TV Bipolar. Los extremos se desatan

La bipolaridad es el duelo constante en el campo del cuerpo arrebatado por asalto. Sucumbe a la confianza y el alerta lo activa como turista en mercado mercenario.

Renacen recuerdos perdidos, y deseos fallidos tientan una vez más calmar el presente robado. Como siempre, sus víctimas presencian los cantos de sirena, tardíos, retrasados, a propósito, como siempre, desde los días de Ulises; se esfuman las palomas que nunca más observarán ni tu ni lo otro; acaso te esperaban para verlas partir. Vives un sorteo no invitado, pero sólo tú faltabas, de otro modo no detona la bomba de polos no encontrados. De espalda por supuesto. Emocionante.

La bipolaridad es un mercado de peinetas con lechugas. Se viste para ti, aunque ella no lo sepa. Eres la estrella, ella el eclipse en una chispa. No te quiere; te quiere. Te enferma, te ayuda, por eso la zancadilla, para sentirse caritativa, útil, levantándote de la caída que ella misma propició. El hechizo juega como siempre, sus últimas cartas antes de que enciendas la tv: tú. Pero no te sientas nunca invitado. El profundo de ella te aborrece. Es un chillido de nunca acabar en los oídos, paranoico, como su hambre, el único habitante que para ella existe.

Sin embargo, a punto de extinción, eres todavía lo que aún no nace. Y en un vals macabro y marcado por las moscas con su sólo ante el espejo, la estrella bipolar hace su entrada iluminando sin luz propia, reseca y tierna. Cuando quieras encontrarla, mírate, o mírala, como quieras, en el espejo, recalco. La encontrarás necesitada. Nunca decae su entusiasmo ajado, pero en polos ajados, despiertos y animados que la mantienen de pie. De estreno son cualquiera de sus actos. Por eso el pánico que despierta en quien la analiza, único caso donde el psiquiatra le anda con látigo y silla como ante un león, o sea, el bipolarizado.

El mundo es otro cuando hace presencia la estrella bipolar, porque de no estar de acuerdo, mira como espectadora en bici, si no, es el arte que no conoces en la otra cara, de ahí el terror que te invade cuando fluye lo que no conoces de sus "virtudes" malabaristas, porque ni ella misma sabe en qué vaina se convertirá.

La bipolaridad emerge, y hasta ese momento es que siente el sabor de su capricho. Ojo, lo siente, pero no lo sabe nunca. El ser del "tomado"(eufemismo de "invasor") anda nuevamente libre haciendo lobby en los objetos, perdón: sujetos libres para chocar en él los elementos afectivos, y, entonces es que ves la serpiente en su sibilante artimaña, en postura de mordedura. El bipolarizado se ve víctima, y se acaba la serie. Para evitar los análisis, el bipolarizador estudia nueva temporada, lo que para ella era estudio de una sola. Las temporadas deben salir de EUA, el gancho, que los chéveres sujetos libres (los objetos) se vean masticados cual chicle bomba por los managers en las mayores, se sientan útiles, ejemplares. Allí caben de derecha, de izquierda, ambidiestros, todos, pues todos son monigotes para Big Bipolar Star (BBS).

He observado ese macabro quehacer alimenticio para este mundo, porque ahora los menús son los comensales; todo un mensaje donde el sujeto es quien recibe la acción, pero ojo, recibir es actuar por la calle del medio. En efecto, ver la tv es "ser parte de", o esa es la aspiración de los nuevos magnates corporativos, obedientes a copete de oro, que los sometidos se vean libres, que los libres nos veamos tiranos, más, terroristas, que los que vean, acusarlos de ciegos, y los ciegos, que sean la luz del día.

 



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Arnulfo Poyer Márquez


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