Es trece de abril. Llueve inesperadamente en Píritu, Portuguesa. Son las seis de la mañana. Desde temprano recorro la casa de un ser excepcional: Zobeyda Jiménez, “La Muñequera”. Coordenadas: carrera 7 y calle 8. A pocos metros de la Plaza Bolívar. En silencio, he podido admirar, contemplar y colmarme con las fragancias, la magia y la alegría que desbordan estos acogedores y cálidos espacios, donde hace ya 22 años, en abril de 1983, se realizó el “I Encuentro Nacional de Muñequeros y Muñequeras”.
Las muñecas, y particularmente esas que se hacen con nuestras manos sembradas de entusiasmo, temores e inexperiencias, parecen no tener relevancia entre los responsables institucionales de la cultura y la educación en nuestro país. Razón tenía nuestro siempre recordado Aquiles Nazoa, cuando nos alertó “contra la fastidiosa monotonía de la muñequería industrial, que sólo saben decir mamá”, mientras, “hay en el astroso corazón de cada muñeca de trapo, un subrepticio depósito de poesía, una vida privada en la que se entretejen los pedazos de muchas vidas”. Quizás por eso, Alí Primera, le cantó una canción a Zobeyda para sentenciar con su verbo y su hermosa poesía que: “hablar de muñecas es hablar de niños y es hablar de ternura y sobre todo si son muñecas de trapo”, como esas que nos ha enseñado a dibujar, a querer y a valorar, en su verdadera esencia libertaria y revolucionaria, nuestra querida Zobeyda Jiménez. Quienes hemos tenido el privilegio de conocerla de cerca, de andar bajo su sombra protectora, sabemos que Zobeyda ha sido una maestra querendona plena de la más tierna de las locuras. Una tejedora de vidas que respeta las telarañas y no le pican los zancudos a pesar de vivir en el monte. Es una inquieta trotamundos que ha recorrido el país y otras geografías del planeta, llevando siempre con orgullo, en sus alforjas solidarias, la dignidad y el espíritu de lucha de nuestro pueblo. Zobeyda, recibió el año pasado el Premio Nacional de Cultura Popular. Hoy, recorriendo las paredes de su casa, descubrimos numerosos reconocimientos. Uno en especial, llama la atención:”por su consagrada contribución al desarrollo de la muñequería en el mundo, la paz y el progreso de la Humanidad”, es un curioso diploma fechado en Pinar del Rio, Cuba, país donde acude religiosamente en Octubre de cada año, desde 1982, para entregarse por entero a forjar el pensamiento bolivariano de unidad y solidaridad. Para crear, en comunión con nuestros hermanos caribeños y latinoamericanos, una singular manera de hacer un continente.
Zobeyda es un alma limpia de ensortijados cabellos. De ella he aprendido a apreciar las cosas más sencillas de la vida. Al lado de su piel, me he embriagado con su contagiante optimismo y con su capacidad para descubrir y apreciar lo positivo que tienen “las cosas malas” que nos ocurren. Con Zobeyda voy hasta el final y me las juego todas. Zobeyda, es heredera de la creatividad de Aquiles Nazoa y Fruto Vivas, de la comprometida y vital poesía de Martí y Nicolás Guillen, del espíritu guerrero y auténtico del Ché y Argimiro Gabaldón, de la paz espiritual de Ghandi y de la locura marina de Armando Reveron. Zobeyda, ha sido alcahueta de los amoríos patrióticos de Bolívar y Manuelita Saenz. Al visitar la intimidad de Zobeyda, no podemos dejar de conmovernos y decir junto al poeta cantor: “Querida Zobeyda: El arte solidario, aquél que se ejerce en función del amor del hombre y su combate, tiene en tí un fiel soldado, una hermosa militante…”