Surge a partir
de allí el debate por un lado conservador del llamado “academicismo”,
fundamentalmente en las Centros de Investigación de las Universidades
que parecieran estar apartados de la realidad nacional y más allá
del contexto mundial, permaneciendo inmóvil e inerte ante la dinámica
a la que nos refieren los acontecimientos a escala global; por tanto
aparece sobre esta élite una especie de superioridad que en la mayoría
de los casos nada tendría que ver con los resultados de las investigaciones,
sino más bien con el estatus que le daba ascender en la categoría
universitaria o en los títulos obtenidos. Es así como aquel
brillante venezolano Luis Zambrano genio e innovador sin las jerarquía
categórica o profesional sigue siendo uno de los baluartes de la innovación
tecnológica nacional, por lo que la propia Universidad de Los Andes
(ULA) en los años 80 tuvo que reconocer académicamente sus logros
dándole un Doctorado Honoris Causa para colocarlo en el umbral donde
merecía estar de acuerdo a los parámetros de la época.
A partir de
la llegada de la revolución Bolivariana se partió de la propia premisa
de Varsavsky de generar una política científica nacional, y tangiblemente
el artículo 110 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela así lo demuestra, sentando las bases para la creación del
Ministerio de Ciencia y Tecnología, y una basta legislación que prioritariamente
visualiza a la Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación (LOCTI)
como un eje fundamental de la transformación, tan es así que su creación
en el 2001, sufrió modificaciones en los años 2005 y 2010, que apuntan
hacia una construcción de una nueva forma de hacer ciencia, entre ello
incorporando a los genios olvidados sin título académico pero cuyas
contribuciones generan productos que permiten resolver los problemas
más urgentes de nuestros pueblos, porque parten fundamentalmente de
la necesidad que alienta su creación.
De tal forma
estos cambios apuntan principalmente en dos vías: uno en la apropiación
social del conocimiento y otra en reconocer el conocimiento de la sociedad,
sin duda pasos alentadores que originaron ideas como la Misión Ciencia,
en un intento inicial y ahora retomada de nuevo con la concepción organizativa
de los Comité de Saberes y Producción. Ello parte sustantivamente
en la necesidad de modificar la frase de Arístides Bastidas por una
ciencia pertinente, incluyente y donde converjan todas las corrientes
de pensamiento.
Sobre este
último aspecto me refiero fundamentalmente, puesto que si por un lado
la concepción exclusivamente académica no generaba la respuesta necesaria
a los problemas más urgentes, la misma no es excluyente de la dinámica
transformadora, y lo comento por las visiones fuera de contexto que
niegan absolutamente el academicismo y se sumergen en la ignorancia
del tan malinterpretado por algunos “inventamos o erramos” del maestro
universal Simón Rodríguez, y con completa ceguera ni siquiera son
capaces de ver que la política revolucionaria apunta en la masificación
de la educación formal en todos los niveles, y esto implica que no
se puede excluir la academia de la misma, ejemplo de ello las misiones
Robinson, Ribas y Sucre, o la consolidación de las Escuelas Técnicas
Robinsonianas.
No se puede
ignorar la importancia de la Academia ni mucho menos de la innovación
popular, por el contrario es necesario la interacción permanente de
ambas, querer excluir una de la otra, como en el caso de la derecha
aislada de la realidad social, o las posiciones indebidas de algunos
supuestos cuadros revolucionarios que están en contra de la academia;
esta posición es inconcebible a la luz de los cambios mundiales.
El otro debate
tiene que ver con los recursos LOCTI, que impulsaron el crecimiento
de inversión en Ciencia y tecnología del PIB nacional de menos de
0,5% a más de 2%, aunque con las desviaciones ya conocidas de la mal
llamada “viveza criolla” del retorno del mas del 90% de las inversiones
en las propias empresas; ahora queda ser mucho más eficientes en la
asignación de los recursos a los proyectos realmente trascendentales.
Es necesario que las Universidades y Comunidades a través de sus distintas
instancias: centros de investigación, comité de saberes y producción,
consejos comunales, entre otros tengan a la mano una cartera de proyectos
de investigación, desarrollo e innovación para ser financiados
a través de la LOCTI, de lo contrario sería un saludo a la Bandera,
y las instancias para la transformación serían pura retórica o peor
aún politiquería.
“Una ciencia
que anda por las nubes, da gloria a sus cultivadores pero no da respuesta
a nuestros problemas sociales”. Arístides Bastidas
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