Un artículo del escritor i humorista Roberto Hernández Montoya, aparecido en esa estupenda revista ENcontrARTE, titulado así: Latifundio Cultural, me ha recordado los tantos ejemplos i experiencia de años, percibiendo este fenómeno social deplorable que, tiene repercusión tanto el la vida cotidiana o ciudadana, como por ejemplo, en algo que me concierne mucho, tal como la ciencia médica. La transculturación negativa no solamente borra los rasgos culturales de un país, sino que envilece todo: así vemos que la mujer i la belleza femenina, no es otra cosa que una mercancía cuyas vitrinas de exhibición está en todas partes; en el comercio, por ejemplo, se va anunciar un tractor o una pieza de taladro petrolero, o el objeto más alejado de lo bello i humano, pero hai que poner una mujer semidesnuda, unos senos casi al aire o un trasero espectacular, un “pompis” como dicen la personas “finas” o como dicen con naturalidad los españoles, un culo. I EN LAS PROPAGANDAS DE CERVEZA I OTROS LICORES, NO SE DIGA. Viendo sus programas publicitarios he recordado los álbumes de prostitución que circulaban en España, provenientes de Francia, Holanda, Dinamarca i sobre todo de Suecia, o la publicidad del “Chat Noir” de Estocolmo.
Usted ve un desfile de modas (i aquí lo imitamos perfectamente) i ve una serie de flacas sin “carne ni para una empanada” como dice el pueblo, caminado anormalmente cruzando las piernas como persiguiendo un cucaracha que corre adelante i con unos trajes que parecen parapetos de trapo, eso sí, que enseñen la piernas, las pantaletas i hasta los senos al aire bajo una tela transparente. Son trajes que parecen disfraces i que no concibo qué novio o marido dejaría salir así a su compañera a la calle, aun con él, porque estarían expuestos no solamente al ridículo, sino a que los asalten i violen a los dos. Recuerdo que mi madre, costurera fina que hacía hasta vestidos de novia, cómo se esmeraba en lo impecable de los ruedos, que no se notara ni un desnivel; en cambio ahora los trajes muchas veces parecen los de Irma la de Pedro Picapiedra. A mí, mi mujer me objetaba un traje, si tenía una sombra de mancha (que yo ni la notaba) o si la tenía en la corbata; i siempre conservé la costumbre de los zapatos bien limpios, mientras actualmente hasta para un acto protocolar, llegan algunos con unos zapatos que, como decía Aníbal Nazoa, de lejos no sabemos sin son plátanos maduros aporreados o unos perritos dormidos. Hoi lo natural i “chic” son los “blue jean” pantalones de tela gruesa i burda que se inventó para los obreros de fábricas pesadas. Luego, entraron en sociedad. Empero, su alto precio depende de la etiqueta que lleve, i si es de cuero o con algunos apliques brillantes, mejor todavía. Incluso se usan los descoloridos i los rotos, como una especial distinción o elegancia. Somos, es verdad, (por lo menos las clases “pudientes”) unos deplorables i brutos consumidores. Recuerden también que, cuando llegaron los primeros celulares i eran la gran novedad, pese a ser del tamaño de medio adobe, en los grandes restaurantes de Caracas, una vez descubrieron que muchos de los que ostentaban estar hablando por un celular, eran de juguete. Sin embargo dejemos estos muchos ejemplos i me concreto a algunas de la referencias de mi tocayo Hernández Montoya.
Entre otras cosas cita la música. Para muchos jóvenes “hijos de mamá i papá” la música que es música, es la norteamericana o la de otros países. Es una “raya” (con ese léxico empobrecido que usan) escuchar un joropo o cualquier tipo de música llanera o de cualquier otra región tradicional, por ejemplo de Barlovento o apureña o zuliana. Los valses son antiguallas i que diremos del danzón o los corríos. Lo bueno son ruidos en inglés que, la mayoría ni entienden lo que cantan o berrean. Una vez estuve en Trujillo, en la Casa Museo donde se firmó el Decreto de Guerra a Muerte durante la Campaña Admirable; llegó un grupo de estudiantes del Liceo Laudelino Mejías, la mayoría niñas. Primero, no supieron leer números romanos en una “estela” de piedra que allí reposa; después, para establecer relación con el grupo, les pregunté quién fue Laudelino Mejías, el nombre de su liceo. Ninguno (había algunos varones) lo supo; se miraban las caras extrañadas como si les preguntara quien fue Confucio. Proseguí entonces: ¿No han escuchado ni saben cuál se considera el mejor valse venezolano? ¿No han escuchado decir nada de “Conticinio”? Creció el asombro de ellos i el mío por el Director i los profesores del Liceo.
Sin embargo, vayamos a algo que cité al comienzo. La transculturación, el latifundio en Medicina. Nuestros profesores de ayer i nosotros, fuimos formados como médicos excelentes, especialmente en clínica médica i, pese a los portentosos o maravillosos logros tecnológicos i científicos del mundo contemporáneo, la clínica, sigue siendo la reina de la medicina. La gran tecnología de hoi, los ecogramas, las tomografías, la resonancia magnética, la ingeniería biomédica, el conocimiento del genoma humano, las matemáticas fractales, las grandes investigaciones e inventos, eso es para las grandes ciudades, los grandes hospitales i clínicas i las grandes universidades e instituciones médicas especializadas. Eso no está al alcance sino de ínfimas minorías, pero las enfermedades, el dolor, el hambre i la miseria humana, está en todo el planeta i los médicos deberían llegar hasta los más apartados rincones del mundo. A nosotros se nos formó bajo la influencia de la medicina española, francesa i alemana, clínicos por excelencia i imbuidos de una cultura ética profunda i racional. Se nos enseñó que el enfermo i su circunstancia, el centro de nuestra atención de científicos en el arte de curar. El enfermo es un ser especialmente situado en la existencia, que necesita ayuda; la medicina es la ciencia más noble i humanitaria de toda la Tierra. Desde Hipócrates, se consideraba al médico un demiurgos, o sea, un servidor para el pueblo. De la clínica la medicina avanzó i se perfeccionó hacia la cirugía i los éxitos de la anestesia, de la enfermería i de la biología, el laboratorio i todo lo derivado de ello (transfusiones, transplantes, etc.) transformaron lo que en gran parte era arte, en verdadera Ciencia. El diagnóstico médico, de aquello del gran ojo clínico, pasó a ser científicamente, una INFERENCIA CIENTÍFICA i los tratamientos, desde las yerbas medicinales, hasta los grandes medicamentos dosificables i bien estudiados en su aspectos positivos i negativos, con el gran desarrollo de la Farmacología. Todo fue parejo i armónico, hasta que la gran escuela europea, fue desplazada por la ciencia i la tecnología norteamericana, positiva, grandiosa, efectiva i todo los calificativos que les queramos adjudicar, para hacer una sola MEDICINA CIENTÍFICA EN EL MUNDO (no las basuras Alternativas) Pero ¿Qué cosa NEGATIVA I GRAVE trajo esta medicina, desprovista de la gran clínica europea i transformada más que “en ciencia del hombre i para el hombre” (como la Economía misma deformada) en otra cosa? Dos cosas nefastas (producto de esa transculturación de la que venimos hablando en la vida cotidiana) 1) La deshumanización de la medicina; 2) El Comercio capitalista i neoliberal.
Resulta que la SALUD (i por lo tanto la tranquilidad, la paz i felicidad de los pueblos) es sencillamente UNA MERCANCIA, solamente al alcance de los pudientes i poderosos. Esto es largo de expones i puede ser motivos de otros artículos. Por eso los esfuerzos de este gobierno, con BARRIO ADENTRO I i II; i todas la Misiones que promuevan bienestar i felicidad al pueblo, son tan combatidas por las élites. Por eso han aparecido grandes comercios de la salud, como la MEDICINA SISTÉMICA.
En cuando a lo que asoma respecto a las comidas i bebidas, veamos. Los jóvenes de hoi que no pertenecen a la chusma o tierrúos, encuentra también una “raya” o desprestigio para sus dentaduras colgates i tubo digestivo de alcurnia, comer arepas como aquellas que de estudiantes comíamos en el Mercado Principal de Maracaibo o en las Arepas “El 25” o por las barriadas de Santa Lucía i El Saladillo: arepas grades, criolla de maíz molido (no de harinas precocidas) a las que se les sacaba un poco de “corazón” para meterles i verdadero relleno de carne, queso, caraota, etc., como las célebres arepas de los “Hermanos Álvarez” en Caracas i que costaban lo razonable; después llegaron los “perros calientes”, explotados sobre todo por italianos i hoi en día con más agregados que un pabellón criollo, por cierto plato típico de Caracas, pero solamente para la chusma. Si un joven “bien” come eso, puede enfermar como el perro fino que lo saquen de su perrarina especial con vitaminas i sus latas de carne importada. Nuestros hijos, contaminados por esa influencia “de clase” ya no quieren otra comida que no sea la chatarra de Arturo’s, Mac Donals, Wendy, Pizza Hunt, etc., o las que se multiplican en los grandes centros comerciales, i ninguna otra bebida que nos sean las grandes gaseosas tradicionales con adicción programada. Si les ofreces un guarapo de piña, un guarapo de panela con limón, una chicha, horchata o la estupenda agua de coco (hoi monopolizada, restringida i cara) son capaces de abandonar a sus padres, dejarles de hablar o recurrir a una demanda o al defensor del pueblo. I lo mismo nos pasa con los restaurantes de lujo: los platos han adoptado la “decoración francesa” que pone escasa comida distribuida haciendo cuadros abstractos; los contornos, distribuidos en platillos con flores o ramitas de adorno: una salsita, un pizca de mantequilla o de crema o unas arepitas microscópicas (si ponen una arepa grande, es una vulgaridad universal) i, finalmente los precios equivalentes en dólares, de modo que un almuerzo o una cena por pareja, no baja de ochenta o cien mil bolívares (pidiendo un solo plato adornado), cuando es la misma cena en la casa no llega a 15 mil para cuatro; pero debemos imitar los que vimos en Miami, Orlando o Nueva York o lo que deben comer en el Country Club o en los Palacios Episcopales. Al terminar la cena, usted sale con el estómago semivacío i con la cartera o la tarjeta de débito, debidamente lesionada o vacía.
Por eso, compañero Roberto Hernández Montoya, la lucha intelectual, la dignidad i la verdad, son las armas pacífica que tendremos que seguir utilizando por siempre i a ver si nos leen. Aunque somos de otra época, por el vivir, el vestir, el comer i beber, i …escribir pendejadas!
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