Por eso se me ocurre que valiéndote de la influencia que ahora tienes, mayor que la de siempre, le digas a los medios, como en la célebre canción de Francisco Pacheco, “llámenme como quieran pero más HCR no”.
Bueno pues, vayamos a lo nuestro.
Resulta HCR que tomo la pluma para dirigirme a ti por lo sucedido con las cartas que tiraste o se te cayeron, por los avatares, empujones, estrujones y agarraderas propias de estar sumergido entre la gente en campaña electoral.
Me niego a creer la primera versión, pues una carta del pueblo dirigida a ti, es algo parecido a un incunable, una rara edición o un ejemplar extraño en una biblioteca esmirriada. Como encontrarse un Picasso, Tolouse Lautrec, en un viejo baúl o dentro de un montón de escombros. Con ese dinosaurio, saliendo de las páginas amarillas de la guía telefónica, diciendo “`¡quedaba uno!”, tus asesores y publicistas pudieron darle un marcado tinte popular a tu campaña.
Imagínate un montaje en prensa y televisión, exhibiendo esas cartas, con un titular inmenso, lo más grande posible, gritado a voces estentóreas:
-“El pueblo desesperado se dirige a HCR para que le saque de la inopia, de la propia peladera”.
Luego tú, en cuidadoso montaje de tu comando y asesores, con la agolpada presencia de representantes de medios informativos, aparecerías sonriente pero nada guachafitero y como piadoso, entregando lo solicitado a quienes a ti se dirigieron por escrito.
Dirían los titulares, de manera explosiva:
-“HCR hasta sin prometer cumple con el pueblo. Escucha por los cuatro costados.” “Está abierto por proa, popa, babor y estibar.”
¡Pero no! Por soberbia o ancestral envenenamiento de los tuyos, tiraron o dejaron que tú, quien seguro estabas concentrado en lo tuyo, tiraras esas cartas y justo a los pies de periodistas contrarios.
Te la pongo bombita para te saques la espina de bagre que te atravesaron en las agallas cuando viendo caer aquellas cartas las recogieron e hicieron de sus autores denunciantes contra ti y al mismo tiempo beneficiados de “mi casa bien equipada”.
Resulta HCR que mi vieja computadora y bastón están obsoletos y gastados, sin decirte de otras cosas que un viejo necesita, pero que a ti, por los medios que dispones, nada le cuesta averiguar o por lo menos suponer. Espero que no dejes que esta carta tome otro rumbo porque ella puede muy bien reivindicarte.
Aunque bien sé que poco lees y tu aprendizaje es escaso, por lo sucedido deberías leer esta misiva; no es de inteligentes meter la pata dos veces en el mismo hueco. No obstante, no me hago mucha ilusión por mis corotos. Pues acabas de decir otro disparate, según el cual, “no negociarías con los pranes”, refiriéndote al problema carcelario. ¿Qué hubieses hecho si fueras la “fosforito”? ¿Caerle a plomo a toda la población carcelaria y sus familiares?
¡Por favor HCR! ¿No fue esa la persistente conducta de los gobiernos de la IV? ¿Y qué sacaron? Tus asesores te están hundiendo. ¿No te llama la atención que hoy, extrañamente en el diario de Poleo, por esas afirmaciones tuyas, hayan titulado “Capriles cogió mínimo?”. Además de un sarcasmo, parece una “concha e` mango” y hasta una frase de doble sentido.
Si hubieses aprendido algo desde que se te cayeron o botaste las cartas para acá, por lo menos hubieses dicho que tu gobierno trabajaría por bajar las causas estructurales de la delincuencia y no permitirías que se consolidasen esos poderes malignos en las cárceles.
¿No sabes que justo todo eso se lo proponen Chávez e Iris Valera?
Bueno, ¡mejor no me mandes un carajo! Ya adivino el destino de esta carta que te mandé por correo. Estaré esperando en el vertedero de basura o por un periodista alternativo.
damas.eligio@gmail.com