Unidad y más unidad ¡Esa debe ser nuestra divisa!

Titulo este artículo con palabras del Comandante Hugo Chávez, que deben ser recordadas constantemente, porque como él afirmaba sabiamente el 8 de diciembre de 2012. “…Los adversarios, los enemigos del país no descansan ni descansarán en la intriga, en tratar de dividir, sobre todo aprovechando circunstancias como éstas…”. Y lo hago visiblemente preocupado por el ambiente que se ha venido manifestando a través de diversos artículos y disertaciones emanadas en el propio seno de las corrientes revolucionarias que podrían llevar al traste el ideal de la unidad que tanto angustiaba a nuestro Comandante.

Me preocupa ver en las redes sociales (Facebook, por ejemplo) que gente claramente identificada con la derecha, estén citando escritos o conferencias de personalidades expresamente ligadas al proceso. Lo que ocurre últimamente, a raíz de acontecimientos recientes, es que las críticas emitidas al interior de los sectores revolucionarios, se tornan tan duras y destructivas que terminan sustentando la idea de que sin su líder fundamental este proceso no tiene vida. Prácticamente se está afirmando que no vale la pena seguir apuntalando algo que no es revolución, por ende es mejor que el edificio, con fallas estructurales, se desplome y se vuelva a construir.

Estos argumentos son leídos y divulgados por los opositores para fundamentar sus acciones. Ellos, que no tienen nada que ofrecer a los sectores populares, simplemente alegan que la revolución no existe, es una farsa, y por tal motivo hay que desaparecerla, para dar paso a los programas neoliberales y permitirles desarrollar su modelo. Si los mismos chavistas están desencantados, no queda otra opción que revocarles su mandato para entregárselo a la derecha.

A pocos meses de la muerte del Comandante Hugo Chávez, resulta absurdo cargarle la responsabilidad de los defectos, vicios, desviaciones del proceso, a la dirigencia política que encabeza el gobierno que recién inicia su labor. Creo que lo que se pone en evidencia es que la amalgama de fuerzas políticas y sociales caracterizadas por la heterogeneidad ideológica, permanecían unidas por el gran líder, y les cuesta mucho aceptar el nuevo liderazgo.

En este contexto se arremete contra la manera como se ha planificado y ejecutado el proceso que hemos vivido, cuestión que no puede vincularse sólo al actual gobierno, sino que es responsabilidad y autoría del gobierno presidido por el líder fundamental, del cual el actual es su continuación. Criticar el modelo aplicado por el Ministro Giordani, por mencionar un funcionario que ha cumplido una importante tarea desde el inicio de este proceso, considerarlo un fracaso, implica, sin lugar a dudas, una dura crítica a la gestión del presidente Hugo Chávez.

Pareciera que los que hoy critican las políticas del gobierno, no se atrevían a decírselo al Comandante Chávez, al menos con la misma contundencia con la que hoy lo expresan. A él no podían calificarlo de Chavista light, o de Socialdemócrata, por reunirse hasta con el mismo diablo, tanto interna como externamente, para lograr las metas que se alcanzaron con sus intensos esfuerzos. Hoy sí se atreven a hacerlo con el Presidente Maduro, Nicolás a secas como prefieren llamarlo, a quien empiezan a endilgarle toda clase de responsabilidades y exigencias, y no le reconocen las experiencias del gobierno de calle que está aproximándose directamente a las necesidades del pueblo. Igual ocurre contra otros líderes del proceso, como Diosdado Cabello, contra el cual se despliega una campaña de descrédito.

Otro elemento preocupante que observamos es el resurgir de los que piensan que el socialismo en sus líneas fundamentales ya está escrito, y en base a esa “biblia” que parecen manejar de la “a la z”, ejercen sus funciones de inquisidores que enjuician a los que apoyan al proceso, descalificando a muchos por considerarlos light, socialdemócratas, reformistas, etc. etc., exigiendo al gobierno una radicalización que depure el movimiento revolucionario de estos “imperfectos” que no merecen ser chavistas, porque no comulgan o no manejan los dogmas contenidos en ese “librito”. Me pregunto si los que así se expresan, se han preocupado por saber qué piensa la gente que ha apoyado este proceso, acerca de lo que debe entenderse por revolución y por socialismo. De esos siete millones y medio de chavistas duros que se mantuvieron apoyando este proceso, ¿cuántos deberían ser excluidos por no comulgar con la dogmática esgrimida por los sacerdotes del socialismo? Por ese camino se podría llegar a la peligrosa conclusión de que es preferible perder la mayoría, entregar el poder a la derecha, que continuar con esta farsa. Según esta manera de pensar es preferible ser una minoría pura, aunque se retroceda años luz política, económica y socialmente, y vuelva a regirnos la ultraderecha con todo lo que ello implica.

El resurgir de este virus de izquierdismo infantil, en momentos en que la oposición nacional y exógena, desarrolla su estrategia divisionista anunciada y denunciada por Hugo Chávez, puede ocasionar efectos muy dañinos. Por algo en sus últimas palabras el Comandante Eterno abogaba por la Unidad, como base esencial de la perdurabilidad del proceso revolucionario. En el fondo sabía que el gran factor unitario en las filas revolucionarias, ante tanta heterogeneidad, lo constituía su liderazgo indiscutible. Ojalá se recapacite y se reconozca la legitimidad de los hijos y herederos de Chávez. De lo contrario tendremos que pensar que hay en las filas revolucionarias algunos que se suman a la oposición recalcitrante, al no respetar la autoridad y liderazgo de Nicolás Maduro, de Diosdado Cabello, sólo por mencionar los más visibles, condicionando su apoyo. Lo cual es un hecho preocupante y grave que lesiona seriamente las bases de la gobernabilidad.

Para concluir, me parece sumamente importante y oportuna la declaración del Presidente Nicolás Maduro en la que afirma que el socialismo no se decreta, no es vertical, es democrático, participativo. Algo que ha estado presente siempre en el discurso y el mensaje de la revolución bolivariana y que algunos parecen olvidar. En tal sentido, implica generar y desarrollar un modo de producción socialista que igualmente no se puede imponer, por lo que mientras se logra un progreso en ese sentido, hay que convivir y coexistir con el capitalismo. Es decir, el socialismo bolivariano, venezolano, chavista, no está escrito, ni dogmatizado, constituye un proceso dinámico que se va construyendo día a día, en la calle, íntimamente ligado al pueblo, en un proceso de retroalimentación permanente.

En consecuencia, en este ámbito participativo y de protagonismo del poder popular, hay que demostrar y convencer con hechos concretos que se puede generar riqueza suficiente para distribuir con justicia, tratando de rebatir la tesis capitalista neoliberal según la cual lo que estimula la producción es la ganancia (egoísmo) y no la solidaridad o el altruismo. Se debe enterrar la tesis de que la humanidad ha tenido como motor de progreso el egoísmo y no la generosidad. Que se puede mantener el nivel vertiginoso del progreso superando la mentalidad capitalista. Pero hay que reconocer que, como lo afirmara Nicolás Maduro, las bondades del socialismo hay que demostrarlas con creces en el terreno real y cotidiano, no sólo con palabras muy bien hiladas en discursos de ocasión. En definitiva en este siglo XXI, la lucha por superar el modelo capitalista no se realiza mediante la imposición por la fuerza, sino demostrando la eficacia y la eficiencia del nuevo modelo productivo socialista. Este hecho está por verse y depende de cambios culturales profundos. Por ahora, sólo la Unidad, unidad y más unidad garantiza la supervivencia de esta experiencia, que con todos sus defectos, constituye la verdadera esperanza de prosperidad y desarrollo independiente, justo e incluyente para nuestros pueblos.




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Manuel Feo La Cruz P.


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