¡Qué difícil es abordar el problema penitenciario! No puede suceder de otro modo con un tema tan humanamente complejo y moralmente debatible como la privación de la libertad, que en un análisis profundo reclama abordar la matriz del asunto: la condena a la que somete la pobreza, la exclusión y en general, la profunda injusticia social que necesariamente arrastra el capitalismo, especialmente en su actual fase neoliberal.
Fiel a sus principios humanistas, la Revolución Bolivariana ha ejercido y seguirá ejerciendo acciones concretas dirigidas a intentar disminuir la pesadumbre de la reclusión y abrir espacios para posibilitar el cambio estructural, por medio de la recomposición de la subjetividad de los privados de libertad, para lo cual ha introducido importantes cambios cualitativos como la implementación de planes de formación académica, cultural y laboral, la reconsideración de penas ante una probada buena conducta y la creación de mayores y mejores espacios para compartir con los seres queridos que le visitan entre muchas otras medidas que buscan dignificar y mejorar en lo posible su calidad de vida.
Sin embargo la realidad de los penales, su tóxica violencia, los inexplicables privilegios de algunos reos, las mafias internas de reclusos y también -hay que decirlo- de efectivos que en vez de garantizar el cumplimiento de la Ley al interno de los penales cometen irregularidades que derivan hasta en los saldos más trágicos, son crudas demostraciones de la complejidad del problema. Cualquier allanamiento o fatalidad lo demuestra: ¿cómo llega un arma de fuego a manos de un recluso? ¿Dentro de una torta? Eso dejémoslo a las películas.
Para solucionar estructuralmente los problemas del sistema penitenciario es obligante seguir el trabajo de largo aliento por recuperar la subjetividad de los reos mientras se implementa en el corto plazo, con mano dura y sin miramiento alguno, acciones concretas para erradicar los vicios que han permitido la consolidación de mafias en los penales. Mientras ello se postergue, cualquier gestión aunque bien intencionada, será siempre insuficiente.
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