Para iniciar el amor a Tierra, el paso inaugural lo da la Agricultura. Sembrar para ver disfrutar la vida y sembrar para una ganancia, es la distancia entre la vida y la muerte. La ganancia no es sólo lo cultivado visto como mercancía, sino la visión invasora a la natural de cercanía que existe entre nosotros con Tierra. Andar por esta senda, ES la vía revolucionaria. Ninguna revolución ha andado por esta arista. La sola visión de asumir la vida como rasgo económico, es apartarla de la maravilla de andar en el asombro para pactarla con el mal, con la ignorancia, con la muerte. Es conservador concluir que el alimento que consumimos posee menos de la mitad de lo que creemos puede ofrecer, sólo por esa distancia abismal entre nosotros y Tierra.
Cada semilla es un asombro por la vida en potencia, como lo son los pensamientos, las ideas: semillas. Unas caen al pavimento, otras se las lleva la lluvia, y alguna cristaliza y mira la creación desde la existencia que le damos. Así son las plantas, piel de la tierra. Entra en ese coro de amor su paso por este universo, coparticipa del amor, respirando, lo crea, lo multiplica para cuanto le rodea. Su vida es una pasión de voluntad en el curso de la Voluntad que es su Madre.
La agricultura es el enlace de amor de lo que pisamos con nosotros; la agricultura es su habla. Transformada en número contabilizado, jamás vemos la conexión, los astros, las lunas, los vientos, pájaros, conversas, que a cada instante proporciona lo que pisamos en los seres del agro y la floresta; está ocurriendo ahora mismo, para cultivar nuestras mentes, sea en alimento digerido o percibido. Si hubiera conexión, ya sabríamos escoger qué ingerir, cómo y cuánto, sabríamos ser en nuestro paso de selección, de seguro qué y cuánto necesitamos, dónde ir. Pero esa conexión está desaparecida de nosotros a Tierra. Ella no es mente humana, por tanto es la única forma de Vida siempre ofrecida. El cambio radica en nosotros.
La conexión está, lo creemos en nuestro sentido común, sin percatarnos que el tal sentido, es una dirección proveniente desde abajo, nos dirige incontables de veces a la ocasión “casual”; nuestra desconexión no atrapa el milagro que sería perenne si nuestra visión fuese otra. Cuanto percibimos o nos alimenta, nos proporciona cuanta idea se precisa en nuestra mente; Ella fecunda más profundo y más lejano, en tanto más cercano sea la conexión con Tierra. Las siembras se revolucionan tras otra mente que mira de otra manera el horizonte de su jornada. Es general la impartición de esa pedagogía eso sí, pero si el alimento viene desde otra visión, esa otra visión pregona otro alimento que corre festivo hacia otras ideas, hacia la concatenación de otra percepción. Y por supuesto, esa nueva visión sabe qué necesita el campo para bombear nueva energía al conglomerado humano. Los sabios del campo sabrían qué elegir para ese cometido, caminarían las siembras para prodigarles la energía necesaria por hacerlas partícipe de la vida que no veían en semillas. Somos brazos de dioses para las siembras, si se lo hacemos complacer, con sólo andarlas, sólo saben ser asombro.
Es un tip. Lo demás viene por añadidura. Dejemos el miedo en casa, salgamos y andemos lo verde de nuestras ciudades; elijamos una presencia de ello al lado nuestro, simplemente, andemos en los pies en tanto miramos, las ganas consumistas se desvanecen, los que andan sabemos que Ella también los anda en sus espacios. Los campos esperan, el abono lo acomodan las lluvias, tu amor crece y mucha inmundicia no anda en esos instantes en nosotros. En esos instantes aprendemos a estar con Tierra.
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