El Gobierno Bolivariano debe convencerse que, la única manera de evitar la mega inflación que los pulperos de Fedecamaras y sus asociados, nos tienen montada a los venezolanos, saqueando nuestro salario, sudor y sangre. La única medida a tomar es: la conversión de la propiedad individual en colectiva de los medios de producción y distribución.
Ciudadanos diputados de la AN. Ciudadanos funcionarios del Estado, todos: ¿No os habéis enterado todavía de que es precisamente el perfeccionamiento mayor del pueblo lo que está pidiendo a voces la socialización de los medios de producción y distribución?
Así como se ha cantado mil veces y en todos los tonos las excelencias (acaso más aparentes que reales muchas de ellas) de la competencia o concurrencia mercantil, mil veces también y en todos los tonos se han expuesto sus desastrosas consecuencias. No es cosa de repetir una vez más las razones de unos y de otros, ni de describir la guerra económica.
Muy bien, pero vamos a ver, ¿en que se opone a que no sólo se conserve, sino que se perfeccione el pueblo la conversión de propiedad individual en colectiva de los medios de producción y distribucción? ¿Qué imperfeccionamiento hay en ello?
Un medio de producción o distribucción está individualizado cuando produce un interés o un beneficio al capitalista que lo posee, tan sólo por la mera posesión, y no puede decirse en rigor que sea propiedad individual capitalista la de aquel que no puede sacar provecho del instrumento o medio de su trabajo, no manejándolo él mismo.
Llegará un día en que no existirá ningún medio capitalista de producción o distribucción, no por medidas coercitivas, sino que no habrá trabajadores que así lo acepten. Desde el momento en que no rinda beneficio alguno la mera posesión del medio productivo, sino que tiene que aplicarlo su poseedor mismo.
Conviene más a todos, en virtud del inicio del proceso industrial del país, la producción y la distribucción colectiva que la individual, es más ventajosa, más conveniente al pueblo.
Lo cual quiere decir que el proceso industrial que a nuestra vista se está verificando nos lleva a un estado económico tal en que se haga necesario, en interés de todos, la socialización de los medios productivos. Retardar el inevitable advenimiento de tal estado de cosas es la labor del capitalismo burgués; facilitarle el camino y provocarlo, la de la revolución socialista.
Meterse a hablar de lo que no se entiende, la vuestra y la de vuestros economistas, ¡oh, burgueses amables!
Pero el hecho tiene una significación y a la vez una justificación más honda. A todos nos pasa que hay trabajos que emprendemos por ganarnos el sustento familiar con ello, y en cuya unidad social apenas creemos o la creemos muy subordinada.
Cuando no se sabe, se puede o se quiere darles una dirección y sentido tal que se aproveche de ellos el pueblo la mayor utilidad social posible, se los lleva a cabo de mala gana.
El trabajo del pueblo trabajador no tiene toda la eficacia que debía tener por haberse convertido en mero valor de cambio, por enderezarse al mantenimiento de privilegios de clase y a la producción de artículos de elevado valor mercantil, en perjuicio de otros de mayor utilidad social.
No hay ceguera mayor que la de empeñarse en no distinguir en el trabajo clases, ni apreciarlo más que por el beneficio que da al empresario, como la fabricación de un producto por el interés que el capital en ella invertido dé a los accionistas. Y he aquí la razón de no poco de la sorda desesperación que se va apoderando del pueblo que vislumbra que en realidad, y por lo que hace al beneficio social, están dando a la noria de los intereses burgueses.
En toda concurrencia queda uno vencedor y otro vencido, gana el uno con lo que pierde el otro, y el pueblo no gana sino la diferencia que haya entre lo que el uno gana sobre lo que el otro pierde, y si esta diferencia es negativa, el pueblo pierde.
Siempre que en discusiones se propongan cuestiones análogas, débese distinguir con cuidado el aspecto individual (casi único en que se fijaba el viejo individualismo) del social.
“La concurrencia es inevitable —se dice—, no hay mercado para todos, sobran productores o faltan consumidores.” Disparate más gordo no se ha dicho nunca. Ni sobran productores ni faltan consumidores. Y no faltan consumidores porque hay millones de personas deseosas de consumir. Lo que pasa es que hay producciones utilísimas socialmente, de que están ávidos millones de consumidores, pero que no se producen porque no rinden beneficio al capitalista. Lo que hay es que el valor de cambio está destruyendo la verdadera utilidad; lo que pasa es que un diamante vale más que unos zapatos o un kilo de carne y tiene menos utilidad intrínseca; lo que sucede es que el dinero ha trastornado la cabeza de la burguesía y no saben ver su verdadera función pasada y presente, ni les cabe a muchos en la cabeza una economía sin dinero, a pesar de que tal vez sepan que en el país más rico es donde menos dinero corre y de cómo los bancos acabarán por suprimir el numerario.
*Desde hace siglos venimos exigiendo lo mismo, y apenas se ha logrado muy poco.
¡Gringos Go Home!
¡Libertad para Gerardo! ¡Libertad para los cinco héroes de la Humanidad!
Hasta la Victoria Siempre. Patria Socialista y Vida.
¡Venceremos!
manueltaibo@cantv.net