La Hojilla, como programa político televisivo original y autóctono, ha logrado inducir un debate necesario dentro de nuestro propio terreno en este momento histórico. Más allá de eso, La Hojilla en la crisis actual, se vislumbra como modelo para la revisión interna en los procesos de cambio.
Es el momento de acomodar cargas y La Hojilla no se escapa de lo que, precisamente, está ocurriendo también dentro los movimientos partidistas y dentro de las instituciones. El debate esta centrado actualmente en la definición de los roles individuales dentro del espacio de lucha, en la definición de los mecanismos preventivos y de defensa ante los adversarios, y en la definición del nivel de riesgo que se asume al momento de luchar en estos espacios. Analizar la crisis en La Hojilla es encontrar paralelas en otros casos.
Todo momento histórico exige una idea en cada ámbito, exige una agrupación para llevarla a la práctica, y por naturaleza, se origina un líder para su conducción. La Hojilla es la idea, el producto intelectual de Mario Silva, quien al momento de llevar el concepto del internet a la televisión integra un elenco de actores para la escenificación humorística del programa, específicamente a Eileen Padrón y Nestor Francia. En todos ellos encontramos tres individualidades, cada una luciendo su esplendor con lo que representan, y de hecho, con egos sedientos de aceptación. Eso no es cuestionable, y más que nada, necesario para la realización de ese espacio de lucha tan vital en la televisión. Integra además "la fauna" al elenco, caso nunca visto en nuestra televisión. De todas esas componentes viene el éxito alcanzado con el programa.
Cada actor proviene de diferentes áreas de trabajo, pero ahora en La Hojilla, encajados todos en el objetivo común: luchar contra la desinformación. Aunque siendo un objetivo común, hay que captar que la conformación de un elenco televisivo, o agrupación, no implica necesariamente condiciones operativas homogéneas, ni de "igualdad" de condiciones para todos. Me explico, por ejemplo, siempre está quien lleva la cruz y esa persona es generalmente quien tiene la idea original, en este caso, Mario Silva. De allí que sea él quien reciba los ataques más fuertes. ¿Y quién lleva la batuta?, porque una horinzontalidad no exime de nombrar un responsable, ni tampoco borra al líder. Evidentemente esto no estuvo claro para todos al conformar el equipo televisivo de La Hojilla. Y aquí se plantea la importancia de la definición de los roles dentro del espacio de lucha para sobrevivir cualquier crisis.
Aún conscientes de la importancia de todos, por lo descrito en los artículos de los actores, se entiende que quien domina el concepto del programa y quien más trabaja en este caso es Mario Silva. Por lo tanto él está mas empapado de muchas más cosas, tiene amplio nivel de visualización de situaciones, y al momento de tomar decisiones, es la persona en la que primeramente ante un imprevisto o conflicto, los demás deben de confiar. El desarrollo de los acontecimientos en La Hojilla manifiesta que, lamentablemente, la definición de los roles en el programa la entendió cada quien diferente y adaptándola al nivel de su susceptibilidad profesional. Esto trajo como resultado, que al momento de la crisis hubo sólo caciques y ninguna tribu por falta de indios. Ese es el riesgo, sobre todo, cuando se trabaja con "individualidades" a quienes les cuesta tomar el rol de indios en pro de la colectividad.
Por las mismas características del proceso revolucionario, como espacio televisivo innovador y autorenovador, La Hojilla pues obviamente enfrenta situaciones inesperadas y conflictivas, muchas de las cuales no se pueden resolver con la improvisación. Por ello es imprescindible la definición de mecanismos preventivos y de defensa, especialmente cuando además, se cuenta con severos adversarios. Evidentemente eso también falló en La Hojilla. Una muestra de ello se percibe en la descripción de cómo se confronta la supuesta amenaza de muerte a Eileen Padrón. Ante tal alarma, cada quien actuó a su manera, dentro de sus parámetros y de acuerdo a su experiencia. Por el contrario, en esta lucha, a estas alturas, nada nos debería de agarrar desprevenidos ni actuando descoordinadamente. Deben ser elaborados planes de contingencia.
El nivel de riesgo que se asume dentro de un espacio de lucha debe de estar claramente definido y ser conscientizado por sus integrantes. Una cosa es escribir o hablar sobre el proceso revolucionario bolivariano y sus acontecimientos estando en un curul de un ministerio, o institución pública, o misión diplomática, y otra cosa es ir al aire con un programa de avanzada, estar en el ruedo, o ir a la calle y enfrentarse a la realidad en este proceso de transformación con alta resistencia por parte de las élites del poder. Esto último significa la exposición directa y personal a una gama de espectadores y actores, dentro de los cuales hay muchos adversarios (inclusive dentro de los mismos “aliados" ), y también implica situaciones hasta donde se confronta el peligro de pérdida de la vida, o de los espacios de lucha. Al parecer, Eileen y Néstor no habían hasta entonces palpado a flor de piel la magnitud de la amenaza a la que estaban expuestos. Por eso no extraña su actitud de rechazo a los “guardaespaldas" de Mario. Tampoco percibieron el riesgo de la pérdida del espacio de lucha. La conscientización del peligro puede ocasionar pánico si no se sabe trabajar el miedo. Hay que prepararse para eso, y también hay que conocer los límites de nuestra propia resistencia. Por eso, emprender una retirada también es un arte que no todo el mundo domina.
A Danilo Anderson lo agarraron solo y desprevenido, lo masacrearon aún teniendo él la ley en la mano con disposiciones y mecanismos establecidos para ejercerla, y todavía los autores intelectuales de tan horrendo crímen andan sueltos y amenazando. Entonces: ¿a qué plano legal podemos recurrir para una solución inmediata en caso de urgencia?. Nuestro Presidente, la persona de más alto rango del país, está tambien amenazado de muerte. Es obvio que, precisamente, todo quien trabaja para este proceso revolucionario de patria bolivariana está igualmente expuesto, cada quien a su nivel. Por ende, hay que saber que se tiene la vida entregada, y ante lo imprevisto, sólo es una cuestión de actuar con decisión para salir ilesos corporal, legal, moral y éticamente. Ante todo, debe de imperar la solidaridad. No se trate entonces de escapar bombásticamente de una crisis y buscarle vuelco al problema centrando su origen en una persona. Lamentablemente esto último es lo que sucede a menudo. Debe de ser prohibitivo que las personas luchadoras fieles al proceso sean catapultadas con la reputación en el suelo.
Es un hecho público y notorio que en las instituciones del Estado, inclusive las recién estructuradas, estan los adversarios, no sólo como "observadores" estudiando cómo nos desmontan, sino de manos cruzadas ante los problemas, criticando destructivamente, ridiculizando cualquier labor que se realice en nombre del proceso revolucionario bolivariano. Estamos en esa jungla. No hay discurso, ni color partidista, ni palanca que disfrace a un adversario. A ése se le reconoce en su actitud, es como cuando se percibe que no hay amor entre una pareja. Ante esto, en la acción, se debe dar la cara al debate con madurez y capacidad de cuestionamiento, buscando las alternativas para la solución de las crisis, trabajando coordinada y eficientemente, hablando con hechos, constructivamente en pro del colectivo. Eso marca la diferencia.
Esperamos entonces que el equipo de La Hojilla vaya a revisión interna, establezca definiciones claras, correctivos y continuen lo más pronto posible en la lucha televisiva con el mismo objetivo y esencia, si es preciso, entonces reestructurada. Con ello, La Hojilla debería de ejemplarizar ese camino de revisión interna en los procesos de cambio.
*Científica experta en Cooperación Internacional e integrante de la Iniciativa Bolivariana "Bolívar en Berlín"-Alemania y el CB "Isaías Medina" en UK.
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