Hoy escribo entre los cumpleaños de dos grandes hombres que en sus respectivos momentos dieron un giro determinante a la historia nacional: Simón Bolívar y Hugo Chávez. Cada uno desde sus propios tiempos y realidades y hasta con sus particulares bemoles, entregó literalmente su vida para legar al Pueblo la guía para liberarse de un adversario común: el poder imperial.
Ambos tuvieron muy claro que de la forma en que se consolide la unidad del Pueblo dependía el destino de la Nación. Eso lo dejaron firmemente definido en sus últimas proclamas: Bolívar en San Pedro Alejandrino el 10 de diciembre de 1830, cuando señaló “Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”; Chávez en su última alocución pública desde Mirafloires el 8 de diciembre de 2012, cuando dijo que “ante esta circunstancia de nuevas dificultades, del tamaño que fueren, la respuesta de todos y de todas los patriotas, los revolucionarios... es unidad, lucha, batalla y victoria”.
El recuerdo eterno de ambos líderes, acentuado con ocasión de sus natalicios y cruzado con los momentos recientes en los que han aflorado variedad de críticas desde las filas revolucionarias, delinean una especial oportunidad para reafirmar que sólo marchando unidos y sin dispersiones hacia el objetivo común es la forma en que podemos garantizar el éxito del proyecto político. Y como eso lo sabemos tanto nosotros como nuestros adversarios políticos, debemos tener particular cuidado con la inclinación de la balanza al momento de criticar. Y es que ésta puede y debe hacerse, constructiva y propositivamente, pero quien lance la piedra debe tener muy buen tino y no desconocer que del otro lado hay más de uno esperando atajarla para relanzarla de manera artera.
Si queremos darle un regalo a Bolívar y a Chávez, uno que sea proporcional a su entrega y amor a la Patria y no sólo en sus natalicios sino cada día, que sea el de recordar su llamado a la unidad y actuar en consecuencia. Si sabemos que el reto es histórico y que el adversario no es pequeño, no podemos hacer menos que uniros, sin que ello signifique desconocer nuestras diferencias pero tampoco anteponiéndolas a los objetivos trascendentes de justicia, soberanía y libertad que deben ser transversales en las fuerzas revolucionarias. ¡Ese si que sería un excelente regalo!