El arrogante lamento de Fabiola

No conozco actitud más machista por parte de mis congéneres, que refugiarse en su condición de mujer para ofender a un hombre, sabiendo que tratándose de un caballero éste no le responderá. Por eso me animé a escribir esta reflexión desde mi doble condición de mujer venezolana y revolucionaria, después de leer la carta pública que Fabiola Colmenares le dirigió a Roque Valero. Más que una respuesta a una carta que no fue escrita para mí, pero me ofende; es una manera de responder a esa afición tan escuálida de darnos lecciones desde una pureza moral falaz y manipuladora.

El lamento de esta actriz comienza afirmando: “No voy a cuestionar públicamente tu esnobismo oficialista” y continúa: “Recuerdo haberte dicho con risa que tu nueva postura era como la de alguien que habiendo sido toda la vida aficionado del Real Madrid, de un día para otro se hizo aficionado del Barsa porque Messi falleció. En fin, eso es anécdota.”
No, no es “anécdota” es precisamente lo que dijo de entrada que no iba a hacer: cuestionar públicamente lo que denomina “esnobismo oficialista”. Ofensa evidente que pretende apenas dejar ver, para que no afecte de entrada su falsa castidad política.

Continúa diciendo: “Tu último ataque a tu gran amigo Leonardo Padrón, llamándolo tarifado y todo los demás, me género un estupor insuperable. Tu nueva tendencia te suprimió de golpe y porrazo el valor de la amistad. Y no me salgas con que el otro dice cosas peores que tú, esas carajitadas tan poco varoniles me son carentes de sentido común.”
Es decir, que Leonardo Padrón ofenda sistemáticamente a Roque Valero como lo ha hecho a través de su cuenta Twitter en numerosas ocasiones, es para esta señora una “carajitada”; pero que Roque le responda a Padrón a ella le genera un “estupor insuperable” que la lleva a calificarlo como un innoble desagradecido.

Innoble es, Fabiola, ayudar a un amigo, como dices que lo hiciste con Roque, para luego utilizar ese hecho con el fin de construir tu imagen pública de amiga caritativa y abnegada y tratar de destruir la de él. Cuando uno ayuda a una persona no termina sacándole provecho a ese hecho para manipular, eso Fabiola, no sólo es innoble, es indigno. Pura vanidad estridente. Finalmente esa anécdota no habla mal de Roque sino de ti.

Su ejercicio ensimismado de prepotencia termina diciendo: “No me interesa hablar de política contigo, no quiero siquiera imaginarte esbozar un argumento pendejo que justifique la crueldad de los colectivos a los estudiantes, no quiero oírte decir que el dolor de tu esposa es más fuerte que el de la madre de Génesis o el de la madre de cualquiera de los estudiantes caídos, y muchísimo menos puedo oírte decir que no sabes si hay escasez.”

¿Con quién le interesa hablar de política a Fabiola? ¿Con Capriles porque era fan de “Cosita Rica”? ¿Con María Corina? ¿Con Leopoldo? ¿Sólo con los ungidos por el manto sagrado del antichavismo? ¿Quién establece los estatutos de pureza moral en esa secta que promociona con machaconería a “sus” muertos y no menciona a los nuestros?
Esa carta, barnizada de sentimentalismo plañidero, no es más que la demostración pública de una intolerancia arrogante, porque un “amigo” dejó de pensar como ella y expresó su adhesión política a esa mayoría que tanto la irrita. Porque no hay nada más antichavista que la prepotencia, que esa desmedida afición por asumir que todo el mundo piensa como ellos y que el que no lo hace, tiene que ser linchado en un proceso de “purificación” que no es más que racismo político. Un ejercicio de soberbia que los hace incapaces de escuchar argumentos, porque son intolerantes, porque realmente entienden muy poco de política y porque, finalmente, tienen miedo de que sus argumentos puedan ser rebatidos.

No conozco a Roque y no tengo que conocerlo para sentirme sorprendida por la manera como esta mujer en una carta fanfarrona y llena de falacias argumentativas, se refiere a los chavistas como “hinchas” de Chávez y llega a comparar el momento histórico que vivimos los venezolanos y la realidad que nos enfrenta, con la rivalidad entre el Real Madrid y el Barça o a Hugo Chávez con Messi. Triste que en más de una década no haya sido capaz de al menos advertir la existencia de esos otros que no piensan como ella y reconocerlos como sujetos que tienen valores, que no nos une a esta Revolución una relación clientelar, que nuestra conciencia no se compra con un cheque. Triste que sigan asumiendo que el chavismo no existe y ahora se lamenten como fieras heridas, porque tenían la absoluta certeza de que cuando el Comandante falleciera los chavistas perderíamos la memoria y votaríamos por ellos. Ahora se enfrentan a la realidad de reconocer que no les debemos nada, aunque hayamos sido sus amigos, aunque sean nuestros familiares y aunque hayamos trabajado con ellos o para ellos.

Pese a todo, soy optimista porque creo que el antichavismo mórbido no es incurable y que nadie está condenado a vivir el resto de sus días con ese odio que lo lleva a invisibilizar, negar o menospreciar a la mayoría de los venezolanos.

Chávez no es Messi, ni la Revolución Bolivariana es un mundial de fútbol en el que basta un mes para alcanzar la victoria. Por otra parte, los chavistas no somos fanáticos ni Venezuela es España. Afortunadamente ésta es la tierra de Bolívar, Miranda, Sucre, Rodríguez, Zamora y, por supuesto, de Chávez, un país que comenzó la lucha por su libertad hace más de 200 años y aún la sigue librando.

Profesora UBV- Caracas



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Catherine García Bazó


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