal socorro sale a fin de cuentas del bolsillo de los trabajadores y del propio pueblo. Estos engendros para vestir a un santo desnudan a otro.
De la muerte de un pobre trabajador en sus empresas sale el dinero con que los “dignos” accionistas entretienen el hambre de los desgraciados.
Muchas veces se nos ha ocurrido preguntarnos: ¿por qué esos “dignos empresarios” y sus gerentes no organizan unas conferencias para atacar el mal en su verdadera raíz?, ¿por qué siguen el sistema de Fray Gerundio, que no sacaba la espina a la señora aquella porque de tal espina vivía? Sí, de la espina de sus trabajadores viven.
Lo esencial para ellos es que no bajen el beneficio ni el interés, que no se ponga en peligro “su” capitalismo, lo esencial es retardar la llegada del socialismo en que nada produzca la mera posesión del medio productivo, y, para conseguirlo, nada hay mejor que impedir el que suba la demanda de brazos e inteligencias, el que se inicie un alza gradual del salario, que ponga en peligro el dividendo de los accionistas. Y para impedirlo no se conoce medio más eficaz que el mantenimiento del ejército de reserva y la destrucción de la productividad del capital en forma de limosna. Porque si todo eso que se invierte en las innumerables formas de fundaciones (que son muchísimas más de lo que se cree) fuera a engrosar el empleo verdaderamente productivo, a hacer subir el salario, y con el salario el consumo de lo más útil, y con este consumo el empleo de actividades hoy ociosas, y con este empleo una mayor preponderancia del trabajo sobre el capital en su forma actual, ¿A dónde iba a parar la burguesía?
¿A la esclavitud?, ¿a la esclavitud han dicho? ¿Después de dos mil años de cristianismo, que hemos convenido ya en que ha borrado la esclavitud de la tierra?
Y que repitan una vez más los que se pagan de vaguedades huecas: “¡Caridad en los ricos, resignación en los pobres!” No, no y no, ¡justicia en todos!
Pero… ¿a qué hablar de justicia? Lo que tiene que venir, vendrá. A los que trabajan y no gozan del fruto de su trabajo, les toca provocar el advenimiento de lo inevitable.
Van poco a poco pasando los tiempos en que el pulpero capitalista o el sub-contratista se entendían directa e inmediatamente con cada obrero y le contrataban mediante contrato individual bilateral directo. A medida que los pulperos se asocian, se asocian los trabajadores. Y sucede que la concentración del uno provoca la del otro, y viceversa, en continua acción y reacción.
Las condiciones de los dos ejércitos, una vez organizados, son enormemente desiguales; la ventaja está de parte del ejército del trabajo. Y si a estos pulperos se les quita el ejército pretoriano de asalariados que les sirven en el error de que es lo que más les conviene, ¿qué les queda?
Hay fundamentos para creer que en organizándose más a fondo todos los trabajadores, en formando sociedades de resistencia, en obligando a los pulperos burgueses a que traten con sociedades obreras, y no con individuos aislados, la revolución social será una evolución social será una evolución verdadera, un irse entregando poco a poco los holgazanes pulperos de Fedecamaras, Conindustria, Consecomercio, Cavidea y sus derivados. El socialismo es la paz.
¡Magnífica consigna la del Manifiesto Comunista de Marx y Engels!: “Trabajadores de todos los países, ¡uníos!” La unión no sólo hace la fuerza, hace también la idea.
¡Gringos Go Home!
¡Libertad para Gerardo! ¡Libertad para los cinco héroes de la Humanidad!
Hasta la Victoria Siempre. Patria Socialista o Muerte ¡Venceremos!
manuel.taibo@interlink.net.ve