Diez años transitando por el difícil camino del periodismo de sucesos e intercambiando impresiones con cualquier cantidad de jefes policiales y -aunque ya no en este ambiente- todavía leyendo las llamadas páginas rojas de los periódicos, me han hecho llegar a esta terrible reflexión : los operativos de profilaxia social no son más que un mecanismo inútil e ineficaz de combate a la delincuencia, eso sí, muy estratégicos para los funcionarios que les gusta ser el catirito número uno de los medios de comunicación social.
Y hablo de estrategias y de protagonistas, porque es ampliamente conocido que los jefes policiales y militares,- aunque haya sus respetables excepciones-, generalmente ponen en práctica este mecanismo, cuando se les presentan o se encuentran en cualquiera de las siguientes situaciones:
-.Cuando son nombrados y enviados a comandar una institución policial o militar y requieren darse a conocer ante la opinión pública como los hombres duros a la solución del problema delictivo.
-.Cuando, simplemente, les gusta aparecer reiteradamente de cuello y corbata en la televisión y los medios impresos, para que los vean sus familiares, amigos y amigas.
-.Cuando renuevan uniformes, armas, vehículos y quieren dar la sensación de que ahora sí adoptaron, verdaderamente, el perfil adecuado para combatir el hampa.
-.Cuando quieren dar la sensación de que hay seguridad policial y la ciudadanía puede caminar tranquila por las calles.
-.Cuando los medios de comunicación emprenden duras campañas en las que la comunidad agobiada exige seguridad y acciones contundentes en contra de la delincuencia.
-.Cuando los jefes policiales no pueden ocultar que son rebasados por el hampa y quieren demostrar que hacen una labor efectiva.
-.Cuando no pueden atrapar a los bandoleros y no les queda otra alternativa que hacer como dicen en buen criollo: más bulla que la cabuya y tratan de buscar que se atemoricen y se ahuyenten por su propia cuenta.
Hay muchos otros motivos en los que los cuerpos policiales se basan para ejecutar sus operativos, incluso, también debe reconocerse que desarrollan estas acciones como parte de sus estrategias en las investigaciones, que en algunos casos les permite capturar de manera in fraganti a los delincuentes, pero estas son sólo excepciones.
Por ejemplo, hay delincuentes que cometen sus fechorías y no salen del área y allí podría funcionar una redada policial en la que posiblemente caiga el hampón.
Pero, repito, son casos aislados porque, realmente, ¿son los operativos un instrumento efectivo y eficaz que permita disminuir la delincuencia que día a día cobra más víctimas en el país?
Obviamente que no. Está demostrado que a pesar de estas acciones, la delincuencia sigue creciendo de forma indetenible. Sólo basta con observar las últimas páginas de los periódicos, para ver que no existe una política eficiente de seguridad, la cual permita realmente controlar el hampa.
Los operativos no son más que una especie de alerta temprana para la delincuencia. Resulta absurdo, hacer todo un despliegue, todo un escándalo, para capturar a los bandoleros.
Y es que creo que esto es algo, más que de estrategia, de sentido común. Sí la intención es de aprehender a esos pillos que cada día enlutan más hogares en nuestra región, mal podría pensarse en hacer sendo escándalo como se estila en estos casos, para “atrapar a los hampones”.
He aprendido, por cierto de los mismos policías, que debería ser lo contrario, entre menos bulla se haga más factibilidad habrá de capturar a los bandidos, y obviamente, serían delincuentes menos con los cuales contaría nuestra maltrecha población.
De allí, que creo pertinente hacer este planteamiento, el cual pueda servir de reflexión al ministro de Interior y Justicia, Jesse Chacón, en vista de que ya abundan esos operativos que sólo causan molestias a las personas trabajadoras y honestas, en tanto los hampones siguen desangrando a la gente indefensa en la calle.
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