Nota: Este trabajo fue escrito, varios días antes que el presidente Correa anunciase su decisión de no acudir ahora, en Abril, a Cartagena. Creyendo pertinente lo que escribimos entonces, le colocamos en este espacio. Es respetable y hasta justificada la posición ecuatoriana, pero no debemos dejarle a Obama y el Pentágono ese espacio y oportunidad.
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En abril próximo, en la histórica ciudad colombiana de Cartagena, la llamada de “Indias”, ciudad en la cual el Libertador escribiese, en 1813, lo que se considera su primer gran documento, conocido como “El Manifiesto de Cartagena”, en el cual aborda las razones que a su parecer causaron la caída de la Primera República venezolana, pero también el tema de la integración entre “nosotros”, se reunirá ese híbrido que eufemísticamente llaman “Cumbre de las Américas”.
Un componente de dos culturas diametralmente opuestas e intereses encontrados. Una de ellas, radicalmente minoritaria y a todas luces ajena y extraña, tanto que no entró en la aspiración de Bolívar, quien clamó por una integración entre iguales por diferentes factores, impone sus razones y conveniencias y hasta se da el lujo de dictar quiénes deben estar o no allí. Casualmente, se excluye a uno de los nuestros por razones de historia, etnia y cultura, sin entrar a juzgar acerca del carácter de su gobierno, para no dar margen a evasivas.
La exclusión de Cuba de la OEA, lo que implica no poder asistir a esas cumbres, fue a todas luces ilegal e arbitraria. Se alegó para ello que en la isla, recién instalado el régimen revolucionario, no habían democracia y libertad. Argumento tan hipócrita y falso, que en aquel momento, nuestra América mestiza –originaria, afro e hispana- estaba plagada de feroces dictaduras impuestas por gobiernos de Estados Unidos. Esas dictaduras o pseudo democracias represivas, con constituciones permanentemente suspendidas, donde se ordenaba “disparar primero y averiguar después”, cárceles repletas de políticos, perseguidos y exiliados por discrepar del gobierno, como la venezolana de la época de Betancourt, por designio del Departamento de Estado, se dieron el lujo de juzgar a Cuba y expulsarle de la OEA.
Fue tanto el abuso, hipocresía e indecencia, que el entonces Canciller de Venezuela, Ignacio Luis Arcaya, prefirió renunciar a su cargo, estando en aquella reunión, que prestarse a la farsa. Tal decisión le ganó el calificativo del “Canciller de la dignidad” y determinó que su partido URD, se fuese del gobierno.
Pese reciente decisión de la OEA de reincorporar a Cuba, contra el voto de EEUU y la inclusión del país caribeño en organismos como el ALBA y el CELAC, auténticas expresiónes de nuestro espacio y cultura, el presidente Santos, se vio precisado a eximirse de invitarle por no “haber podido alcanzar el consenso necesario”. Lo que en lenguaje no diplomático significa que los extraños, quienes no deberían estar, como EEUU y Canadá, se dieron el lujo de oponerse.
Es más grave el asunto, al considerar que el gran país norteño, desde hace más de sesenta años, ha impuesto a la madre patria del gran José Martí, un bloqueo criminal y hasta violatorio de los derechos humanos; y aún así, fíngese nuestro amigo y merecedor de participar en nuestros reuniones íntimas de hermandad.
En un hecho sin precedente, el presidente colombiano fue a Cuba y presentó a Raúl Castro sus excusas. Éste, por intermedio de su canciller, hizo público aquella circunstancia, manifestó su comprensión al gobernante del hermano país pero denunció, como en efecto es, que se trata de otra infamia del gobierno gringo.
Las posiciones colombiana y cubana sobre el asunto, aunadas a lo que ha planteado el presidente Chávez, abren la posibilidad de hacer de esa “Cumbre de las Américas”, en el cálido espacio colombiano, un foro donde se discuta no sólo el derecho de Cuba a reunirse con los suyos sino el tema del bloqueo. Persistentemente en la ONU, de manera abrumadora, se ha votado contra la rapaz y criminal medida norteamericana aplicada al hermano país caribeño. Por lo que es pertinente esperar que allí se repita la misma votación que en la OEA por la incorporación de Cuba y, en ONU, ha venido condenando el bloqueo.
Por las últimas informaciones, incluyendo recientes declaraciones del canciller ecuatoriano y presidente venezolano, quien ha dicho, “que sea ésta la última Cumbre de las Américas sin Cuba”, pareciera que estamos próximos a un consenso entre los nuestros para plantear en Cartagena los asuntos de la exclusión cubana de la OEA y el bloqueo.
La práctica, dinámica y mínimo respeto a las normas diplomáticas y relaciones entre personas, no pueden impedir que asuntos como la ausencia de Cuba y el bloqueo, no puedan manejarse en algún resquicio.
Por eso, estamos en la idea de, “Vayamos a la Cumbre de las Américas.”
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