La Egosfera

Del otro lado de la ventana está la Egosfera, urbe cibernética donde el tiempo establece como lógica la obsolescencia de todo cuanto pasa. Es un espacio estructurado por las llamadas "espirales de tiempo", metáfora de plazas públicas pequeñas o grandes, que definen la morfología de los subsistemas urbanísticos. Sin embargo allí todo es fugaz y aparente; nada permanece, pues impera en ella el régimen de los attosegundos[1] hecho que altera considerablemente la escala humana del tiempo y genera en quienes la visitan de manera recurrente un jet lag que deviene en la "ausencia de darse cuenta".

Hace cinco años llegué a la Egosfera, como muchos inicialmente retraída, pero animada por la publicidad que del lugar hicieran algunos personajes muy conocidos de la Esfera Fragosa, nuestro mundo de origen, donde los sentidos permiten aún interactuar con el mundo circundante en perfecta sincronía espacio/temporal y los animales coexisten con nosotros.

Al llegar pensé que estaba sola, por lo que comencé interpretando el lugar como una pizarra en blanco, en la que de vez en cuando escribía cosas dirigidas a mí misma -ejercicio de monólogo que sigue siendo la mayor tendencia de quienes habitan la Egosfera- sólo que en principio realmente pensamos que nadie nos "escucha" y luego aparentamos no saber que siempre alguien lo hace.

Quienes la visitan por primera vez suelen pensar que es una urbe perfecta, por su limpieza, orden y trazado. Además de su forma de convivencia, donde aparentemente el poder se manifiesta en la participación, la cual se propone como igualitaria y libre, idea que en nuestro mundo de origen es la rasgo más sobrevalorado de la democracia. Sin embargo los pobladores y transeúntes de la Egosfera reproducen en ella las contradicciones de las sociedades de las que provienen; por eso es tan común ver expresiones de odio, exclusión, prejuicios étnicos, sociales, de género o peor aún, manifestaciones de la más descarnada violencia, propagándose en trillonésimas de segundos a más de 560 millones de egocianos. Pero también el amor, la amistad, la camaradería, la diatriba y la tertulia amena, se hacen presentes. Allí no hay moradas permanentes, se trata más bien de un "no-lugar", es decir, un lugar de tránsito, donde los egocianos se acercan a departir y se marchan; pero hay quienes han encontrado en la Egosfera un refugio, por lo que se quedaron atrapados en su Nebulosa Espiral.

Al poco tiempo de haber llegado me topé con las Auroras y los Positrones Susurrantes, militantes entusiastas de todas las causas justas, quienes a pesar de su comprometida participación en la Egosfera, no han cortado el hilo que los conecta con la Esfera Fragosa, donde desarrollan permanentemente su activismo. Ellos transitan la urbe con la seguridad de quien se sabe a salvo, no están refugiados, sólo necesitan decir algunas cosas, tertuliar con sus amigos egocianos y marcharse. Sus acciones en la Egosfera están dirigidas concretamente a generar alguna repercusión en su mundo de origen. Las auroras son hermosas, pero no necesitan mostrarlo. Son conocidas por su verbo encendido y por nunca hablar de sí mismas ni de sus pertenencias. Tampoco pretenden subvertir la Egosfera, su sistema de referencia siempre es la gente que habita la Esfera Fragosa. Ellas no practican el monólogo exhibicionista de las Ubrimorfas. Las Auroras son auténticas, son ellas siempre, aunque hayan perdido el corazón alguna vez, por causa de radiaciones electromagnéticas proveniente de algún Positrón y tengan el hábito de la nostalgia en las noches de viento estelar, cuando comparten canciones y conversan en sus plazas sobre la vida allá abajo en la Esfera Fragosa.

Los Positrones Susurrantes son gentiles y buenos conversadores; cuidan su ortografía y tienen una cultura cinematográfica y musical muy vasta. Por lo general están casados; aunque eso sea un detalle absolutamente irrelevante en la Egosfera. Poseen la sensibilidad que cautiva a las Auroras y la testosterona que seduce a las Ubrimorfas; pero que sólo exhiben con ellas a escondidas de sus espirales de tiempo. Ellos jamás son displicentes, por el contrario, son los más mencionados en las espirales de tiempo del sexo femenino, ya que al menos en apariencia siempre nos escuchan, cualidad que valoramos las féminas de todas las categorías del cosmos. Aunque muchos de ellos se han visto enredados en más de un chisme, producto del despecho de alguna manceba.

Las Ubrimorfas son conocidas por su deambulación errática en la Egosfera. Son las únicas que no necesitan estar alfabetizadas, pues les basta exhibir una perspectiva en picado de sus convexidades para conseguir miles de adhesiones. Les encanta replicar los piropos que reciben, estrategia de su campaña promocional que muchas veces las ha llevado a transmutarse en consagradas Narcimorfas. Ellas consiguieron en la urbe un refugio donde escapar de su baja autoestima. Allí se sienten amadas y deseadas. Adoran promover su porcentaje de audiencia utilizando fotos procaces como puestas al descuido, pero libran una feroz competencia con sus contrincantes, razón que ha obligado a algunas a instruirse, para ser visibilizadas por algún destello de ingenio.

Ocultas y al acecho, las Górgonas Sulfúricas son partículas delirantes cuyo único fin es promover la agitación entre sus propias filas. Se perfilan como activistas, pero su único oficio en la Egosfera es el de paparazzis, por lo que utilizan decenas de identidades de manera compulsiva y siempre están tras la exclusiva que las lleve a demostrar su subestimada "astucia". Archivan miles de capturas de pantalla de todos los mensajes e imágenes de sus ya calculados futuros enemigos, siempre los más populares, que abonen a su anhelada fama. Con cada embestida crean una identidad nueva para camuflarse. Las Górgonas Sulfúricas están convencidas de su providencial misión de develar los secretos más escondidos de la Egosfera, aunque ellas mismas tengan que inventarlos, como generalmente pasa. Al contrario de las Auroras, éstas sólo tienen influencia en la urbe virtual y su incidencia o interés por la Esfera Fragosa o la gente que la habita es nula.

Se pudiera decir que los Bosones conforman la fuerza bélica de la Egosfera. Conocen muy bien la red de relaciones entre los egocianos, los subsistemas y sus espacios de influencia. Detectan eficazmente el origen de propagación de las matrices perniciosas de los Abaddones Necrófilos y no descansan hasta aniquilarlos. Son amados y odiados con la misma intensidad. Los Bosones son asediados machaconamente por las Górgonas Sulfúricas, quienes constantemente intentan ser reconocidas en la Egosfera como sus legítimas contrincantes. Ellos ejercen su activismo con acciones organizadas en todos los ámbitos y sus estrategias van desde la palabra hasta la generación de una supernova en el medio interestelar, aunque son más conocidos en la Egosfera por evidenciar la vulnerabilidad de los subsistemas, por lo que generalmente se ven afectadas sus vidas en la Esfera Fragosa, donde también libran genuinas batallas.

Los Cultiparleros tienen la apariencia de criaturas libertarias que defienden igual que las Auroras y los Positrones, todas las causas justas, pero guardan un secreto y es que sólo pretenden ser políticamente correctos. En el fondo de sus núcleos atómicos son todo aquello que cuestionan afanosamente. Ellos son altermundistas pero esnobs. Cuestionan las formas de producción y consumo impuestas por la globalización, además del cosmopolitismo como fenómeno del imperialismo comercial; pero alardean con sus productos, sobre todo si son europeos. Si por ellos fuera, ya habrían impuesto un código deontológico para regir la Egosfera. En sus pequeñas comunas cibernéticas establecieron los preceptos y disposiciones que rigen "lo poético", "lo culto", "lo aceptable" y sobre todo lo que no lo es; únicamente fundamentándose en lo que a ellos les gusta. Cultivan más su imagen que las Ubrimorfas, pero sobrevalorando su intelecto y no sus ubres; con ejercicios tan elementales como criticar los gustos musicales de los "no iniciados". Se la pasan explicando sus mensajes porque al parecer los egocianos corrientes no están en capacidad de interpretar su "sarcasmo", habilidad de la que siempre se ufanan. Adoran exhibir su imagen de emancipados, pero es pura apariencia. Lo más profano que conocen es la salsa. Su necesidad de mostrarse diferentes al resto define sus acciones y a nada temen más que a ser confundidos con las masas.

Los Protones llegaron a la Egosfera atraídos por la posibilidad de participación que ésta ofrece; pero al poco tiempo se instalaron en la urbe de manera permanente, lo que produjo una disociación en su ubicación espacio/temporal con la Esfera Fragosa. Experimentan un permanente jet lag debido a su fluctuación entre ambos mundos, lo que hace que duerman largos períodos del día y estén insomnes durante la noche. No volvieron a calzarse ni a usar pantalones ni a cortarse el pelo, apenas utilizan su cuerpo físico para mantener sus funciones vitales. Sus acciones son exclusivamente psicofisiológicas, debido a que desactivaron los sentidos que los mantenían conectados con su materia y sólo responden a estímulos que son recibidos en su dispositivo multimediático, extensión de sus cada vez más inutilizadas extremidades. El límite de las 140 unidades de carga eléctrica para responder, los condiciona a emitir más de 412 mensajes al día y a actualizar su espirales de tiempo cada 120 segundos con la exactitud de un reloj atómico. Ellos pasan el día entero con el control de la tv en una mano y el dispositivo en la otra. "Ya va, ya va… se me ocurrió algo" se les oye decir en medio de un almuerzo, mientras entran despavoridos a la Egosfera para transmitir un mensaje como si la vida se les fuera en ello. Ya no van al estadio, se llevaron el estadio, el hotel y el televisor a la Egosfera, porque todo cabe allí, menos lo inefable.

De naturaleza compulsiva como los Protones, los Narcimorfos son elementos provenientes de distintos grupos y géneros. Aquí encontramos antiguas Auroras envanecidas, algunas Ubrimorfas y por supuesto a los Cultiparleros. Su condición viene dada por un gas enajenante en expansión del que fueron víctima, por lo que quedaron atrapados en una Nebulosa Espiral de la cual es muy difícil salir. Comenzaron viendo a la Egosfera como un espejo de la realidad, pero terminaron embelesados con su propio reflejo. Aman el verbo lisonjero que les ofrendan algunos egocianos y lo exhiben como por accidente en sus espirales de tiempo. Cuando no reciben un mensaje al cual responder, de la misma manera que los nervios secretorios salivares de los perros de Pavlov, experimentan un fuerte síndrome de ansiedad y frustración que los hace narrar de manera obsesiva cada paso que dan, a la manera de los titulares de noticia, y como en las viejas pelis donde aparecían niños pregonando el acontecer para vender los periódicos, es típico que las Narcimorfas expresen cosas como: "Que ladilla los chanceros, dejen de acosarme", mensaje que sólo cumple la función de alardear, de lo contrario obviamente sería dirigido directamente al sujeto en cuestión, mencionándolo a él con la misma determinación que anuncian el reclamo falaz. En ambos géneros son muy frecuentes los mensajes estridentes que desaten el morbo e incrementen la audiencia, esos que les dan a sus espirales de tiempo un irresistible toque de reality. Ellos cuentan todo lo que contribuya a construir su autoimagen deseada. Sus vidas son expuestas en una vitrina cibernética que los salpica de celebridad. Son víctimas de la popularidad virtual, pero lo disfrutan. Su ego los ata a la Egosfera y por nada del mundo renunciarían a la fama. Para ellos perder sus seguidores es la muerte.

La Egosfera sigue siendo un universo en expansión, hay teorías que anuncian un futuro Big Crunch que vuelva a comprimir su materia en una sincronía espacio/temporal que nos devuelva definitivamente a la Esfera Fragosa; pero sólo son especulaciones. Antes de que comencemos a fundirnos y mientras nos sigamos expandiendo, después de estos años de viaje intergaláctico por la urbe virtual, decidí refugiarme en un lugar discreto desde donde veo el acontecer egociano, alejada de los trastornos que genera su hechizo. Después de algunos desafortunados episodios, derivados de mi naturaleza humana; puedo asegurar sin ninguna duda, que vivo mejor sin la embriaguez de la popularidad virtual. Me quedo con los ratos de tertulia con mis amigas las Auroras y mis compañeros, los Positrones Susurrantes, con quienes hablo de nuestras vidas, de la política, de las películas, de los desamores, de los amores, de las canciones y sobre todo de exquisitas nimiedades. Defiendo la batalla de los Bosones contra los Abaddones Necrófilos, porque también es la mía. Reivindico todo lo humano que nos une en ese espacio, hasta nuestras contradicciones, pero nunca más abandonaré el calor de mi Esfera Fragosa para vivir un espejismo colectivo.

Una aurora errátil, guarecida en una onda frugal.

 


 

[1] Trillonésima parte de un segundo.

 

 



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Catherine García Bazó


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