Es conocido que el capitalismo conduce inexorablemente a la concentración del capital, mientras que una minoría es rica, la mayoría sufre la miseria. Es falso que la sociedad burguesa de libre mercado sea un reino de igualdad y con una clase media en aumento. Esto contradice las ilusiones de muchos “socialistas” venezolanos que desean una revolución sin enfrentamiento de clases.
Algunos que se hacen llamar “socialistas” abogan por la “justicia” y la “igualdad” para realizar el ideal socialista, explican que lo que necesitamos en nuestra patria es que los capitalistas y el Estado (burgués) aflojen más dinero a los trabajadores y trabajadoras, hacer programas sociales variados para salvar los hogares de la pobreza, intervención del Estado para salvar de las hipotecas a muchas familias, condonar las deudas a los pequeños productores y campesinos, forzar a que los banqueros presten más dinero a los pequeños emprendedores, que el gobierno intervenga e invierta dinero a montón en programas de infraestructura majestuosos, en resumen; una sociedad “socialista” donde los ricos sean buenos con los pobres (¿?). Esto no es más que fantasía y reformismo keynesiano ya que esas propuestas fueron implantadas en Europa hace décadas y vemos el resultado actual: crisis sistémica del capitalista que amenaza con la ruptura de la unión europea.
A lo que conduce a la larga el sistema capitalista es al abismo, la incertidumbre y a la pobreza para la mayoría del pueblo, en medio del lujo de unos pocos privilegiados dueños de los medios de producción que explotan al trabajador en sus empresas. Conduce a la sociedad al desempleo, escasez de vivienda para los trabajadores y la juventud, crisis en la educación, es decir, los elementos necesarios para la crisis social. Esto no puede solucionarse pintando el edificio sino derrumbando los cimientos para dar paso a una base fundada en nuevas relaciones de producción socialistas. ¿Cómo lograrlo?. Expropiando las grandes empresas de producción y servicios que controlan la vida de millones de personas. Esa es la alternativa real al caos. Mientras no expropiemos completamente a los capitalistas, ninguna Ley que controle precios y verifique la estructura de costos de la producción podrá liquidar la especulación, la escasez y la inflación. No se puede controlar lo que no poseemos.
¿Es difícil entender que necesitamos la planificación democrática de la industria y los bancos por los trabajadores y el pueblo para gestionar nuestro propio destino?. Es urgente que los venezolanos dejemos de lado las ilusiones de los seudosocialistas y apoyemos una política realmente socialista de los revolucionarios bolivarianos para hacer que la industria, la agricultura, la ciencia y la tecnología, libres de los lazos capitalistas, puedan satisfacer las necesidades del pueblo bolivariano oprimido.
Estas son las premisas para que la reducción de la jornada de trabajo conlleve a una revolución económica y cultural profunda.
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Trabajador petrolero