La conmoción habida en el mundo político europeo con el NO francés, reforzado poco después por los holandeses, ocupa todavía abundantes espacios en la prensa española, y de toda Europa. No sé como fue tratada aquí con los despachos de agencias, ni las explicaciones ofrecidas a esa conducta de los electores. Como la lectura de diarios y los análisis por TV me dejaron la ligera impresión de que lo sucedido guarda alguna relación con la conducta de los votantes venezolanos de 1998, repetida varias veces hasta el referendo, creo útil que esta página reaparezca hoy con ese tema.
(Y de paso, vean como mis vacaciones no estuvieron concentradas en las ferias de San Isidro).
Antes, conviene resumirles que hoy están planteadas tres opciones sobre el referendo del tratado constitucional de la Unión Europea. Primera, continuar el proceso de ratificación en los 14 países faltantes; segunda, anularlo y olvidarse de lo ocurrido, y tercera, abrir un suspenso de unos dos o tres años. Ayer debieron verse por separado el presidente francés Chirac, el alemán Schroder y Tony Blair, de quien se esperaba suspendiera la consulta a los ingleses anunciada para julio.
Para estudiar la crítica situación está convocado el miércoles de urgencia el parlamento europeo, pero la decisión final debe tomarse en dos semanas, cuando se reúnan los jefes de gobierno en el Consejo de Europa.
Entre tanto, veamos que pasó en Francia.
Los estudios realizados revelan que 79% de los obreros, 70% de los agricultores y 67% de los empleados votaron NO, mientras las clases medias, que aquí habrían llamado la sociedad civil, lo hizo mayoritariamente por el SÍ. Sólo 35% de los profesionales, por ejemplo, votó contra ratificar la constitución.
Políticamente, lo más sorprendente es que también lo hizo 56% de los adherentes al Partido Socialista fundado por Mitterand, pese a que la línea partidista era votar SÍ, desacatada públicamente por Laurent Fabus, quien enfrenta cualquier sanción y hoy aspira a la Secretaría General.
De acuerdo a encuestas y análisis, la gente votó así no porque esté en contra de reforzar la Unión Europea. Había otras razones. Veían amenazadas algunas de sus conquistas sociales y el empleo; y, como las tendencias neoliberales amenazan al “estado de bienestar”, rechazaban que fuese la burocracia de Bruselas, sede de la UE, donde se cocinen todos estos proyectos, bastante alejados de la gente; además, parece evidente el ingrediente de rechazo al gobierno de Chirac.
La mayoría de los medios hizo campaña en favor del SÍ; en proporción 15 a 2 los entrevistados en los programas de TV favorecían la ratificación, y así sucedió en la radio y la prensa desde semanas antes del domingo 29, según investigación de Le Monde Diplomatique de mayo.
Veamos a algunos comentaristas: “El resultado hasta ahora es de una distancia creciente entre la clase política, a favor del tratado constitucional en su mayoría y la ciudadanía...” .
Ignacio Sotelo en El País ; “Sobre una situación económica difícil se está viviendo también una seria crisis de las instituciones y los partidos políticos del sistema”, Santiago Carrillo, antiguo dirigente del PCE, hoy analista político; “No se han equivocado los votantes franceses del NO, es la élite europea la que ha perdido el rumbo”.
“La movilización de las fuerzas opositoras integrada por partidos de izquierda, movimientos ecologistas y un batiburrillo de siglas, amén de legiones de espontáneos -sin olvidar, claro está, a la extrema derecha que se oponía por motivos muy suyosha demostrado ser más efectiva que el portentoso aparato mediático al servicio de las élites dominantes”, Augusto Zamora, profesor de Derecho Internacional Público de la Universidad Autónoma de Madrid (El Mundo) ; “¿Puede recoger la Unión las inquietudes de sus ciudadanos, poner en marcha los remedios solicitados..? Franco Venturini, de Corriere della Sera. “Decididamente, a Europa le faltan líderes inspirados en que la fiebre nacionalista francesa corre el riesgo de contagiarse... Ante esta situación, quienes tienen que estar frotándose las manos son EEUU y China...” Jacques Amalric, en Liberation.
Así las cosas, no sé si ustedes ven la semejanza que yo encuentro. En primer término el divorcio entre la dirigencia política y la ciudadanía, el pueblo, tal como sucedió aquí desde los comicios de 1998, cuando la vieja política comenzó a perder elecciones sin posibilidades de recuperarse, y en segundo lugar, la distancia entre la mayoría de los medios y los votantes, que aquí y allá han hecho caso omiso a sus campañas y ahora la mayoría vota contra sus orientaciones.
Periodista
Director de "Últimas Noticias"