Jamás ese magma incógnito y fogoso que florece incandescente, bajo el subsuelo de Venezuela, en su estallido reverberante y juntador de progreso, había prosperado y hecho progresar tanto a su gente. Jamás ese chorro, recóndito y viscoso, había logrado, con tanta fuerza, briosa y pujante, como lo es ahora, así en concreto, con obras y gracias, embraguetarse en la gesta de realzar este escenario vivo y dignificante, en un territorio petrolero libre y gobernado bajo las consignas de la participación democrática y la solidaridad libertaria, para hacer del petróleo, una hermosa herramienta de progreso material y espiritual para nuestro pueblo.
Gracias al petróleo y a la gente que en nuestro país gobierna ese formidable poderío energético mundial, ahora Venezuela, es una nación recia. Enérgica y vigorosa. Respetable y respetada. Dinámica. Una República con una ilimitada capacidad de convocatoria. De convergencia. Ahora, desde la vanguardia estratégica de los combustibles que hacen mover al planeta tierra, por obra y gracia de unas políticas de pura esencia autónoma e independentista, estamos en la resistente y firme determinación de constituirnos, al lado de nuestros hermanos de América Latina, de La Alianza Pan Arábiga, de Asia, de África y de todos los pueblos dominados y “arrollados” del planeta, repito, estamos en la insoslayable y ardorosa obligación de convertirnos en una encrucijada para la búsqueda y el encuentro de las propias soluciones que, por el veredicto de la defensa y autodeterminación de nuestros propios pueblos, por viva voz y por escrito, por hecho de palabra y de vida, siempre han de pertenecer a nuestras respectivas naciones. Esa es la Ley del respeto mutuo, del trabajo mutuo, del afecto y el cariño mutuos entre los hombres y mujeres de distintas naciones. Sin intromisiones. Sin ingerencias de ningún tipo. Sin esas ávidas trepanaciones, tan dolorosas y traumáticas, así como la historia no las ha contado.
Quienes trabajamos con esta materia viva y animosa que es el petróleo, y también la gente de la calle, todos sabemos a ciencia cierta, ahora más que nunca, que Venezuela tiene musculatura. Nervios acerados. Contundencia. Vitalidad. Coraje. Valentía. Nuestros trabajadores, desde el más sencillo obrero sembrado en los campos, hasta el Ministro Rafael Ramírez, son gladiadores fraguados en el combate, son hombres probados en las arenas de las dificultades. Son guerreros convencidos y alegres, aupados por el canto de Nicolás Guillén cuando, con una lanza en ristre, entona para el futuro, esta cantata de libertad que despliega nuestro vital recurso de progreso y bienestar, ahora propiedad de todos los venezolanos. Así Canta Guillén, para que no se les olvide:
No volverán
No me dan pena los burgueses vencidos.
Cuando siento que me van a dar pena
Aprieto bien mis dientes y cierro bien mis ojos
Recuerdo mis largos días sin camisa ni estrellas
Pienso en mis largos días sin zapatos ni nubes
Pienso en mis largos días…
Musculatura continental. Fuerza política solidaria. Agilidad diplomática. Consonancia estratégica de congregación universal. Visión de futuro. Encuadre de estrategias para vencer la miseria y la pobreza. Fortaleza vecinal. Así es, ahora, nuestra raigambre petrolera. Y en las pantallas de las computadoras de PDVSA, un mensaje firmado por el Presidente Chávez, así como una sola sentencia, augurante de soberanía: “¡Ahora es cuando hay Ministro para rato! Y el Ministro Ramírez que responde:”Si la oposición y los medios pretenden que renuncie, ¡pues,no lo van a lograr!”.