Los acontecimientos históricos nos enseñan el profundo desconocimiento que existe entre muchos de los venezolanos, sobre la vida del Libertador después de Carabobo. Pocos saben asimismo que esos años, de 1821 a 1830, son sin duda alguna los más trascendentes en su vida, y los que más luz arrojan sobre su gloria y fracaso.
En los años de los gobiernos de la IV república, no nos explicábamos las razones que tenían los historiadores por silenciar u omitir en la historia oficial, lo que sucedió en esos nuevos años, cuando son claves para la comprensión de ciertos fenómenos sociales y políticos que todavía hoy nos afectan.
¿Son los intereses creados los que obstaculizaban la divulgación de la historia? Sin duda alguna. ¿O es que acaso no lo creemos? En primer lugar se pone en evidencia que los sueños del Padre de la Patria, a pesar de su grandeza, eran y continúan siendo irrealizables. La unión de Venezuela, Colombia y Ecuador había sido, fue y sigue siendo impracticable; eran y son, tres identidades políticas y sociales que desde los primeros tiempos nacieron y crecieron antitéticas.
Los Traidores, José Antonio Páez, Francisco de Paula Santander, Flores y Córdoba no eran ni buenos ni malos; son voceros pura y simplemente de la voluntad y de la voracidad de sus respectivas oligarquías, de su deseo de mantenerse autónomas y libres de dependencias y ataduras del ideal Bolivariano, y de la una ante la otra. Cuando nos olvidamos de esto —como suele suceder— el drama profundo de estos pueblos se reduce al drama particular de un Gran Hombre víctima de la perfidia de sus lugartenientes. Aunque no excluimos la perfidia y la ambición del uno y del otro, no debemos caer en la simpleza que señalábamos anteriormente.
Si Venezuela, Colombia y Ecuador eran irreductibles para fusionarse en una sola y gran nación, es de suponer lo que significa la Federación Suramericana —como quería el Padre de la Patria— con Colombia, Perú, Bolivia y los Países del Plata. Con excepción del idioma, éramos los Estados desunidos de Sudamérica. Como será ahora con Brasil; las ex-colonias del Caribe: inglesas, holandesas, y las repúblicas centro americanas, incluido México.
El Tratado de Tordesillas da a Portugal sólo la panza de Brasil, las tierras que comprenden (este-oeste) del meridiano 46 hacia el Atlántico, y por el norte el río Amazonas. ¿Cómo, hicieron para tener hoy ese enorme territorio? ¿Falta de identidad de nuestros dirigentes, negligencia, ignorancia, traición?
En Potosí Bolívar recibe a los embajadores de las Provincias de la Plata, quienes recaban su protección contra las pretensiones territoriales de Pedro II Emperador de Brasil. El Libertador envía un ultimátum a Pedro II, y el Emperador se repliega para evitar la guerra. ¿Sabían ustedes eso? Pues sépanlo de una vez. El Libertador salvó a la Argentina de la voracidad brasilera, aunque eso no lo digan ni los argentinos, ni los historiadores venezolanos.
Pero como los venezolanos somos buenos e ingenuos y estamos aprisionados por el Complejo de la Hermana Mayor, cuando nuestros ejércitos fueron hasta el sur independizando pueblos, creemos a pie juntillas el cuento ese de la unidad Latinoamericana.
Hoy por hoy somos el país con mayores posibilidades de enriquecimiento en Latinoamérica. ¿A dónde van los hispano parlantes del Continente cuando, por una razón u otra, deben abandonar y con profundo dolor sus pueblos? No es necesario abundar más sobre el tema para persuadir a nuestros amigos.
Quisiéramos preguntarles a esos entusiastas defensores de la unidad latinoamericana: ¿qué pensaban de nosotros años antes? ¿Es que se hablaba con amor de la hermana Venezuela cuando nos moríamos de hambre, mientras Uruguay, Argentina y Chile vivían en la abundancia? Como éramos los parientes pobres, nadie nos reconocía el parentesco.
¿A qué viene entonces tanta bulla y zaperoco ahora sobre la gran nación latinoamericana? No somos xenófobos, aunque estas reflexiones induzcan a quien nos lea a etiquetarnos de tal. No detestamos a los extranjeros, ¡óigase bien! Son innumerables los colombianos, peruanos, argentinos o chilenos, a quienes por considerar venezolanos integrales queremos, respetamos y apreciamos, y sobre todos a los hermanos cubanos.
¿Qué entendemos por venezolanos integrales? El que hizo a Venezuela suya, el que ama a este país y no piensa en regresar al propio. El que se enorgullece de que sus hijos sean venezolanos. El que piensa, siente y se ríe en criollo. El que detesta precisamente a los extranjeros, por latinoamericanos que sean, u otros, que hacen de Venezuela una factoría, un país de paso. Ellos son y serán precisamente los primeros en comprender y aceptar que tenemos razón cuando ponemos sobre el tapete un tema tabú, como es cuestionar la cacareada fraternidad de nuestros pueblos. Respóndanse los extranjeros que puedan estar brincando como ají chirel en sus domicilios por lo que estamos diciendo.
El Libertador los habrá libertado o habrá metido la mano para que no siguieran siendo colonia española; pero de ahí a que seamos la misma cosa ni de chiripa. Ustedes allá y nosotros aquí. Si quieren venir a trabajar en Venezuela y por Venezuela, vivir y morir en ella y por ella, bienvenidos. Yo soy hijo de españoles y aquí me tienen. A nosotros no nos importa que usted sea grancolombiano, latinoamericano, caribeño, judío o suizo; lo que importa es lo que se dijo anteriormente: que ame a Venezuela y que se quede en ella. Es mucho, pero mucho, lo que a Venezuela deben los italianos, españoles y portugueses que llegaron desde 1948, y ninguno de ellos vino pregonando ni hablando de historias comunes.
Pero sigamos adelante con nuestra historia. Como ustedes recordarán, Bolívar después de Carabobo consolido la independencia de Colombia, liberó al Ecuador y pasó al Perú, donde hubo de enfrentarse, además de con los españoles, con la insidia de los dos grandes héroes de ese país, Riva Agüero y Torre Tagle, y con la desidia de muchos peruanos que no querían ni la libertad, ni a Bolívar, ni a los venezolanos, aunque al final parecieran haberse reconciliado con el Padre de la Patria, a pesar de haberles arrebatado Bolivia o el Alto Perú.
Bolívar, después de cuatro años de ausencia, recordarán ustedes, hizo su entrada en Bogotá en 1826, percibiendo desde el primer momento la atmósfera de hostilidad que reinaba contra él. “Esto es obra de Santander —dijo a sus edecanes apenas vio los letreros callejeros que le recordaban sus deberes para la Constitución—.” El capítulo anterior termina cuando Bolívar le da un plantón a los notables de Bogotá y les dice: “Hoy es día para celebrar las glorias del ejército y no para celebrar la Constitución”. En ese momento comenzaba, y de frente, el drama entre Bolívar y Santander; entre Colombia, Ecuador y Venezuela. No faltaba mucho para que el sueño de la Federación Suramericana se hiciera añicos.
Durante todo el siglo XIX y parte del XX las naciones latinoamericanas han vivido en constante pugna. Además de las endémicas guerras civiles, las naciones llamadas hermanas han vivido permanentemente agrediéndose las unas a las otras. Ecuador ha sido víctima de la rapacidad de peruanos y colombianos. Chile y Perú han vivido en constante enfrentamiento. Bolivia perdió su Salida al Mar y declaró la guerra al Paraguay. Brasil, Uruguay y Argentina agredieron a Paraguay y fueron tantos los hombres que murieron, que hubo que declarar legal la poligamia para repoblar ese pequeño país. En Centroamérica, la Provincia de Guatemala la fraccionaron en mini-republiquitas por ambiciones de sus ciudadanos.
Venezuela después de la Independencia, tenía una superficie de 2.500.000 KM2, nuestras fronteras eran: por el norte, (este-oeste) desde el río Esequibo al río Hacha, frontera con la provincia del Urabá, Colombia. Por el sur, (este-oeste) desde el río Amazonas, a más allá del Orinoco. Los gobiernos colombianos y sin disparar un sólo tiro, nos robaron, por lo negligente de nuestros gobernantes, por apátridas, y por lo acomodaticio para mantenerse en el poder, todo lo que comprenden los territorios, de: Arauca, Casanare, Meta, Vichada, Guainía, y la península de la Goajira; que tantos problemas nos está concitando contra la Soberanía Nacional. Los problemas no han cesada en nuestro tiempo. Nosotros después de perder frente a Colombia esos inmensos territorios: el bandido de Carlos Andrés Pérez le entregó a sus compatriotas y hermanos de Colombiagranadina, Los Montes de Oca y las Minas de Carbón de Cerrejón, y aspiran a más.
–La herencia española ¡El fraccionalismo!
¿Se puede hablar de la Gran Nación Latinoamericana?
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