Sin duda la participación popular sin restricciones ni cortapisas constituye el fundamento del socialismo nuevo. Estamos ante los efectos indeseados de una estupenda manifestación participativa derivada en bochinche y agua para los molinos de la contrarrevolución. Por primera vez en la historia de los partidos políticos en Venezuela, el Movimiento Quinta República (MVR), abrió a la participación popular la elección de sus candidatos a los cargos de concejales y delegados parroquiales de cara a las elecciones de agosto próximo.
Este paso adelante, de suyo plasmado en la Constitución como un derecho, ha terminado por saltar a la opinión pública, con la entusiasta “colaboración” de los medios de desinformación privados, como una muestra más del desorden anárquico y bochinchero del chavismo. Han obviado los medios, ¡cuando no!, que se han presentado problemas en apenas media docena de municipios y han presentado como una debacle total lo que apenas debió ser un lunar en un gran paño impoluto.
Más allá del hecho de qué, resulta sorprendente y muy sospechoso qué, unos medios, los cuales ordinariamente no cubren los actos “oficiales” y cuando mucho toman la señal del canal oficial para su difusión, estuviesen todos perfectamente alineados para cubrir la protesta. Incluso qué, con sincronía impresionante, la hilera de cámaras, micrófonos y periodistas apátridas, apareciesen en perfecta posición justo en el momento en el cual, un icono de la revolución, el general Raúl Isaías Baduel, estaba pronunciando un patriótico discurso de orden. La sincronía perfecta para elegir ese preciso momento para la protesta y su difusión casi encadenada por todos los medios golpistas, encabezados por Globoterror, llama a la reflexión. No quisiera creerlo, por lo que haya del lado de acá en esto, pero me huele a chamusquina.
En todo caso, ese no es el punto que quiero tocar como un deber revolucionario. La represión de la participación popular, incluida las protestas, es el camino perfecto para la burocratización de las instancias partidistas y con ella el naufragio de lo distintivo y medular de la revolución bolivariana, pero, el jueguito inconsciente al desorden, al bochinche y la división es una ancha avenida por la cual transitaría, como Pedro por su casa, el enemigo secular del proyecto revolucionario.
Equilibrio, madurez de conciencia, paciencia y fidelidad a la revolución es el único camino posible. Ahora bien, la conciencia revolucionaria, la madurez, y con ellas la consecuente fidelidad no se adquieren por ósmosis. Aquí llamo la atención a la grave responsabilidad pesa sobre los hombros de quienes por su condición de intelectuales revolucionarios deben asumir este trabajo. Gramsci decía qué, “las funciones básicas de los intelectuales consiste, en primer lugar, en servir de nudos de enlaces entre la clase proletaria y las actividades estructurales (estructura-superestructura), y, en segundo lugar, en dar unidad y conciencia de clase al grupo social al cual representan, para que ejerzan o conquisten tanto la hegemonía social como el gobierno político”.
Más claro, ni agüita de tinajero, participación sí, protesta ante las desviaciones sí, contraloría social sí, desenmascarar a corruptos y camaleones sí, denunciar a burócratas de partido sí, pero… quinta columnismo inconsciente no, comidita gratis para la contrarrevolución no, juguetito en manos de una poderosa, mezquina e incansable conspiración no. Así no y punto.