Mañana se
realizarán las elecciones primarias donde un grupo de venezolanas y
venezolanos escogerán entre otros candidatos, a quien desean confronte
en octubre próximo al Presidente Chávez por la Primera Magistratura.
Dura tarea la de quien gane mañana: encarnar una opción que sea capaz
de conducir mejor el país que lo que hasta ahora ha hecho la Revolución
Bolivariana. Quien venza mañana deberá luchar principalmente no contra
una gestión que aún con los bemoles que pueda tener, ha elevado en
todos los sentidos –incluso exponencialmente- la calidad de vida de
todas y todos. Su lucha central será la misma, gane quien gane: enfrentarse
a lo que ellos mismos representan, el viejo Estado que mantuvo oprimido
al Pueblo, que el despojo de lo más importante: saberse capaz de ser
y de hacer, de conducir su destino y el del colectivo.
Quien gane
y represente el viejo modelo político, tendrá que hacer frente al
Pueblo, a ese mismo al que mantuvo por largas y sufridas décadas en
la ignorancia, la miseria, el hambre, la marginalidad, entendiendo esta
condición en su sentido más literal: aquel que es mantenido al margen
de la sociedad. Y como cuando se está mal siempre se puede estar peor,
ellos mismos se encargaron de calar hondo, muy hondo, un tipo de marginación
aún peor: la de sí mismo, a través de la expropiación de la confianza
y de minar la autoestima, de sembrar miseria y cosechar pedigüeños,
grave condición que a diario luchamos por revertir, en la vía por
seguirnos reivindicando como Nación.
¿Estaré exagerando?
No lo creo. Bastaría repasar lo que cada precandidato representa, su
historia reciente y lejana (muchas veces ceñida a los viejos partidos
y sus vicios), su talante democrático (algunos fueron protagonistas
en el golpe de Estado de 2002), su vinculación con el país y sus necesidades
(alguno hace años no vive en Venezuela, otros permanecen aislados de
la realidad), la claridad de sus ideales y su consecuencia con éstos,
y por allí sigue la cuenta.
¿Habrá un
“ganador”? Difícil creerlo. Sólo habrá un representante del pasado
que no volverá, de eso ya está más que convencido el Pueblo conciente.