El Superministro

Desde hace tiempo quería escribir sobre el papel desempeñado por Alí
Rodríguez Araque dentro del proceso revolucionario venezolano. El que no lo
hubiese hecho, hasta ahora, tiene mucho que ver con el rechazo que me
producen los aduladores de oficio y la posibilidad de que se me viese como
tal, dado que Alí era el presidente de la empresa en la que laboro. Hoy las
cosas son diferentes, por lo que puedo expresar mi opinión sin correr el
riesgo antes mencionado.

El poco espacio del que dispongo me obliga a ser conciso; por ello no haré
mención del papel desempeñado por Rodríguez Araque como combatiente en la
lucha armada y como parlamentario opuesto a la falsa democracia que
convirtió un país próspero y con recursos, en una caricatura de nación
sumida en la miseria y la corrupción, y entregada a los intereses del
imperio.

Muy claro estaba el Presidente en aquellos primeros días de 1999, en que la
prioridad de su gobierno después del llamado a constituyente, era rehacer
una política petrolera que hasta entonces estaba orientada a la
privatización de PDVSA y colocaba el país como quinta columna dentro de la
Organización de Países Exportadores de Petróleo.

Imprescindible resultaba en aquel momento recuperar los deprimidos precios
del crudo, finalizar con la nefasta apertura petrolera, dar al Ministerio
de Energía y Minas la responsabilidad de diseñar y conducir la política
petrolera del país y obligar a PDVSA a seguir la estrategia diseñada por el
Ministerio. De la efectividad de esas decisiones dependía no sólo la
revolución que recién comenzaba, sino el futuro del país. Por ello, el
Presidente llamó a quien tenía que llamar y Alí Rodríguez dio un paso al
frente.

Los resultados todos los conocemos y a Dios gracias su gestión permitió
enderezar el barco y tomar rumbo hacia mejores destinos.
Pero el Presidente aspiraba a mucho más que a enderezar el barco. Vital para
el país era la consolidación de la OPEP, el impulso desde su seno de una
política de precios justos y el fortalecimiento de unas relaciones, hasta
ese momento incipientes, con otros productores como México, Rusia y Noruega.

Los recursos económicos que el país necesitaba dependían del éxito de esa
misión y no había mejor hombre que Alí, para desempeñarla. No vaciló Chávez
en darle la misión y aprovechó su liderazgo para impulsarlo a la cúspide del
cartel.

Hoy la OPEP es otra cosa y el plan norteamericano para ponerla de rodillas y
eliminarla posteriormente, ha sido derrotado. Nadie que se precie de serio
puede negar que parte importante de ese éxito y de la fortaleza, claridad de
objetivos y unidad que hoy muestra la OPEP, se deben a la gestión de quien
ahora está al frente del Ministerio de Relaciones Exteriores.

La tarea encomendada había sido cumplida y el país se beneficiaba de ello,
pero muy lejos estaba Alí de retirarse a descansar. Una conspiración
criminal de la cual los ejecutivos de PDVSA eran cómplices, casi acaba con
la revolución y los sueños de un pueblo. A Dios gracias fueron barridos en
menos de cuarenta y ocho horas; pero las condiciones en que quedó el
gobierno eran precarias y se necesitaba tiempo para recomponer el cuadro
político y militar.

Necesario era contener el conflicto en PDVSA y prepararse para tomar esa
colina más adelante.

Esa misión, en momentos tan difíciles, no podía ser confiada a cualquiera;
se requería de lo mejor entre lo mejor. Rehizo Alí sus maletas y asumió la
dirección de la empresa que había sido el motor de la conspiración.
Con los días se hacía evidente que los golpistas se preparaban para un
segundo intento, especialmente para él, que vivía en las entrañas del
monstruo. Hábil como pocos, ganó todo el tiempo que le fue posible mientras
el gobierno ganaba fuerzas, reagrupaba sus cuadros dentro de la milicia y
el pueblo crecía en conciencia.

El sabotaje petrolero lo consiguió firme al frente de PDVSA y si bien no
puede decirse que él personalmente lo derrotó, resulta incuestionable la
importancia que en la victoria tuvo su gestión antes, durante y después del
sabotaje.

Un año después, las finanzas del país estaban recuperadas, PDVSA seguía
produciendo más de tres millones de barriles diarios, las misiones cumplían
con su objetivo gracias al renovado flujo de recursos y el Presidente le
había dado una paliza a los escuálidos en el referendo… como para tomarse un
descansito.

Pero que va. Otro frente de batalla se habría. El gobierno norteamericano
después de haber fracasado en sus intentos de derrotar al gobierno usando
sus lacayos internos, decidió asumir la tarea para sí. Con todos los
recursos de que disponen, iniciaron una campaña que intenta aislar y
justificar acciones económicas y militares contra Venezuela. Ahora hay que
luchar en el terreno de las relaciones internacionales y ¿a quién creen
ustedes que llamó el Presidente para esta nueva tarea?

Dura la nueva misión y un nuevo reto para un hombre al que la providencia le
concedió la dicha de luchar al lado de nuestro comandante para salvar la
patria… les aseguro que triunfará.

Alexis Arellano


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Alexis Arellano


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