Capriles candidato con menos votos según el Boletín del CNE, por ende, candidato perdedor, sea cual sea el porcentaje, califica a Maduro, candidato más votado, por lo tanto ganador, como ilegítimo, según él, doblemente ilegítimo. Se cumple con la auditoria del 54 por ciento de los votos y se convalida el resultado que da ganador a Maduro. Pero se sigue insistiendo en la ilegitimidad.
Evidentemente habría que preguntarse de cuál legitimidad habla Capriles. Creo que nos habla de algo semejante a la legitimidad hereditaria de la que goza la nobleza en la monarquía y de la cual quisiera gozar la burguesía. La élite económica se siente legítima a priori, sin necesidad de votos mayoritarios. Por ello consideraron como el gobernante más legítimo de todos a Pedro Carmona Estanga, lo era en grado sumo, por ello era lógico que procediera a juramentarse a sí mismo, porque no había nadie digno de hacerlo por él.
Hoy, Capriles es el heredero de Carmona, de allí deriva su legitimidad. Cómo comparar el líquido que corre por sus venas, con el de un simple chofer de metro. Máxime cuando sólo le aventajó por algo más de 200.000 votos. Si él hubiera ganado por un voto bastaba, pero el obrero tenía que ganar por millones de votos de ventaja para que se vislumbrara una pizca de pseudolegitimidad.
Por ello cualquier obrero que, como Maduro, osare aspirar a la Presidencia de la República debe ser considerado como ilegítimo y hay que gritarlo a los cuatro vientos. El heredero del arañero de Sabaneta no reune las exigencias para presidir el gobierno nacional. Un personaje sin linaje que no proviene de la élite social y económica, no puede dirigir los destinos de un país.
Pero, dados los resultados oficiales, se lo van a tener que calar durante estos seis años, para la continuación del proyecto socialista bolivariano de Venezuela con toda la legitimidad que proviene de la Constitución de la República Bolivariana. Ya veremos si a lo largo de este lapso de tiempo, recupera e incrementa el apoyo popular sobre la base de eficiencia y eficacia en el proceso de gestión pública, he allí el gran reto. Para ello debe aproximarse estrechamente a ese pueblo, y no quedarse encerrado en un aparato burocratizado, autista e ineficiente.
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