Las fuertes lluvias que han castigado durante la última semana a algunas regiones de Venezuela nuevamente revelan dos maneras de considerar al Pueblo, dos filosofías de mundo tan claramente delineadas que muy difícilmente se puede permanecer al margen de alguna de ellas. Las recientes contingencias han llevado a que desde el gobierno nacional se asumiera una política abiertamente preventiva que jerarquiza sobre cualquier otra consideración, el resguardo de la vida, en abierta consecuencia con su política humanista de Estado. Atendiendo a ello, en las 4 entidades más afectadas se materializó la suspensión preventiva de las actividades académicas básicas públicas y privadas, a la vez que se exhortó a que las universidades cesaran sus actividades, lo que se traduciría en una menor cantidad de personas presentes en zonas vulnerables y circulando por las calles, facilitando el despliegue de las fuerzas públicas y de operaciones de atención y rescate ante una hipotética emergencia.
Contrariamente, algunos de los opositores al gobierno nacional inmediatamente expresaron su desacuerdo ante la medida, incluso rozando el extremo del absurdo. Uno de ellos, flamante precandidato presidencial y teórico gobernador del estado Miranda -uno de los más afectados por las precipitaciones- mostró públicamente su ausencia de buen juicio al señalar a través de su cuenta Twitter que cada padre, representante o director de escuela era adulto y responsable y por tanto, estaba en capacidad de decidir sobre la asistencia o no a clases. Pero no conforme, pasó de inmediato al ridículo, cuando señaló “¡Lo que falta es que suspendan clases cada vez que el que se cree Rey vaya a hablar por TV o llegue de un viaje!”. Horas después se conoció que gracias a la suspensión de clases no se encontraban presentes estudiantes y profesores en 2 centros educativos merideños que fueron arrasados por las aguas, lo que evitó una tragedia.
Dos modelos distintos, cada uno mostrando un sentido de país. Entre esos perfiles escogeremos en las próximas elecciones presidenciales. ¡Nunca había sido más fácil escoger! Digo yo, ¿no?
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