Por ello, el concepto de socialismo en la actualidad no puede surgir apegado exclusivamente a elaboraciones teóricas que se plasmaron en extensas obras escritas. Debe basarse en las realidades concretas de pueblos que fueron marginados y que hoy claman por su redención. Pero son ellos y sólo ellos los que pueden establecer cómo construir el sistema social, económico y político que debe surgir para llenar plenamente sus demandas. En principio se trata de satisfacer las demandas incumplidas por los gobiernos del siglo XX. En nuestro país se prometió reforma agraria, eliminación del latifundio, establecimiento de un Estado Social, independencia económica y política, como se puede ver en las Constituciones del 47 y 61, pero se quedó todo en meras promesas.
En buena parte, el pueblo que votaba
mayoritariamente por los adecos, y luego pendulaba entre adecos y copeyanos,
es el que hoy vota por Chávez y el movimiento político que le apoya,
y conserva esas viejas aspiraciones. Si le preguntaran qué es lo que
quiere, y lo oyeran con verdadera atención, interpretando fielmente
sus afirmaciones, dudo mucho que se inclinaría por un radicalismo izquierdoso.
Creo que tendría muchas reservas y dudas. Este es un pueblo irreverente,
que no acepta imposiciones, vengan de donde vengan. No apoyar a la reforma
constitucional es un fuerte indicio de que no le gustó ni entendió
lo que se le quería imponer. Por ello, a diferencia de la oposición
que cree que el pueblo es ignorante y por eso vota por Chávez, yo sigo
el olfato popular, si algo le huele mal, lo veta de manera tajante.
Es socialista pero a su manera, no a la manera de los líderes. No se
deja manipular, ni enceguecer con luces artificiales.
A la izquierda tradicional, dogmática
y de mentalidad rígida formada en el siglo XX, le cuesta mucho asimilar
estas realidades que escapan a su limitado entendimiento. Les resulta
harto difícil evolucionar y borrar sus limitadas fronteras. Pero deben
hacerlo para entender a esas fuerzas populares y espontáneas que emergen
por doquier y que apoyan hasta con su vida un proceso revolucionario
con el cual se identifican como lo han demostrado hasta la saciedad,
pero al que frenan o critican cada vez que se olvidan de tomarlo en
cuenta. Si no actúan de esta forma corren el riesgo de que les pase
como a la oposición que, encerrada en el discurso neoliberal, perdieron
todo contacto con las demandas populares y no pueden entender lo que
pueblo pide.
Satisfacer las demandas no es sencillo,
al contrario tiene su alto grado de complejidad. Pueden surgir contradicciones
importantes. De manera que aprender a dar lectura a cada una de ellas,
no es tarea fácil. En ocasiones se interpreta erróneamente una situación
y se adoptan medidas que envés de provocar bienestar, terminan afectando
a quien se pretendía beneficiar. Allí es donde el pueblo pareciera
expresar: "no me protejas tanto".
Por ello no por ponerle la etiqueta
"socialista" a una ley, a una medida, a un reglamento, o,
inclusive a alguna autoridad, tales como Alcaldía o Gobernación, se
van a salvar del ojo crítico del pueblo. Si no sirve, si es ineficaz,
si no cumple los objetivos planteados va a ser castigada con la pérdida
de apoyo popular; si, por el contrario, es eficaz y tiene un efecto
beneficioso, tanto directo como indirecto se conservará e incrementará
ese apoyo. Y es que las medidas a veces son como las medicinas, te mejoran
por un lado, pero te empeoran por otro. Es lo que llaman efectos colaterales.
Por ello hay que tener cuidado para evitar aquel dicho popular de que
fue peor el remedio que la enfermedad. Lo más importante e inteligente
en el proceso de gobernar es mantener la comunicación con el pueblo
y no tomar medidas sólo siguiendo los caprichos de algunos que actúan
como si fueran dueños absolutos de la verdad.