Apenas ayer, con poco éxito, la dama afrodescendiente del imperio, proponía sin rubor, con desparpajo, sin anestesia o vaselina, el proyecto vocacional del grupito plutocrático guerrerista y ambicioso insaciable a quien sirve. Un “club de monitoreo”, integrado por esta figura ambigua de las ONG, elegidas por nadie, formadas con dinero del Departamento de Estado, que adquirirían rango de estados y qué, en las propias palabras de la Rice, servirían para intervenir “no para el castigo sino para la preservación de la democracia”, y algo más aún, una serie de “Academias de Policía” con rango supranacional encargadas de la ejecución de los mandatos de este “club de monitoreo”, devenido, por obra y gracia del imperio en una suerte de “Consejo de Seguridad de las Américas”. O sea, el imperio despachándose y dándose el vuelto. Zamuro cuidando carne. El colmo de la desfachatez.
Indiferentemente de que haya pasado o no semejante gol entre las piernas de nuestros países, lo cierto es que el mundo entero tiene que reaccionar. No hacerlo sólo dará alas a los sueños mesiánicos, a la conciencia de destino manifiesto que esta poderosa gentuza alberga con certidumbre fanática. La vocación está ahí vivita y coleando, a la espera de nuevas oportunidades. Es el mundo orwelliano perfeccionado y superado. El individuo convertido en número, con apenas asomo de conciencia, sin identidad ni cultura, salvo la necesaria para producir y consumir al ritmo que convenga a las 200 o 300 grandes mega corporaciones.
Ya poseen bancos de datos donde registran hasta el más mínimo detalle del ciudadano y no estamos muy lejos, salvo por la imagen de retorno, del Gran Ojo o la Telepantalla que profetizó Orwell, vigilando y detectando al instante cualquier peligroso desvío en la conducta del ciudadano. Si bien es verdad que Orwell erró al profetizar una sociedad controlada al estilo de la antigua Unión Soviética stalinista, lo cierto es que hoy, con la presencia en la Casa Blanca de esa camarilla fundamentalista encabezada por George W. Bush, la profecía adquiere ribetes de total cumplimiento. El Plan Patriota, aplicado a la ciudadanía estadounidense, y la política de guerra preventiva ejecutada en cualquier rincón del planeta encuadra perfectamente en esta horrible profecía de Orwell.
Las “Academias de Policía” y la tesis del pensamiento único, -así dijo la Rice…”sólo hay una forma de democracia”- propuestas por ella apuntan justamente hacia lo que Orwell llamó “La Policía del Pensamiento”. La instauración de un pensamiento único, sin doctrina científica, sin discusión, sin teoría para la discusión, nada, puras imágenes y representaciones sin más objetivo que disfrazar, encubrir y falsear el mundo de las relaciones sociales y la libertad de conciencia, es cuanto se esconde tras las propuestas de los EE.UU., en la Asamblea de la OEA.
La determinación integrista como el gobierno de Bush se encamina hacia esos objetivos obliga a todos quienes tenemos alguna forma de hacer oír nuestra voz a quitar vendas, destapar oídos y despertar conciencias, para que los pueblos puedan percibir las perspectivas terribles que el futuro inmediato nos depara a todos si esta locura llega a imponerse. No será sólo para países como Venezuela que, por sus recursos energéticos, es cacería mayor para estos planes, serán todos los pueblos de nuestra América y el mundo a menos que se les plante cara.
Los Estados Unidos de esta camarilla en el poder son mucho más técnicos y científicos que la Alemania de Hitler… también mucho más bárbaros. Es sencillamente el progreso científico del siglo XXI al servicio de unos cavernícolas. Como decía Orwell es, “La ciencia al lado de la superstición”. Este grupito genocida pretende arrojar al cesto de la basura miles de años de civilización que habría de ofrecer guerras y conflictos cada vez más raros, por guerras ahora, ya, y cuando les venga en gana a unos cuantos poderosos empresarios, por agua, petróleo o para poder expandir McDonalds.
Un Big Brother enloquecido y ambicioso capaz de destruir la civilización y el planeta si fuera necesario para imponer sus pretensiones de libre mercado, orden y paz por encima de las tumbas. Un proceso de anulación progresiva de la diversidad cultural, anulación de la conciencia y homogenización cosificadora hasta convertir al individuo en una pieza de una gran maquinaria comercial e industrial en la cual, los valores de cambio, la competitividad y el egoísmo se imponen sobre la conciencia social, el valor de uso y los valores solidarios. ¿Apocalíptico?, no lo creo, sería bueno echar un vistazo al modo como Chamberlain o Daladier acogieron los anuncios de Hitler y a donde condujo tal ceguera, porque eso, nada más y nada menos, es cuanto trae envuelto el regalito de la señorita Rice.