A qué se opone un escuálido

Con frecuencia me preguntan conocidos de otros países qué significación le damos en Venezuela al término “escuálido”. Lo que esencialmente define a un escuálido es su adicción antichavista. Y es que ser antichavista no es oponerse a un sujeto, porque Hugo Chávez es mucho más que un hombre y representa ideales que ya están arraigados en lo más profundo de nuestra identidad.

Ser escuálido es oponerse a la vida, al bien común que para ellos es sólo lo que pueden llegar a apropiarse individualmente; ser escuálido es renunciar a percibir el mundo a través de la propia experiencia, para entregarse con devoción a un coro de periodismo pestilente que edita cada día una realidad espeluznante.

Ejemplo de esta conducta “mediopática” es Carla Angola, quien como acabando de aterrizar de un largo viaje intergaláctico de más de una década, es capaz de decir, mientras ejerce de periodista, que este gobierno no ha hecho nada. Que todo lo que ahora hay ya existía cuando Chávez llegó a la presidencia.

La oposición apátrida no nació para oponerse al chavismo. Cuando Bolívar emprendió su lucha por la Independencia se desató, igual que ahora, un feroz oposicionismo. Oponerse a Bolívar era entonces oponerse a la creación de una patria suramericana libre y unida; era oponerse al fin de la dependencia económica y política a la nos sometía el colonialismo.
De aquella oposición a Bolívar, lo más peligroso no fueron los conspiradores neogranadinos que quisieron asesinarlo, sino el “antibolivarianismo” que éstos habían desatado. Unos querían acabar con Bolívar, el individuo, pensando como los escuálidos de hoy que con el hombre muere todo lo que éste representa y ya dejó sembrado en su pueblo. Los otros, los más “decentes”, querían acabar con su sueño, con la lucha que había emprendido y liquidar de plano las aspiraciones de los pueblos de ser libres. La misma batalla que heredamos hoy en día quienes mantenemos vivo su pensamiento.

Durante los primeros años del siglo XX, inspirado en el ideal bolivariano, el presidente Cipriano Castro intentó promover una alianza liberal latinoamericana, con el fin de restaurar la Gran Colombia. Por respuesta, el avasallante poder imperialista desató una colérica campaña en su contra, que desembocó en el bloqueo de nuestras costas en diciembre de 1902 por parte de Inglaterra, Alemania, Italia, Francia, Holanda, Bélgica y España. Vale recordar que en aquel momento, los viejos caudillos opositores al gobierno nacionalista de Castro se le presentaron para darle su total apoyo en la defensa de nuestra soberanía. Ejemplo de dignidad en la lucha política que merece ser recordado con orgullo.

Volviendo a los escuálidos de hoy, su primera característica es el antibolivarianismo, consecuencia directa de su antichavismo. Porque sería muy extraño eso de ser bolivariano y oponerse a la integración, a la soberanía de nuestros pueblos y desear con fervor “patriótico” que vengan los marines a someternos y hasta a orinar sobre nuestros cadáveres.
Cuando un escuálido, conducido por su mala memoria o por su moral selectiva, vaya el 7 de octubre a votar contra Hugo Chávez (porque es contra Chávez y no a favor de nadie) estará obviando, por decisión propia, que hace menos de una década la pensión del seguro social de su abuela estaba por debajo del salario mínimo. Que gran parte del pueblo, justamente los más pobres entre los pobres que nunca fueron reconocidos como trabajadores, estuvieron excluidos de este beneficio. Preferirá ignorar que gracias a este gobierno se redujo significativamente la pobreza extrema. Que ahora todos tenemos la posibilidad de adquirir una vivienda digna y a recibir asistencia médica gratuita. Que en este gobierno su país fue declarado por la UNESCO libre de analfabetismo. Que estamos consolidando nuestra soberanía tecnológica y alimentaria. Que sus hijos tienen garantizado el acceso a una educación universitaria gratuita. Preferirá olvidar que las mujeres contamos con una Ley Orgánica para el derecho a una vida libre de violencia y que nuestros hijos tienen una ley que les garantiza el pleno ejercicio de sus derechos y la protección integral del Estado. Sólo por mencionar algo de esa amnesia voluntaria.

Me pregunto si dentro de eso que llamamos oposición habrá quienes tengan la capacidad de discernir entre su repulsión a Chávez y el hecho de oponerse a las reivindicaciones históricas de su propio pueblo. Porque es cierto que no todo opositor es oligarca y que puede haber muchísimas críticas justificadas. ¿Quién dice que es indigno todo el que no quiera a Chávez? Pero cuánto tiene que ver un escuálido para entender que aquel por quien va a votar en octubre con la esperanza de tener un nuevo presidente, es sólo un cascarón vacío, sin ideas, que únicamente contiene antichavismo.
Y cuántos nefastos 11 de abril tiene que haber para que un opositor se dé cuenta de que cuando vaya a votar el 7 de octubre votará por garantizarle el control de nuestros recursos naturales a la voracidad manifiesta del imperialismo. Votarán contra la soberanía nacional y contra la integración de Nuestra América, mientras evidencian un profundo antibolivarianismo.
Nosotros iremos con orgullo a dar continuidad a la lucha emprendida por nuestros libertadores. Votaremos contra todas las formas de colonialismo. Contra la dependencia económica y política. Contra la miseria y el sometimiento de nuestros pueblos. Ese día finalmente seremos lo que somos: patriotas o vasallos.

(*)Profesora UBV-Caracas
@CatheBaz

bazocatherine@gmail.com



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Catherine García Bazó(*)


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